El puerto de Alicante está concurrido. A la llegada de un crucero turístico este fin de semana, se han unido el buque de asalto anfibio Castilla (L-52), su fragata escolta Santa María (F-81) y el buque escuela de cooperación pesquera Intermares (A-41) recalaron el viernes en el puerto alicantino tras un crucero de instrucción de la Escuela Naval Militar, que zarpó el 21 de mayo desde Ferrol.
Después de un mes en el mar y tras visitar diversos puertos, Alicante ha quedado para el final en la que sería la quinta visita de buques de la flota desde noviembre y la cuarta con jornadas de puertas abiertas, que en este caso han tenido lugar desde la tarde del viernes y han continuado todo el sábado. Una actividad incesante que responde a un esfuerzo de la Armada por poner en el mapa al puerto principal de la cuarta provincia de España por población.
El guardiamarina Fernando Pérez recibió a INFORMACIÓN a las puertas del barco a primera hora de la jornada con la sociedad civil este sábado, al igual que al resto de visitantes alicantinos. Este crucero de instrucción de fin de curso lo encabezaba el Castilla, un buque cuyo objetivo es proyectar fuerzas de infantería allende los mares. Una capacidad defensiva vital para España, que además de proteger 7.900 kilómetros de costa, debe tener herramientas para garantizar la defensa de los archipiélagos de Canarias y Baleares, y de las ciudades de Ceuta y Melilla.
Proyección de fuerzas en el mar
No todos los estados gozan de esta capacidad, que en el caso español recae en el buque insignia de la flota, el Juan Carlos I, y en los dos barcos de la clase Galicia, a la que pertenece el Castilla. Es una nave de gran tamaño, de unos 160 metros de eslora. Esto se debe a su tarea de albergar vehículos, lanchas de desembarco y helicópteros, además de la dotación de infantería de marina. En total, el barco puede navegar con 700 hombres y mujeres a bordo, entre tripulantes, infantería y, si es necesario, también Estado Mayor.
A diferencia de las fragatas, cuyo atractivo para el visitante reside en los sistemas de armas y las capacidades para la guerra en superficie, antiaérea, antisubmarina y electrónica, un buque de asalto anfibio tiene su mayor reclamo en sus grandes bodegas, donde más de centenar y medio de blindados pueden ser almacenados; en su amplia cubierta, desde la que pueden despegar en simultáneo dos aeronaves; y en su mayor particularidad: un embarcadero inundable en la popa, desde donde pueden ser desplegadas las cuatro lanchas de desembarco que llevan a las tropas hasta la playa.
Su falta de sistemas de armas obligan a estos barcos a navegar siempre con la escolta de fragatas u otros buques que puedan proporcionarles esa defensa en la mar. Lo importante, en el caso del Castilla, es la capacidad de desplegar hombres a tierra. Por eso los visitantes pudieron ver por dentro cómo son los vehículos anfibios o también descubrir algunas de las armas que emplea la infantería de marina.
Grandes dimensiones
Al ser un barco pensado para transportar grandes dotaciones de personal, sus condiciones de habitabilidad son más cómodas que las de otros navíos más pequeños, donde los marinos deben hacer un sacrificio mayor mientras están en misión. La profesión de los integrantes de la Armada implica, por los tiempos lejos de casa en el mar y las naturales limitaciones de espacio a bordo, un esfuerzo muy grande para poder garantizar la disuasión que asegure la paz de España.
También hay algunas recompensas de la vida en el mar. Los alumnos de la Escuela Naval Militar que han conformado este crucero de instrucción han llegado a Alicante justo para disfrutar, en lugar privilegiado, los fuegos artificiales de las Hogueras, disparados este año desde el puerto. También han acudido en la ciudad a la revelación de un busto en homenaje al insigne marino y científico naval alicantino Jorge Juan. Este domingo, los tres barcos zarparán para poner fin al crucero con el regreso de los buques a su base, en el caso del Castilla y el Santa María, a Rota, en Cádiz.