Desarrollamos con Indra y Escribano el sistema español antidrones

Alfredo Estirado es consejero delegado de TRC, firma familiar de ciberdefensa, seguridad en fronteras y sistemas antidrones. Esta empresa, que espera facturar 450 millones en 2030, es la creadora del núcleo de reconocimiento con IA de matrículas, caras, identidades y objetos implantado por Interior en las fronteras inteligentes de Ceuta y Melilla. También es la creadora de Cervus, el principal sistema de defensa antidron del Ejército, que se está vendiendo también a otros países, principalmente en Europa del Este

TRC es una empresa familiar. ¿Cómo empezó todo?

La montamos dos hermanos en 1989, y tenemos una hermana que también es socia. Empezamos en el sector de la salud, desarrollando software para HM Hospitales. Al principio, como no existía en España el sistema operativo con el que queríamos trabajar, tuvimos que desarrollar desde la parte más alta del servicio hasta la más baja: el software, los servidores, el cableado… todo. Así fuimos creciendo, convergiendo en soluciones integrales durante 35 años.

¿Cómo pasaron del ámbito sanitario al sector de la defensa y la seguridad?

Hace unos 15 años, viendo lo crítico que era el sector sanitario desde el punto de vista de los sistemas, vimos que parte de ese conocimiento era extrapolable al mundo de la defensa y la seguridad. Empezamos con soluciones para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, tanto en Interior como en Defensa. A diferencia de otros, no adaptamos soluciones de terceros, sino que desarrollamos tecnología propia. Nuestro objetivo es mantener la soberanía digital y evitar dependencias de países extranjeros.

El Gobierno ha prometido 10.500 millones para cumplir con el 2% del PIB del gasto militar en Defensa. ¿Esto cómo les beneficia?

La clave está en ver cómo se aterriza todo esto. Los grandes programas de defensa suelen concentrarse en la Dirección General de Política de Defensa, con inversiones a gran escala en las que empresas tecnológicas como la nuestra quizá no tengamos tanto protagonismo directo. Aun así, hay dos áreas donde sí se está invirtiendo y donde claramente debemos estar: una es la ciberseguridad -como se ha demostrado tras el apagón, que aunque no fue un ciberataque puso en evidencia la necesidad de proteger nuestras infraestructuras críticas- y la otra es la apuesta por la soberanía tecnológica y el refuerzo del ecosistema industrial nacional. Nosotros queremos formar parte de ese esfuerzo, aportando nuestras soluciones y buscando socios con los que colaborar. Siempre se habla de la colaboración público-privada, pero la colaboración privada-privada también es fundamental. En ese sentido, el sector está en un momento delicado, con movimientos como la participación pública en Indra que podrían anticipar una cierta consolidación del mercado. Aun así, vemos oportunidades claras para cooperar y aportar valor.

«Vamos a comprar empresas, queremos seguir creciendo y apostando por tecnología. ¿Vender? No estamos ahí»

¿Están dispuestos a comprar algún competidor o viceversa, que vengan a comprarles?

Vamos a comprar. Queremos seguir creciendo y apostando por tecnología. Tenemos el foco puesto en empresas nacionales, start-ups y más consolidadas. No descartamos adquisiciones, participaciones ni otras fórmulas; lo importante es seguir desarrollando tecnología desde España y crecer también en tamaño. ¿Y al revés? ¿Estamos abiertos a que venga alguien a comprarnos? No es nuestro objetivo. No estamos en ese papel. Aunque, como decía alguien: «Lo que no se arregla con dinero se arregla con mucho dinero». Así que nunca se sabe. Pero hoy por hoy, nuestra estrategia está centrada en crecer apostando por nuestro modelo. 

¿Qué peso tiene actualmente el sector de la defensa y la seguridad en la actividad de TRC?

Ahora mismo, alrededor del 70% de nuestra actividad está vinculada al sector de la defensa y la seguridad. La evolución en los últimos 15 años ha sido enorme. Es cierto que durante mucho tiempo nuestros ejércitos han funcionado más por esfuerzo humano que por inversión, pero en los últimos cinco años ha habido una voluntad clara de reforzar capacidades y ganar autonomía.

¿Qué tipo de soluciones están desarrollando para el Ministerio del Interior y el de Defensa?

Estamos presentes en sistemas de control fronterizo y guerra electrónica, y participamos en el desarrollo del sistema español antidrones, junto a Indra y Escribano, como programadores tecnológicos. Lo que hacemos es aportar capacidades tecnológicas que no estaban disponibles en nuestros ejércitos. Y todo con soluciones propietarias.

