En el fútbol solemos hablar siempre de la estrella. De esas futbolistas que están tocadas por una varita y que deslumbran. Como por arte de magia están, aparecen y brillan. Suelen recibir todas las atenciones. Y a veces es injusto. El fútbol tiene una parte de talento, pero tiene más de trabajo. De constancia, de curro diario, de tozudez y esfuerzo. Y a Esther González (Huéscar, Granada, 1992) no le han regalado nunca nada.
Empezó jugando en su pueblo, siempre compitiendo en ligas mixtas desde muy joven y destacando como goleadora. Posteriormente, se unió al C.D. Algaidas (Segunda División Femenina), viajando hasta 250 km desde Huéscar para entrenar con apenas 14 años. Dejando entrever su compromiso y devoción por el deporte desde pequeña, las adversidades no la achantaron. Más bien todo lo contrario. Cada reto era una oportunidad, un aliciente para seguir creciendo.
A los 16 años fichó por el Levante UD, con el que debutó en Primera División en 2009 contra Valencia CF. Desde entonces, Esther ha luchado cada día por ser mejor. Como delantera, necesita del gol. Aunque este no siempre le ha visitado tanto como querría. En su primera campaña como jugadora de Primera División, apenas llegó a marcar cinco tantos. Necesitaba mejorar y en ello se volcó la granadina. Tras dos años donde su evolución se fue consolidando, se trasladó a Málaga donde jugó un año hasta recalar en las filas del Atlético de Madrid. Como colchonera fue cuando eclosionó.
Alexia y Esther durante el partido contra Portugal. / SEBASTIEN BOZON / AFP
Durante seis temporadas con el conjunto madrileño, Esther fue uno de los baluartes del equipo que conquistó tres títulos de Liga y una Copa de la Reina en 2016. A titulo personal, se convirtió en una de las delanteras más letales de la liga. En 2019 regresó al Levante, aunque su primera temporada no fue fácil y estuvo marcada por una baja cuota goleadora. Sin embargo, lejos de rendirse, González firmó una campaña histórica en 2020–2021, anotando 29 goles, lo que significó un punto de inflexión en su carrera y le valió un gran contrato con el Real Madrid. Como blanca, entró en el radar de los pocos que no la conocían. Despuntó y se volvió imprescindible. Por eso dolió tanto la manera en la que tuvo que marcharse de la casa madridista.
«Lo que me ha tocado vivir ha sido injusto«, dijo en una entrevista a EFE semanas después de dejar la disciplina blanca. Pese a ser la máxima goleadora, fue perdiendo peso sobre el verde hasta queda relegada sin explicación aparente. Alberto Toril la relegó al banquillo sin mayor explicación aparente. Esta situación terminó con su salida del club que siempre había sido su sueño para poner rumbo al Gotham norteamericano. La futbolista, divertida y muy leal a los suyos, había perdido ese brillo y en Nueva Jersey recuperó la sonrisa que ha vuelto a lucir en el debut de España en la Eurocopa.
Esther es fútbol y mucho más. Es instinto, trabajo y mucho sacrificio. La delantera referencia de España en esta Eurocopa ha pasado por mucho, pero siempre ha seguido hacia delante con un objetivo claro: ser la mejor o, al menos, no parar de trabajar para ello.
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