Según un nuevo estudio, cuando las normas democráticas se violan repetidamente, la gente empieza a adaptarse y el declive democrático comienza a tomarse como algo natural a nivel cerebral. La investigación integra bases neurológicas y filosóficas para argumentar esta hipótesis.
Un reciente análisis publicado en la revista Science Advances por los especialistas Tali Sharot, del University College London, y Cass Sunstein, de la Universidad de Harvard, ha revelado que el cerebro humano puede llegar a habituarse al deterioro de la democracia. La investigación sugiere que cuando las normas democráticas se violan repetidamente, las personas empiezan a adaptarse y a percibir el declive democrático como algo natural.
El estudio combina enfoques neurológicos y filosóficos para apoyar esta hipótesis, destacando cómo nuestro cerebro responde a estos cambios en el entorno político. Según los autores del estudio, nuestros mecanismos mentales pueden desarrollar una suerte de «tolerancia» ante la erosión de valores democráticos, a medida que se van normalizando las infracciones y los abusos del poder.
Habituación y democracia en decadencia
El fenómeno de la habituación no es nuevo en el campo de la psicología. Es un proceso mediante el cual los seres humanos, y muchas otras especies, dejan de responder ante estímulos que se repiten constantemente. En este contexto, la habituación al deterioro democrático implica una progresiva insensibilización ante las violaciones sistemáticas de principios democráticos como la justicia, la igualdad y la libertad de expresión.
La dimensión neurológica de este proceso es particularmente reveladora. Según Fernando Broncano, Profesor Emérito de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad Carlos III de Madrid, quien no formó parte del estudio, «los autores señalan evidencia empírica de habituación cerebral y generación de sesgos cuando hay una constancia de fenómenos autoritarios que progresivamente provocan menos reacciones», indicó.
«Esto es similar, en una escala menos preocupante, a cómo en un parque donde no se recoge basura, hay una tendencia progresiva a no cuidar la basura, mientras que ocurre lo contrario cuando el parque está bien mantenido y limpio», agregó en una publicación de Science Media Centre España.
La resiliencia de las democracias se pone a prueba
De acuerdo al investigador español, es clave señalar «cómo estos fenómenos comienzan con una habituación epistémica: polarización, acumulación de noticias falsas y desconfianza persistente en la opinión de los expertos». Broncano concluye que la evidencia diaria sugiere que el análisis de los autores, afincado en la realidad estadounidense, «puede extrapolarse a la mayoría de las sociedades, incluida la nuestra, donde, por cierto, necesitaríamos un análisis similar».
Referencia
Will we habituate to the decline of democracy? Tali Sharot and Cass R. Sunstein. Science Advances (2025) DOI:https://doi.org/10.1126/sciadv.adz8654
Desde un punto de vista filosófico, este estudio plantea preguntas inquietantes sobre la resiliencia de nuestras democracias. Si nuestros cerebros están predispuestos a acostumbrarse a las desviaciones autoritarias, la lucha por mantener una sociedad democrática puede ser más desafiante de lo que se pensaba. La aceptación gradual del deterioro de la democracia podría facilitar el surgimiento de regímenes autocráticos y poner en peligro los derechos y libertades fundamentales.
En otras palabras, si el deterioro se prolonga puede establecerse una nueva «normalidad», en la cual las prácticas autoritarias se vuelvan rutinarias y aceptadas por la mayoría. En ese sentido, los autores hacen referencia al desprecio a la ciencia y al desfinanciamiento educativo que puede advertirse en la actualidad de Estados Unidos y de muchos otros países: ¿cómo puede estimularse el pensamiento crítico y la reflexión en esos contextos?