Han hecho una inversión reciente en Catalunya. ¿Qué les ha llevado a abrir oficina en Barcelona?

Sí, hemos creado una empresa en Catalunya con socios locales. No es una oficina comercial, sino una sociedad con mayoría accionarial de TRC, fundada desde cero. El objetivo es generar empleo local, invertir, adaptar nuestro conocimiento a las necesidades de seguridad de la región y colaborar con los Mossos d’Esquadra, como lo hacemos con otras policías autonómicas. Porque la necesidad es común, más allá de la estructura del cuerpo.

La guerra de Ucrania ha acelerado el interés en sistemas antidrones. ¿Cómo han abordado ese desarrollo desde TRC?

Nosotros nos anticipamos. Empezamos a desarrollar soluciones antidrones con el Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI) antes incluso de que la guerra de Ucrania estallara. A diferencia del enfoque tradicional -centrado en grandes drones tipo MALE-, nosotros apostamos por detectar drones pequeños, los tipo II, que se montan con piezas que compras en Amazon. No los ves en el radar, no tienen firmas identificables. La única forma de detectarlos es analizando el espectro radioeléctrico, su firma y su comportamiento, y ahí usamos la inteligencia artificial para diferenciarlos de un pájaro, por ejemplo.

¿Qué diferencia su sistema de otros ya desplegados en defensa?

La gran diferencia es que nuestros sistemas toman decisiones automáticamente gracias a la inteligencia artificial. Antes se necesitaban muchos operadores: uno para cada sistema, uno para el radar, otro para la señal… Nosotros hemos integrado esa capacidad en una sola plataforma que analiza y propone acciones, aunque siempre el operador humano tiene la última palabra. Esto es fundamental porque no hay suficientes operadores para desplegar por todo el territorio. Además, lo hacemos con sistemas cerrados, sin depender de la nube ni de servicios externos. Esa soberanía es clave.

¿Eso significa que no dependen de ningún proveedor de computación en la nube como Google o Amazon?

Exactamente. Nuestra inteligencia artificial no está en la nube ni en entornos hiperescalares. Lo hace en sistemas estancos, de los que somos propietarios. Eso nos da soberanía, pero además garantiza que la inteligencia artificial no sea contaminada con información errónea ni que dependa de una infraestructura fuera de nuestro control. Si mañana cae Google, nuestros sistemas seguirán funcionando. Y eso, en defensa, lo es todo.

¿Ve riesgos con el auge del sector y la entrada de nuevos actores?

Totalmente. El auge de la defensa ha dado lugar a cierto intrusismo. Hay operadores que ahora intentan entrar en este mercado sin entender que el margen de error es cero. Nosotros llevamos años desarrollando soluciones testadas junto a la Guardia Civil, la Policía y el Ministerio del Interior. Por ejemplo, uno de nuestros sistemas de protección del entorno rural tardó dos años en desarrollarse con la Guardia Civil. Se ha aprobado en el CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación) y cumple con todos los requisitos técnicos. Esto no es un entorno para improvisar.

«Competimos en un mercado con fuerte intrusismo: no todos tienen el nivel de exigencia técnica necesario»

¿Cómo valora el nivel tecnológico actual de los ejércitos y las fuerzas de seguridad españolas?

Mucho más evolucionado que hace 15 años, sin duda. Participamos en ejercicios con otros países y no hay incompatibilidades técnicas, lo cual es señal de que estamos a la altura. En algunas áreas, incluso por delante. Hay una actitud muy proactiva por parte de nuestros cuerpos para desarrollar e incorporar tecnología propia.

¿Trabajan ya con otros países o tienen vocación de internacionalizarse en defensa?

Ahora mismo, no. Nuestra prioridad está en seguir desarrollando y validando soluciones tecnológicas con nuestros cuerpos de seguridad. Si están dentro del entorno OTAN, por supuesto podríamos colaborar en el futuro, pero ahora mismo estamos volcados en consolidar nuestras capacidades en España. De todos modos, lo que hacemos tiene perfectamente cabida en Europa y en la Alianza Atlántica.

¿Cómo gestionan esa tensión entre la autonomía tecnológica y la dependencia histórica de tecnología extranjera?

El sector tenía una gran dependencia de los sistemas israelís, por ejemplo, auténticas cajas negras que nadie sabía cómo funcionaban. Eso nos abrió una oportunidad: desarrollar tecnología nacional con igual funcionalidad pero sin esas limitaciones. Claro que competir con Estados Unidos es difícil por volumen de inversión, pero lo que se ha hecho en España en los últimos años, en muchos casos con recursos propios, es notable. Y nuestras soluciones no están vetadas ni restringidas en los mercados de la OTAN. 

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