Varios titulares recientes afirman que en junio hubo 380 muertes causadas por el calor en España. Este dato se está utilizando en medios y redes como si fuera una verdad médica, pero es esencial comprender que no lo es.
La cifra proviene del sistema MoMo (Monitorización de la Mortalidad diaria) del Instituto de Salud Carlos III. MoMo no se basa en certificados médicos, autopsias ni diagnósticos clínicos. No identifica causas individuales de muerte. Lo que hace es comparar cuántas personas han muerto en un día concreto frente a las que deberían haber muerto según la media de años anteriores. Si hay un aumento en días de calor, lo atribuye al calor de forma estadística, no médica.
Es decir, si en un día ‘normal’ mueren 100 personas y en una ola de calor mueren 120, MoMo dice que esas 20 muertes extra pueden deberse al calor. Pero eso no quiere decir que 20 médicos hayan certificado ‘muerte por calor’.
El propio Instituto Carlos III aclara que MoMo es un sistema de detección de alertas poblacionales, no un mecanismo de certificación de causas clínicas. Por tanto, no debe utilizarse como si fuera un dato forense.
Los datos médicos reales los proporciona el INE (Instituto Nacional de Estadística), que se basa en certificados de defunción firmados por médicos. Según el INE, las muertes anuales codificadas como ‘exposición al calor excesivo’ (CIE-10: X30) han sido: 122 en 2022 y 108 en 2023. Muy lejos de las miles estimadas por MoMo en esos años.
¿Puede el calor contribuir indirectamente a otras muertes? Sí, especialmente en personas mayores o con enfermedades crónicas. Pero eso requiere evaluación médica caso por caso, no suposiciones estadísticas.
Lo preocupante no es el MoMo en sí, que es útil como sistema de alerta. Lo peligroso es su uso mediático y político sin contexto, como si fueran autopsias masivas certificadas. Eso es manipular el miedo.
Conclusión: hace calor, sí. Debemos protegernos, sí. Pero afirmar que murieron 380 personas por el calor en junio como si fueran muertes confirmadas, es sencillamente falso. Esperemos los datos del INE. Y mientras tanto, exijamos rigor, no alarmismo.