La misteriosa ubicación del único negocio ‘crossdressing’ del mundo nos adentra en el presagio de la clandestinidad en la que, todavía, sus practicantes se encuentran inmersos. No así nuestros protagonistas. Han decidido romper el miedo a la vergüenza y a las miradas inquisidoras. Ramón y R.O. nos citan en Dafni Girls, el santuario de los hombres heterosexuales que exploran una parte femenina de su ser para darle vida. Una antigua corrala madrileña del barrio de Chueca hace las veces de puerta a una doble vida. El luminoso y coqueto estudio de Dafni, maquilladora y caracterizadora profesional, acoge a cientos de varones de diferentes países que han optado por vivir y convivir en dualidad. Ramón es electricista, de alto voltaje. Resulta complicado ver, detrás de las agrietadas manos que suben y bajan torres eléctricas, a Luz. No es un juego de palabras. «Elegí el nombre de Luz en homenaje a la primera chica de la que me enamoré en el cole». Ramón vive entre herramientas, guantes aislantes, botas ignífugas, cascos y amperímetros. Hace unos años su pisito del municipio toledano de Las Ventas de Retamosa vio crecer a Luz. La puerta de una habitación de la que cuelgan seis pelucas nos invita a su mundo. «Cuando Ramón ha estado de bajón y se ha sentido fracasado, ha necesitado ese apoyo. Que Luz le animara, que le hiciera reír». Reconocen los ‘crossdresser’ que admitir la idea de una suerte de coexistencia de dos personalidades, ha sido siempre una conclusión condicionada por los prejuicios arraigados. «Te cuesta mucho trabajo entenderlo. Parece que eres ‘Smeagol’ de El Señor de los Anillos y que estás hablando contigo mismo. Esto te da pie a pensar que estás mal de la cabeza, pero esto no es una enfermedad, es una valentía».
«Salgo vestido de chica con mi mujer»
Nuestro segundo testimonio trabaja de cara al público en Palma de Mallorca. Ha viajado hasta Madrid para visibilizar a través de nuestro reportaje una afición que tiene desde que veía a su hermanas ponerse vestidos, pero que no se atrevió a exteriorizar hasta no hace mucho tiempo. Prefiere que nos dirijamos a él como ‘Yasmín’. Cuando llegamos al estudio de Dafni, ha pasado por el proceso de caracterización al completo. Mide 1,95 y viste tacón y vestido largo. «Tomamos la determinación de sentirnos mujer a tiempo parcial, no a tiempo completo. Yo me encuentro bien conmigo mismo vestido de polo y vaquero, pero también conmigo misma vistiendo así. Es un tema de dualidad». Hace hincapié Yasmín en su heterosexualidad más absoluta ante nuestra perplejidad. «Estoy enamorado de mi mujer y ella ha terminado aceptando esto. A veces me pego cuatro brochazos, me maquillo y salgo a cenar con ella. Los dos vestidos de chica». Ramón también tiene pareja e hijos de una relación anterior. Aunque prefiere no hablar de ellos. «Aquí recibo perfiles de todo tipo. Padres de familia, empresarios, hombres convencidos de su heterosexualidad y/o personas que están en proceso de transición. Cuando terminamos la caracterización y se miran al espejo, muchos terminan emocionados y felices». Este salón de belleza es una especie de oasis balsámico para aquellos hombres ‘crossdresser’ que mantienen su inclinación dual en el ostracismo y, poco a poco, van ‘saliendo del armario’.
Ni transexuales, ni travestis
Especial hincapié hacen estos hombres en ubicar el ‘crossdressing’ en una práctica desprovista de inclinaciones sexuales. Son varones heterosexuales. Desarrollan la mayor parte de su vida mostrando las cualidades fenotípicas del hombre. Conviven familiarmente como tal. Ejercen el rol de marido, novio, padre o compañero de trabajo, pero se reconocen en otros nombres y apariencias atribuidas a la feminidad. «Siendo Luz he llegado a adoptar un estilo personal a la hora de moverme, de vestirme, de cosas que vas descubriendo y te hacen sentir muy feliz». Pregunto a Ramón por la posibilidad de experimentar el sufrimiento emocional que genera la disforia de género. Sentirte alguien que no eres. «Yo nunca me he planteado hacer una transición. Tengo pareja y tengo una relación con ella siempre de varón. Nunca he tenido ningún tipo de intimidad o deseo con ella desde la perspectiva de una mujer. Yo soy un hombre y tengo clarísimo, de momento, que no quiero transicionar ni quiero cambiar». También huyen los ‘crossdresser’ del apelativo ‘travesti’. «Ha tenido siempre connotaciones muy negativas y peyorativas. A nosotros nos gusta vestirnos de mujer y convivir con una parte femenina de nuestro hombre». Destapa Dafni el velado que cubre el luminoso espejo del deseo para que Ramón culmine su metamorfosis temporal. «Siempre tengo esta sensación. Es un subidón y me sigo emocionando». Apelan ambos perfiles a la feminidad masculina para tratar de desempolvar todas nuestras dudas, pues sus reacciones ante ese ‘alter ego’ son de una felicidad radiante. «Todos los hombres nos hemos vestido alguna vez de mujer. Creo que hay una parte femenina en el hombre y nos cuesta hablar de ella. En nuestro caso, damos el paso a convivir con la heterosexualidad de un varón que tiene inquietudes de apariencia femenina».
El ‘hada madrina’ del crossdressing
En el año 2011 Dafni conoció al primer hombre que quiso ‘cruzar la vestimenta’. Esta estilista y maquilladora catalana ofrece un servicio único y personificado. Mientras termina de hacerle los labios a Luz, habla en inglés con un cliente. Recibe peticiones de diferentes países de Europa. Hoy ha quedado con una chica que viene desde la República Checa. «Consigue materializar nuestras ilusiones. Yo me pinto muchas veces en casa, otras adopto el hibridaje de salir con vestido y sin maquillar. Cuando me pongo en manos de Dafni siento que puedo pisar la calle con más seguridad y convicción de verme guapa». Comenta Yasmín que no duda en coger un vuelo asiduamente desde Palma para visitar Dafni Girls. Hay un atisbo de colectivización en los corrillos de este estudio. Banqueros, abogados o policías que dejan su ‘yo’ masculino al otro lado de la puerta para sumergirse en este olimpo de tacones, pelucas, braguitas, vestidos y cosméticos de todo tipo. También tienen su hueco mujeres trans que dan sus primeros pasos en talleres de feminidad corporal y modulación de la voz. Dafni estudia cada caso meticulosamente. Les ayuda a elegir los ‘looks’ y les proporciona privacidad absoluta. Ramón coge sus prótesis mamarias y coloca un biombo en el vestidor… Los vaqueros y la camisa con la que nos ha recibido en su casa ya son historia. Nos advierte, a partir de ahora soy Luz. Hoy saldrá a comer con sus amigas ‘crossdressers’ y llegar a casa feminizada. «A las chicas del estanco les encanta que vaya así a comprar tabaco». Despedimos al electricista que entendió que la luz en su vida era algo más que un trabajo diario.
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