«Estoy muy cansada de esto». Paula Badosa, harta, proyectaba en las redes sociales su desesperación tras su tercer abandono del año, hace unos días en el WTA 500 de Berlín. Si le suman los cinco torneos en los que se inscribió y a los que tuvo que acabar renunciando, suman ocho frustraciones en menos de medio año. Una espiral a la que la tenista catalana no encuentra salida.
El último capítulo de su viacrucis llegó este lunes en la primera ronda de Wimbledon. A las primeras de cambio, Badosa quedó apeada del grand slam londinense contra Katie Boulter (6-2, 3-6 y 6-4), la 40ª del ranking WTA, una oponente asequible sobre el papel para una tenista que, hasta que termine Wimbledon, seguirá siendo la 9ª del mundo. Lo más probable es que dentro de dos lunes quede fuera del top10.
El resurgir que no fue
Esta es, ahora, la cruda realidad de una Badosa cruelmente golpeada por las lesiones, incapaz por ello de dar continuidad a su resurgir de la segunda mitad del año pasado. Entonces, tras renunciar a los Juegos Olímpicos, ganó el WTA 500 de Washington, su primer título en dos años y medio, alcanzó las semifinales del WTA 500 de Ningbo y de los Masters 1000 de Cincinnati y Pekín y llegó hasta cuartos de final del Abierto de Estados Unidos.
Paula Badosa ganó el WTA 500 de Washington el año pasado. / WILL OLIVER / EFE
Y así, Badosa, que hace un año no figuraba entre las 100 primeras mujeres del ranking, consiguió alcanzar el top 10. Lo hizo tras un Abierto de Australia en el que llegó al límite de sus capacidades tenísticas, eliminando a Coco Gauff en cuartos de final y cayendo finalmente en semifinales contra la mejor tenista del mundo, la casi inabordable Aryna Sabalenka. Era su mejor resultado de siempre en un grand slam. Parecía el regreso definitivo de la gran Badosa, la que impactó al mundo ganando Indian Wells en 2021 y alcanzando el número 2 del mundo.
Del todo a la nada
Sin embargo, Australia no fue la confirmación del resurgimiento, sino el final de la tregua que su cuerpo le había concedido. Desde entonces, sus mejores resultados son los cuartos de final de Estrasburgo, tras jugar un solo partido previo en el que su rival se retiró después de seis juegos, y de Berlín hace apenas diez días, a los que no se presentó por problemas en el psoas.
Esa lesión le ha lastrado recientemente, pero el gran problema de Badosa está siendo su lesión crónica en la espalda, la que le ha obligado a renunciar a los Masters 1000 de Indian Wells, Madrid y Roma, la mitad de los que se han jugado ya esta temporada. «Los médicos me propusieron que parase durante más de un año y no hubiese habido posibilidad de volver a jugar a tenis de alto nivel. Y para mí no jugar a alto nivel no tenía sentido», explicaba hace casi un año sobre esas dolencias que le martirizan.
Un problema sin solución
«Lo más duro al final es el verte bien, pero volver a parar, y luego volver. Como que vas un poco a remolque todo el rato, ¿no? Solución no tengo, si no ya la estaría haciendo. Sólo me queda aceptar que no está en mi control y seguir luchando«, explicaba tras su prematura eliminación en Wimbledon de este lunes, rebosado ya el vaso de la frustración.
Solución no tengo, si no ya la estaría haciendo. Sólo me queda aceptar que no está en mi control y seguir luchando
Badosa casi se conformaba como haber competido «hasta el final» de su partido. Lógico para alguien que, en tres de sus cinco últimos torneos, había tenido que marcharse a casa sin la posibilidad siquiera de ser derrotada en la pista.
¿Y ahora qué? Cuando ha estado bien físicamente, su nivel tenístico ha sido bueno. Pero sin salud… «Tengo que estar bien ahora. Lo positivo es que tengo unas semanas ahora para la gira americana, para recuperar bien, para parar de verdad, porque no he podido al final después de Berlín, iba un poco al límite con lo del psoas», resumía este lunes la catalana, que no pierde la esperanza de volver a brillar.
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