Feijóo, un presidente otoñal

Sin ser politóloga, juraría que a Alberto Núñez Feijóo le da bastante pereza ser presidente del Gobierno. Pide elecciones anticipadas, pero tampoco las quiere mañana mismo. En una entrevista esta semana, anuncia protestas callejeras de los suyos contra Pedro Sánchez «en otoño». Largo me lo fiais, que diría un clásico. Hasta el 22 de septiembre que cambia la estación puede contar el asediado líder socialista con que su teórico máximo oponente le visualiza vivo y coleando en la Moncloa y no va a concretar acción alguna digna de titulares. ¿Es tal vez Feijóo el analista más generoso de España en lo que a la salud de la presente legislatura se refiere? Eso, o pura vagancia. El presidente del PP se toma las vacaciones escolares y algo más, como el año pasado, cuando desapareció durante semanas y reapareció sin gafas. Acaba el curso, congreso del partido conservador un finde en julio, gran ovación, merecido veraneo y tal; oiga, que sin darnos cuenta nos ponemos en Navidad, o en 2027. No vayamos a sudar la gota gorda sin necesidad. Vale que es grande la tentación de comprarse un cubo de palomitas y sentarse a ver el desfile de examigos presuntamente corruptos y puteros de Sánchez ante los tribunales, los registros policiales en domicilios y sedes políticas, o las actuaciones contra ministros de jueces con una misión. Pero en ese lugar tan cómodo de la vida pública ya está instalado su archienemigo a la vez que socio Santiago Abascal, que con cuatro tuits y dos ultimátums en provincias se gana el sueldo, y que cuanto menos se expone más sube en las encuestas. Comentar la actualidad, o la última ocurrencia conspiranoica del marchito José María Aznar, bajo el aire acondicionado de los medios de comunicación resulta descansado con el calorazo, pero también inútil. Pedir elecciones lo hace hasta la Conferencia Episcopal, cuyo reino no es de este mundo. Si el Supremo exhibiese el fuste del antiguo presidente gallego otro gallo muy distinto le cantaría al Gobierno de coalición, algo más relajado y feliz gestionaría nuestro presente. Pero hay magistrados y guardias civiles que no entienden de astenia cuando hay tanto en juego.

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