El presunto asesino machista de Algemesí, Leonardo David A. R., de 34 años, que en la madrugada de este miércoles ha asesinado a su mujer, de 43 años, y al hijo de ambos, Samuel, de dos, ha intentado escudarse en una supuesta «depresión» ante los operadores del 112 para justificar el doble crimen machista. Según fuentes de toda solvencia a las que ha tenido acceso Levante-EMV, el asesino machista confeso llamó al servicio de Emergencias pasadas las seis de la mañana, cuando ya se sabía descubierto, es decir, minutos después de que ya lo hubiera hecho la madre y abuela de las víctimas, Marlene, una mujer de 67 años y con una patología cognitiva degenerativa, quien llamó desesperada a las 5.50 horas a ese número, pidiendo auxilio.
Tal como ha publicado este diario, el doble asesinato machista –el sexto de este tipo en España en poco más de 24 horas, lo que ha encendido todas las alarmas- fue descubierto a las 5.50 horas de la madrugada del miércoles, precisamente cuando Marlene llamó al 112 después de salir despavorida de la vivienda, consciente de que tanto su hija como su nieto ya estaban muertos.
De hecho, de las primeras investigaciones, que está centralizando el grupo de Homicidios de la Policía Nacional, se desprende que el doble crimen debió ser perpetrado entre las cuatro y las cuatro y media de la madrugada, algo que corroborará la autopsia que se les practicará este jueves a los dos cuerpos en el Instituto de Medicina Legal (IML) de València, adonde fueron trasladados por orden de la jueza de guardia.
«Nos estábamos separando»
En la llamada efectuada por Leonardo David A. R. a Emergencias, realizada solo después de saber que Marlene iba a alertar de lo sucedido, llegó a decirle al operador que «estaba muy deprimido» porque «se estaban separando«, lo que confirma la versión dada por la abuela de Samuel de que antes de acostarse su hija y su yerno habían tenido una fuerte discusión en la que ella le debió anunciar que no podía más y que iba a poner fin a la relación, cuajada de maltrato, con agresiones físicas y control enfermizo y constante por parte del verdugo.
Según las fuentes consultadas por este diario, tanto Alejandra Villegas como su hijo fueron atacados mientras dormían, juntos en la misma cama, ya que Alejandra había dejado de compartir dormitorio con su maltratador. La principal hipótesis es que primero acabó con la vida de la madre, acuchillándola en la cama con uno de los cuchillos que había en la cocina y que luego levantó al niño y lo estranguló con sus propias manos, dejándolo caído en el suelo.
La víctima, en una foto facilitada por la familia / L-EMV
Los primeros agentes de la Policía Nacional y de la Policía Local de Algemesí que entraron en el domicilio, ubicado en el Parque Salvador Castell de ese municipio de la Ribera Alta, trataron de reanimar al pequeño, al ver que no tenía heridas de arma blanca y deducir que había sido asfixiado, con la esperanza de poder resucitarlo.
Para ello, pusieron en práctica las maniobras de reanimación cardiopulmonar propias para los bebés que les fue indicando un médico del Centro de Información y Coordinación de Urgencias (CICU), pero no sirvieron de nada, ya que el niño llevaba mucho tiempo fallecido cuando la abuela se dio cuenta y alertó al 112, aunque en ese momento no lo sabían. Finalmente, constatada su muerte, alertaron a la jueza y al forense de guardia, quien examinó los cuerpos, tras lo cual la magistrada ordenó el levantamiento y traslado de ambos al Instituto de Medicina Legal (IML) de València, donde se les practicará la autopsia a primera hora de este miércoles.
La abuela dormía con el móvil en la almohada
En este caso, como en tantos otros con víctimas mortales, no había denuncias previas de violencia machista de la víctima hacia su agresor, pero sí una relación de maltrato y control que Alejandra, a quien sus amigos y familiares llamaban cariñosamente Aleja, simplemente no había denunciado. Sus amigas, su hermano y su cuñada la habían intentado empujar a denunciar, pero ella se resistía, por miedo a su agresor, pero también por un pensamiento que se repite una y otra vez en estos casos: pese al sufrimiento, no quieren perjudicar a su agresor. Aleja temía que si acudía a la policía, se viera comprometido el proceso de regularización de su maltratador. «Es porque era el padre de su hijo, eso la paraba», cuenta una amiga, quien rememora al pequeño «como un amor» a quien todas las amigas adoraban.
Pese a todo, ella era consciente del peligro. De hecho, Leidy Rodríguez, la cuñada de Aleja, cuenta que «la madre de ella, Marlene, dormía con el móvil en la mano, para llamar enseguida a la policía si pasaba algo. Así lo habían acordado las dos, para que Marlene pudiese llamar cuanto antes para pedir ayuda». Fue justo lo que sucedió en la madrugada de este miécoles, cuando la mujer llamó desesperada al 112 poco antes de las seis de la madrugada tras descubrir los crímenes de su hija y de su nieto.
Alejandra se había ido de su país natal, Venezuela, a Colombia en busca de una vida mejor, tras la profunda crisis económica en su tierra. Y allí, en Colombia, conoció al que sería su verdugo, Leonardo David A. R. La mujer, que tiene otra hija, una chica de 18 años, allá en Colombia, decidió probar suerte en España, aprovechando que su hermano vivía desde hacía tiempo en Alzira con su mujer.
Aleja llegó en diciembre de 2021, recién embarazada, y se instaló en casa de su hermano y de su cuñada. A los meses, hizo todo lo posible por ayudar a Leonardo a venir con ella, y su vida volvió al infierno que ya había comenzado mucho antes. Según sus familiares y amigas, el control y los ataques de ira eran constantes.
La obligaba a estar en videollamada en el gimnasio
«Si ella iba al gimnasio, la obligaba a tener activa todo el tiempo una videollamada para tenerla controlada y ver si alguien se le acercaba», cuenta una amiga de Aleja, Angélica Gómez, quien agrega que hace una semana, Leonardo acabó recibiendo una paliza por encararse a un hombre solo porque pensaba que le había dicho algo a su pareja.
La mujer se ganaba la vida como podía en un negocio de manicura de Algemesí y su gran ilusión era abrir un negocio propio. Angélica recuerda que pocos días atrás la volvió a intentar convencer de que saliera de la casa y se fuera con el niño a la suya. «Estaba obsesionado con ella. Le decía todo el rato que quería que volviesen a ser una familia como antes. Incluso la amenazaba por WhatsApp con que se suicidaría si le dejaba», explica. Ese tipo de chantaje emocional es otro de los lugares comunes en maltratadores que planifican el asesinato de sus víctimas. De hecho, nunca o casi nunca acaban con sus vidas y, en las escasas ocasiones en que lo hacen, lo hacen solo después de asesinar a su víctima o víctimas, en los casos en que incluyen a los hijos.
«‘Por tu bien, por tu tranquilidad, déjalo y vente conmigo’, le decía yo», recuerda Angélica. «Yo también he sufrido con un maltratador y por eso veía por lo que ella estaba pasando», agrega, para confesar que a Aleja no llegó a decirle que ella había pasado por lo mismo. Se arrepiente. «En cuanto escuché que habían matado a una mujer, sin saber nada más, pensé: ‘Lo hizo, lo hizo. Lo tenía pensado y lo hizo’«.
De momento, el doble asesino machista permanece detenido en dependencias policiales hasta que sea puesto a disposición judicial, probablemente este viernes, en Alzira.