Una palabra dada es una luz que nos marca el rumbo para alcanzar aquello que un día prometimos ser

Pues dicen que una persona vale lo que vale su palabra. Y no es una frase hecha. Cuando prometemos algo y lo prometemos de verdad, estamos haciendo algo mucho más complejo que usar el lenguaje. Estamos fundando una forma de esperanza.

Por eso los franceses tienen dos vocablos para decir palabra. Una es la palabra ordinaria, vulgar y habitual. Esa es la palabra que denominan mo. Pero a la palabra que nos damos, y que también es el término que se reserva para la palabra divina, se reservaron el término pagol.

Hannah Arendt lo explicó con claridad. Sin la facultad de prometer, el ser humano estaría condenado a la incertidumbre. Porque prometer es sostener el futuro con la voz y con el rostro. Es dar algo que todavía no existe y ofrecerlo como si existiera. Es una forma de coser el presente y el futuro, lo que somos con lo que seremos. Una promesa, al fin y al cabo, es una palabra que recorre el tiempo. De ahí que tenga tanto que ver con lo eterno.

Es bonito hacer genealogía de las palabras y constatar que la promesa y el compromiso mantienen una raíz común. De ahí que romper una promesa sea tan grave, por cuanto entraña un fracaso vital y una traición al mundo que un día decidimos construir. Cuando rompemos una promesa, no solo rompemos la palabra dada. Rompemos el futuro que nos habíamos comprometido a crear.

Y es curioso. En nuestros días, con frecuencia, se señala que vivimos en un mundo inestable, que todo es voluble a nuestro alrededor y que la incertidumbre nos acecha. Nos quejamos de que muchas cosas se derrumban a nuestro alrededor, pero hemos olvidado que, a través de las promesas y de los compromisos, podemos coser el mundo. E incluso podemos cosernos a nosotros mismos.

Es falso que una promesa deba identificarse con una cadena o con un nudo. De hecho, creo que si tuviéramos que explicar en qué consiste una promesa, la imagen más certera sería la de un faro. Una palabra dada es una luz que, desde el futuro, nos marca el rumbo para alcanzar aquello que un día prometimos ser.

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