La de los pueblos de Zaragoza afectados por las tormentas es una historia de vecinos. De los vecinos de calle, de los vecinos de localidades cercanas y también de los de las comunidades colindantes. Porque, como cuenta Mariona Baixauli, ella no es la única valenciana que se trasladó a la ‘zona cero’ de las riadas para echar una mano. «En Azuara conocí a una chica de Algemesí, un pueblo de Valencia que se vio bastante afectado por la dana, y luego sé de otro chico de Paiporta que se fue con su tráiler a Letux», dice.
Ella, que también es de Paiporta, acudió este sábado con su pareja a Azuara para ayudar a quienes, igual que ellos en octubre, vieron cómo las lluvias arrasaban con sus casas y llenaban de barro sus calles. «La abuela de mi pareja es de Daroca y le propuse que, ya que íbamos a acercarnos por ahí, pasáramos por los pueblecitos afectados para ayudar», explica Baixauli. «Pregunté a otra gente de aquí para saber un poco. Además, en las redes sociales vimos que por ejemplo en pueblos como Letux indicaban que no hacían falta más voluntarios, así que buscamos otro pueblo afectado en la comarca del Campo de Belchite», apunta.
Así llegaron hasta Azuara. «Fuimos tarde, la verdad, sobre las 12.30 horas. Estuvimos en casa de una persona que tenía un jardín en la parte de atrás y estaba lleno de ramas y hojas», dice. Baixauli cuenta que estuvieron solo «un ratito» y siente no haber podido ayudar más, pero les movió la empatía. «Nosotros acabamos de salir de eso, no podíamos ser hipócritas», señala.
La voluntaria se remonta a finales de octubre y hace un balance de las dos situaciones: la valenciana y la aragonesa. «Es verdad que aquí ha habido una suerte y es que los pueblos están en cuesta, porque nuestro problema fue que era todo llano. Pero al final es algo que nunca te esperas, una desgracia natural que no ves venir», sostiene. Desde la experiencia, asegura que «no hay tiempo físico de prepararse para algo así», todavía menos en esta época. «Lo nuestro fue en octubre, que igual te esperas lluvias, pero en junio no lo piensas», matiza.
Ella tuvo en Azuara las mismas sensaciones que en Paiporta. «Sentí lo mismo, que es decir vamos a hacer cosas, a actuar, a ser proactivos», señala, y añade: «Hablé con algunos vecinos y les pasó como a nosotros, que de repente les vino una ola». La valenciana comparte su experiencia con la dana: «Por suerte, vivo en un cuarto piso y no me vi muy afectada. En mi calle, que es muy estrecha y está al lado del barranco del Poyo, se hizo un tapón de coches». «Parecía yo que sé que… Como si hubiera habido una guerra», apunta.
Baixauli cuenta que mientras esperaban a la llegada de la maquinaria en Paiporta, los vecinos ayudaban a limpiar el barro. «En esa calle hay muchos bajos y ahí estuvimos, limpiando» recuerda. Por eso, ahora empatiza con los aragoneses afectados. «Cuando estás en un pozo así, aunque veas a gente que ha pasado por lo mismo, crees que no vas a salir. Ves tu casa, esa que te ha costado un montón conseguir, destrozada y… Piensas que nunca vas a estar bien», afirma.
La joven no se siente capaz de dar consejos que vayan más allá de rodearse «de amigos, familia y psicólogos«. Con todo, indica que hay luz al final del túnel. «En mi calle de Paiporta se ve que están llegando las ayudas porque la gente está empezando a reformarse las casas y ya no se ve todo tan desangelado… Eso sí, es una cosa de meses», sostiene.
Baixauli apunta que «poco a poco te va llegando la alegría«. «Aunque hay locales que cerraron, otros muchos han abierto. Hay gente que pensaba que esto no pasaría», dice. Su mensaje es tener confianza en que avance la situación. «Ver Azuara me esperanzó porque, dentro de la catástrofe, lo vi más o menos bien», expresa.
Para ella, estas situaciones revelan que «lo mejor que tiene un país es la gente» y relata que en Azuara fue todo el mundo «muy amable». «Puede haber desavenencias entre comunidades, pero en lo duro estamos todos ahí», subraya. Porque esta es una historia de vecinos.