A lo largo de estas últimas doce temporadas, el Real Zaragoza ha tenido veinte entrenadores diferentes y uno ha repetido en dos ciclos: Víctor Fernández. Es decir, veintiuno. La SAD ha cambiado de técnico cada seis meses de media. Una auténtica barbaridad. Ahora, Gabi Fernández intentará que ese trajín interminable termine por fin. En esta larga etapa por el infierno de la Segunda División, donde han ardido sueños fundados de ascenso en varias campañas y en la que el viento gélido del descenso también ha amenazado con fuerza en algunas ocasiones, el club ha tenido seis directores deportivos al frente de la planificación, profesionales de perfiles diversos: veteranos de guerra y con bagaje, jóvenes con ganas de hacerse un nombre y comerse el mundo, ejecutivos con currículums brillantes y melones por abrir. De promedio, uno cada dos temporadas. El último en llegar, el séptimo, ha sidoTxema Indias que, como Gabi, también tratará de estabilizar el puesto.
En este tiempo que hemos vivido peligrosamente, por la plantilla del Real Zaragoza han desfilado cientos de jugadores. Los mejores han permanecido poco tiempo en el equipo siguiendo su camino natural de crecimiento, bien al terminar sus cesiones de éxito o una vez hecho un nombre en el mercado futbolístico después de brotar desde la cantera: Vallejo, Guti, Soro, Francés, Iván Azón, Marc Aguado, Pep Biel, Diego Rico y, ahora, Adrián Liso. De entre los grandes, sólo Cristian Álvarez permaneció en el equipo cuando su nivel estaba para empresas de otra categoría. En la recta final de su carrera, la fidelidad de Alberto Zapater también merecería una mención muy significativa. No ha habido muchos futbolistas de trayectoria larga en la ciudad que hayan tenido un peso relevante en un momento u otro de su estancia: Nieto, Francho, Jair o Eguaras serían algunos casos.
El Real Zaragoza atraviesa la peor era de toda su historia y no encuentra la manera de salir de este enrevesado laberinto. La fórmula que ha utilizado hasta ahora no ha dado resultados. El cambio constante de directores deportivos, entrenadores y jugadores, a veces de manera delirante, no ha funcionado. Doce temporadas después, el club y el equipo están en la misma casilla de salida sin haber sabido llegar a la meta y soportando las lógicas consecuencias que el desgaste por los desengaños ha provocado en la ciudad, más todavía después de la última campaña de sufrimiento extremo.
El camino de la inestabilidad, de los continuos vaivenes, de la impaciencia, de la excesiva ansiedad, de las revoluciones anuales no ha llevado al destino deseado sino al territorio de los problemas, las decepciones y de los objetivos no conseguidos. En ello ha influido decisivamente el excesivo número de errores cometidos en la elección de piezas a todos los niveles. Y que cuando ha habido cosas aprovechables, el club tampoco ha sabido exprimirlas ni conservarlas.
Una vez más, otra temporada más, el Real Zaragoza se encuentra en una disyuntiva parecida. El último proyecto colapsó (se llevó por delante a Fernández, Ramírez y Cordero) y obligará a realizar otra profunda reestructuración este verano, buscando piezas diferenciales para hacerlo crecer sobre otras bases distintas. La SAD ha apostado por Indias y Gabi para iniciar un nuevo camino con contratos de corta duración (dos y un año, respectivamente) pero con la intención de que, por fin, el proyecto cuaje, sea duradero y tenga éxito. La señal que todo el zaragocismo está esperando para dejar de pensar en pequeño y empezar a pensar en grande.