Tomás Rufo sale a hombros en Alicante sin pasión de triunfo grande

Salvador Ferrer

La ganadería de Zacarías Moreno tiene sangre
de Daniel Ruiz y Garcigrande. Lechón o Nigeriano son nombres de la génesis de
los domecqs que pastan en La Mancha. Buena ganadería que falló en parte en
Alicante.

Profusamente a la la verónica, ganando
terreno, lanceó Castella al primer “Zacarías”. Atacado de kilos o eso parecía
cuando perdía las manos. Además, le costaba acometer, ya no digamos repetir las
embestidas. Estuvo centrado Castella con el toro, y paciente. Y luego,
insistente. Demasiado plúmbeo con el toro asfixiado. Un aviso antes de montar o
espada.

El cuarto se descordó nada más salir al ruedo.
Una pena. En su lugar salió Cabezón, con el que Castella abrió faena como
tantas veces entre pases cambiados. Buen son tuvo el de Zacarías aunque soltara
la cara en ocasiones. Con circulares trató Castella de suplir las
imperfecciones del toreo en redondo. No levantó vuelo la faena.

Bajo, un punto acochinado, y acapachado el
segundo. Un tacazo. Se empleó en el caballo, las patas levantadas, los riñones
metidos. Un volatín le hizo mella al toro. Luque lo acarició en un prólogo
andando y muy torero. Casi al paso le sopló un trincherazo hermoso. Muy fácil
el toro y más en las manos de un buen torero como es el de Gerena, que no pudo
apretarlo. Brilló por su suavidad el toreo en redondo en medidos y mecidos
muletazos. Mató de buena estocada que precisó un golpe de descabello.

El quinto fue Nigeriano, como tantos
gentilicios que han dado nombre a toros ilustres. Como Sevillano, lidiado en
sexto lugar. Luque firmó un ceñido quite por chicuelinas con un garboso remate
que acabó siendo casi un muletazo con el capote. Torero. Atacó muy en corto
Luque. Muy pronto, muy cerca. Demasiada autoridad quizá. Hubo pasajes hermosos
con la mano derecha, ofrecido el pecho, rota la cintura. Las luquecinas finales
prendieron más la mecha entre el público que el meollo del trasteo.

El castaño y acucharado tercero era una
lámina. La hechura perfecta. Muy despacio, y sentido, toreó Tomás Rufo en el
inicio de la faena. Hubo otra serie más reunida y a cámara lenta. Con la
izquierda hubo varios sueltos y uno, especialmente, cumbre, hasta el final con
los vuelos que el público coreó con gozo. Cayó la espada y la oreja.

El sexto, Sevillano, le tocó en suerte al
toledano Rufo. El de Pepino, que en Alicante cuenta sus actuaciones por
gazpachos formados, comenzó de rodillas. Una serie posterior, derecho, tuvo
entidad y rotundidad. A cámara lenta y por abajo los muletazos. El palillo por
la espinilla. Obedeció y respondió el toro por abajo. Bravo y codicioso. A
regañadientes la tomó por el izquierdo, con vibración. Hubo un par de naturales
soberbios de profundidad. Redondos.

A falta de lo que haga Escribano con seis
victorinos el sábado, y sólo anunciarse ya es un triunfo, el gran triunfador de
las Hogueras es Alejandro Talavante. La faena más rotunda, maciza, completa,
sentida y artística lleva su nombre.

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