Durante años, una curiosa teoría ha
circulado por redes sociales afirmando que la palabra inglesa bar es
en realidad un acrónimo de Beer and Alcohol Room (sala de
cerveza y alcohol). Esta idea, difundida en forma de memes y
publicaciones virales, ha llegado a usuarios de todo el mundo, desde
hablantes de inglés hasta francófonos, españoles, italianos e incluso suajili.
Sin embargo, según los expertos en etimología y el escritor
argentino Daniel Balmaceda, esta creencia es completamente falsa. El
verdadero origen de la palabra bar no tiene que ver con
siglas inventadas, sino con una raíz mucho más antigua y cercana al
español.
La teoría del acrónimo Beer and
Alcohol Room se popularizó en plataformas como Instagram,
Facebook, X (antes Twitter) y TikTok. Uno de los ejemplos más
tempranos data del 14 de diciembre de 2018, cuando un usuario de X
publicó: «¿Qué edad teníais cuando descubristeis que
BAR significaba Beer & Alcohol Room?». Desde entonces, la
afirmación se ha compartido miles de veces, incluso en otros
idiomas. Un post en francés del 13 de junio de 2020, por ejemplo,
acumuló más de 1.200 retuits y 5.500 me gusta,
preguntando: «¿Cuándo supisteis que la palabra ‘BAR’
significa Beer and Alcohol Room?».
Varias personas en la terraza de un bar en Barcelona
Pero, ¿qué hay de cierto en esta
extendida creencia? Según los principales diccionarios etimológicos,
absolutamente nada. La palabra bar, en el sentido de
establecimiento donde se sirven bebidas alcohólicas, no es un
acrónimo, sino que proviene del inglés medieval, el cual a su vez
la tomó del francés antiguo barre, que significa «barra,
viga o barrera«, aunque otros apuntan a que «barre» también es latín, mismo idioma del que proviene el español.
El origen real: una barra, no un acrónimo
Como explica el Oxford English
Dictionary y el Online Etymology Dictionary, el
término bar llegó al inglés en el siglo XII a través
del francés normando, refiriéndose inicialmente a una pieza
alargada y sólida, como una barra de metal o madera. No fue hasta
finales del siglo XVI (en la década de 1590) cuando comenzó a
usarse para designar las tabernas. ¿La razón? En aquellos
establecimientos, la bebida se servía sobre una barra o mostrador
que separaba a los clientes de los dueños.
Daniel Balmaceda, historiador y autor
de libros como Historia de las palabras y El
apasionante origen de las palabras, respalda esta explicación. En un
reciente tuit, aclaró: «Bar no es el acrónimo de ‘Beer
and Alcohol Room’. Bar surgió del inglés bar (barra), que a su vez
fue tomada del francés barre. Las primeras tabernas no tenían
mesas, sólo una barra, que aún está en los negocios que despachan
bebidas».
Esta conexión con el
francés barre también explica por qué en español usamos
palabras como barra o bar, ya que ambas lenguas
comparten esta raíz latina. De hecho, en castellano antiguo ya
existía el término barra con el mismo sentido de «pieza
alargada», lo que refuerza aún más el vínculo entre ambos
idiomas.
Por qué persiste el mito del inglés
La difusión de falsas etimologías no
es algo nuevo. En la era de las redes sociales, las explicaciones
simplistas y llamativas suelen ganar terreno frente a los datos
históricos rigurosos. La idea de que bar significa Beer
and Alcohol Room resulta atractiva por su lógica aparente:
después de todo, un bar es un lugar donde se sirve alcohol. Sin
embargo, como demuestran los lingüistas, el lenguaje rara vez
funciona mediante siglas inventadas, especialmente en términos tan
antiguos.
Además, el fenómeno no se limita al
inglés. En español también circulan falsas etimologías, como la
creencia de que ojalá viene de «oxalá» (una
supuesta invocación a Alá), cuando en realidad proviene del
árabe wa šā’ Allāh («y quiera Dios»). Estos
errores persisten porque ofrecen una narrativa sencilla, aunque
inexacta, sobre el origen de las palabras.
En cualquier caso, la próxima vez que
alguien afirme que bar significa Beer and Alcohol
Room, podrás corregirle con fundamento. La palabra no es un acrónimo
moderno, sino un término centenario que hace referencia a
la barra de las tabernas, heredada del francés y
emparentada con el español. Como bien señala Balmaceda, la clave
está en la historia lingüística, no en las invenciones virales.