En los últimos cinco años, las aceras escolares se han llenado de señales luminosas, pasos de peatones elevados y carteles que recuerdan el límite de 30 km/h. Pese a todo, las cifras de atropellos infantiles no dejan de crecer.
Padres y maestros culpan al exceso de tráfico, las prisas de la hora punta o la distracción con el móvil.
Sin embargo, los informes de siniestralidad empiezan a señalar un factor menos evidente, casi silencioso, que se ha abierto paso en nuestros garajes sin apenas debate: los coches no solo han ganado potencia y pantallas, también han crecido en altura, hasta el punto de que los capós de muchos modelos familiares ya superan la línea de visión de un niño de primaria.
Crece el riesgo
En España los SUV ya suponen 55% de las matriculaciones y su frontal no deja de engordar: el capó medio ha pasado de 76,9 cm en 2010 a 83,8 cm en 2024.
Cada 10 cm añadidos elevan un 27% la probabilidad de muerte si el vehículo golpea a un peatón.
Estos datos, aportados por Transport & Environment y la campaña Clean Cities, resumen el problema: cuanto más alto y más vertical es el morro, más grave es el atropello y menos ve el conductor justo delante del coche.
La física juega en contra
La propia física multiplica el riesgo para un niño cuando el coche es alto. En un turismo bajo, el primer punto de contacto suele ser la pierna, de modo que el peatón tiende a “rodar” sobre el capó y las lesiones se reparten.
En un SUV, en cambio, el choque impacta de lleno en el tórax o la cabeza, las zonas más vulnerables. El Instituto de Seguros para la Seguridad en Carretera (IIHS) de Estados Unidos calcula, además, que un frontal elevado empieza a causar heridas mortales a velocidades hasta 10 km/h inferiores a las que resultarían letales con un coche tradicional.
Para la población infantil el resultado es devastador. Un estudio británico (London School of Hygiene & Tropical Medicine e Imperial College) concluye que los “supersized” SUV duplican el riesgo de muerte para niños menores de 10 años en caso de atropello.
Los números hablan
Las pruebas de visibilidad realizadas por la Universidad de Loughborough para T&E demuestran que en los coches más altos un conductor no ve a un niño de nueve años situado justo delante del parachoques. No es un punto ciego puntual: la franja oculta puede superar 1,8 m.
Los estudios coinciden en que los coches de frente elevado son mucho más letales que los turismos bajos. Los vehículos con frentes de más de 102 cm (40 in) son 45% más letales para los peatones que los modelos bajos.
Un trabajo conjunto de la London School of Hygiene & Tropical Medicine y el Imperial College cifró el aumento del riesgo para los peatones infantiles en un 82%, y en un 130% cuando la víctima tiene menos de diez años.
En España, la Dirección General de Tráfico añade otro dato contundente: nueve de cada diez atropellos se producen en vías urbanas y los frentes altos agravan de forma notable las lesiones en los menores que cruzan la calzada.
Qué pueden hacer los padres
- Recordar la regla del contacto visual: un niño solo debe cruzar cuando confirme que el conductor le ha visto.
- Usar rutas escolares con menor tráfico; evitar el ángulo muerto frontal de los SUV aparcados.
- Exigir pasos de cebra elevados o con iluminación LED en colegios y parques.
Los datos son claros: la tendencia a coches cada vez más altos y frontales más verticales convierte la calle en un lugar más hostil para los niños. Limitar la altura del capó, rediseñar las ciudades y concienciar a los conductores es imperativo si no queremos que el simple acto de cruzar la calzada siga sumando víctimas a una estadística que, hoy por hoy, no deja de crecer.