Ser madre soltera no solo implica asumir en solitario la crianza de los hijos, también significa enfrentarse a un mercado inmobiliario que, en su situación, presenta obstáculos añadidos. Con los precios del alquiler al alza y unas condiciones hipotecarias cada vez más restrictivas, muchas mujeres se ven atrapadas en un círculo de dificultades cuyo origen principal son los sueldos medios, pues no alcanzan para cubrir necesidades tan básicas como la vivienda.
Inés Solé es madre de un niño de cinco años y conoce muy de cerca esta realidad. Esta mujer grancanaria de 43 años regresó a la Isla en 2020 después de haber pasado muchos años en Madrid. ¿El objetivo? Arrendar una vivienda para ella y su pequeño. Ahora bien, los altos precios se lo han impedido. «Vine en plena pandemia con la intención de alquilar un piso en el barrio de La Isleta, donde me crié y reside mi familia. Desde entonces, he visto que los precios no han dejado de subir y, a día de hoy, me veo obligada a vivir en la casa de mi padre porque mi sueldo no me permite afrontar un gasto tan grande», cuenta.
Solé trabaja a jornada completa en una librería de la capital y percibe un salario mensual que ronda los 1.300 euros. Tal y como afirma, más del 85% de su sueldo va destinado al cuidado de su hijo y a cubrir necesidades básicas como la alimentación. «En ocasiones, tengo que pagar una canguro para poder cumplir con mis horarios laborales. No puedo plantearme comprar un piso porque ya he gastado todos mis ahorros, pero ahora parece que también tengo que descartar la opción de alquilar», lamenta.
Esperanza
A pesar de todo, confía en que la situación mejore y que, en un futuro no muy lejano, pueda acceder a una vivienda sencilla. Tiene claro que comprar un inmueble en solitario está fuera de su alcance, pero aún se aferra a la idea de poder alquilar un piso en La Isleta para estar cerca de su familia y criar a su hijo en un entorno conocido y acogedor. «La mayor parte de los pisos se han convertido en viviendas vacacionales o están alquilados por extranjeros. De hecho, no he visto ninguna oferta que baje de los 800 euros al mes, y solo con una habitación. Por eso, no he podido dar el paso», comenta.
Solé confiesa que la realidad que le ha tocado vivir le ha llegado a afectar a su bienestar emocional, pues se acostumbró a vivir de forma independiente desde que comenzó sus estudios universitarios. Su percepción es que desde que decidió ser madre ha tenido que regresar a la casilla de salida. «Al principio lo viví como un fracaso. Me he esforzado mucho en formarme, y la verdad es que, cuando te das cuenta de que esto no ha cosechado frutos, entristece», admite.
Inés Solé estudió Filología Inglesa y tiene un máster en Literatura Comparada. Además, cuenta con el título de Experta en Información y Documentación. «Siempre me ha gustado mucho ampliar mis conocimientos. He tenido la suerte de poder trabajar y estudiar en diferentes lugares de la Península, pero siento que no me ha servido de mucho», anota.
A su juicio, es imprescindible apostar por una regulación de los precios del alquiler. De lo contrario, cada vez serán más las personas que tengan que resignarse a vivir en el hogar de sus progenitores ante la ausencia de medios económicos. «La situación de las madres solteras se ve agravada porque disponemos de un solo sueldo para poder pagar nuestra vivienda y criar a nuestros hijos, pero en general, el contexto que estamos viviendo es desolador», asevera.
La progenitora está vinculada a la Asociación de Madres Solteras de Canarias, donde ejerce de subdelegada. Gracias a la organización, ha podido conocer las experiencias de otras mujeres. «Hay compañeras a las que les han llegado a decir que no les alquilan un piso porque no quieren que figure en el contrato un solo adulto con cargas familiares», enfatiza. «Esto debería ser inadmisible. Si el miedo es que esa persona deje de pagar, ¿qué diferencia hay entre que deje de hacerlo una y que dejen de hacerlo dos?», cuestiona la mujer, que aboga por la creación de ayudas específicas para facilitar el acceso a la vivienda a las familias monoparentales y por el reconocimiento real de este modelo familiar en la legislación.
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