Licenciado en Medicina y Cirugía y especialista en Neurofisiología clínica, Javier Albares es miembro de la Sociedad Española del Sueño. Lleva 20 años tratando a pacientes con patologías diversas, incluidos los trastornos del sueño. También es padre de dos adolescentes. A ellos, precisamente, dedica su último libro, ‘Generación Zombi’ (Península), un ensayo científico, ameno y divulgativo sobre cómo pueden las familias combatir una droga “silente, discreta y peligrosa” a pesar de que no deja cadáveres como lo hacía la heroína en los años 80 o ahora el fentanilo. El uso excesivo de pantallas, dice, es “una droga que, por primera vez en la historia de nuestra especie, afecta a todas las edades por igual”.
Muchas familias se preguntan en qué momento se les ha ido de las manos el uso excesivo que hacen los hijos de las pantallas. ¿Quizá en el mismo momento en el que madres y padres vivimos pegados a los móviles?
Somos el espejo en el que se miran, efectivamente. Es la primera vez en la historia que un abuso a la misma cosa se produce en varias generaciones, algo que lo complica todavía más. Nuestros hijos nos han visto años y años utilizando el móvil y ahora les decimos que no lo usen. Perdemos poder, nuestro mensaje no tiene fuerza ni congruencia. Predicar con el ejemplo es, precisamente, uno de los diez consejos prácticos que doy a las familias en el libro, igual que retirar los dispositivos electrónicos de los dormitorios o prohibir la multitarea. No hay que caer en el pesimismo y pensar que hemos perdido la batalla. Podemos hacer muchas cosas.
«Es la primera vez en la historia que un abuso a la misma cosa (las pantallas) afecta a todas las edades por igual”
¿Por qué hay que dejar de usar el término nativo digital?
Lleva a cierta confusión. Es como si nuestra especie hubiera mutado hacia unas capacidades diferentes en cuanto a la tecnología. Las nuevas generaciones no poseen cerebros más dinámicos, ni más rápidos, ni mejor adaptados a la estructura fragmentada del mundo digital. La evolución humana es mucho más lenta, necesita cientos y miles de años. El término nativo digital no es real porque un adulto puede aprender esas funciones sin problema, no hace falta hacerlo en la niñez. La infancia se vive una vez y el tiempo que se dedica a la pantalla te lo quitas de otras cosas imprescindibles para el neurodesarrollo: juego, actividad física, lectura, aburrimiento, creatividad…
«Tu hijo no tiene un cerebro más dinámico ni mejor adaptado a la estructura fragmentada del mundo digital»
Recomienda apartar las pantallas y las redes sociales hasta los 16 años. ¿Qué pasa a los 16? ¿El cerebro ya funciona de otra manera?
A veces parece que nos contentamos con esa barrera de los 16 años. La neuroplasticidad surge en los años previos, pero se sigue desarrollando hasta los 20 o 22. Lo que pasa es que los años anteriores son más críticos. Cuanto más pequeño es un niño, más frágil es y más riesgo tiene de caer en algún tipo de problema. Aunque el riesgo también lo sufrimos los adultos.
«YouTube está diseñado para que nos pasemos el máximo tiempo en pantalla y el cerebro está más tiempo frente a la pantalla cuando hay violencia»
La UE está intentando poner freno, igual que la futura ley española de protección digital a los menores. ¿Confía en estas medidas legislativas?
Son necesarias, pero han de ir acompañadas de la implicación individual de las familias y de un cambio social para que no se sientan solas. Si no, es la guerra de David contra Goliat. No es lo mismo que, en una misma clase, dos niños de 14 años no tengan móvil a que no lo tengan la mitad. La tecnología es necesaria, no hablo de tecnofobia.
No está muy a favor de la expresión “tiempo bueno y malo” de pantalla. Pero si un niño usa YouTube para ver acuarios ¿podemos afirmar que es un tiempo sano?
Sería un tiempo mucho más sano si estuviera en un acuario de verdad viendo peces. Es mucho mejor ver esos vídeos que imágenes de adolescentes dando una paliza a otro. Pero YouTube está diseñado para que nos pasemos el máximo tiempo en pantalla, el algoritmo nos lleva a la polarización y el cerebro humano está más tiempo frente a la pantalla cuando hay violencia.
Muchas voces defienden que la tecnología es neutra y que todo depende del uso que le des.
No me gusta, creo que es hacernos trampas al solitario. ¿Tiempo bueno? En fin, tiempo menos malo.
Existe un sentimiento de resignación. Pensamos que “es lo que hay”, “lo que nos ha tocado vivir”.
Pensar así es ponernos una venda en los ojos. Nos tenemos que rebelar. No tengo intención de adoctrinar a nadie, pero no se nos puede olvidar que tenemos responsabilidad en la educación de nuestros hijos.
«El sueño es nuestro psicólogo, nuestro gran cuidador de la salud mental»
En su libro explica el mecanismo de los chutes de dopamina y la adicción. Pero la adicción es un problema sanitario mucho más severo que un uso excesivo de pantalla.
Las pantallas se pueden usar de tal forma que se altere la forma en la que funciona nuestro cerebro. El mecanismo de recompensa funciona igual que con las drogas. No nos gusta el término adicto, perfecto. A mí tampoco. No digo que estemos delante de una generación de adictos. Pero es verdad que el uso excesivo puede crear una adicción.
«El estrés crónico nos enferma y termina por matarnos»
Las pantallas roban tiempo de sueño. ¿Qué le pasa al cerebro de nuestros hijos si no duermen suficiente?
Una de las funciones del sueño es el aprendizaje, así que repercutirá en su vida académica y sus calificaciones. También en su estado de ánimo. Un niño que duerme poco es más vulnerable a los problemas de salud mental, como la ansiedad o la falta de autoestima. El sueño es nuestro psicólogo, nuestro gran cuidador de la salud mental.
Una pantalla no provoca TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) en un niño, ¿verdad?
Por supuesto que no, pero el uso excesivo de pantalla o la falta de horas de sueño puede provocar síntomas diurnos de comportamiento que nos lleven a diagnósticos equivocados de TDAH.
¿Cómo nos estresan las pantallas?
Con su gran cantidad de contenido de información y sus características visuales y de sonidos. No aguantamos ni dos minutos viendo algo seguido, una multitarea que provoca estrés a nivel cerebral y nos impide algo imprescindible para la salud mental: no hacer nada. El estrés crónico nos enferma y termina por matarnos, es la causa fundamental de la mayoría de las patologías de la actualidad.
Suscríbete para seguir leyendo