En España, según los últimos datos del INE correspondientes a 2023, nacieron aproximadamente 320.000 niños y fallecieron 436.000 personas. Cada día mueren en el país unas 300 personas más de las que nacen. Esta es una de las consecuencias más visibles del declive demográfico, donde la natalidad se mantiene en los niveles históricos más bajos y el envejecimiento avanza sin freno.
Sin embargo, en el primer trimestre de 2025, la población española superó los 49 millones de habitantes, experimentando un aumento de 75.865 personas atribuible al incremento de la inmigración. De hecho, el número de ciudadanos extranjeros aumentó en 95.363 personas, mientras que la población con nacionalidad española disminuyó en 19.498. Este dato refleja una realidad estructural: el crecimiento poblacional en España ya no depende de los nacimientos, sino del dinamismo migratorio.
Por otra parte, la tasa española de fertilidad se situó en 1,12 hijos por mujer en 2024, una de las más bajas del mundo y muy lejos del umbral de reemplazo generacional, fijado en 2,1 hijos por mujer. En 2023, la edad media de la mujer española para tener su primer hijo fue de 31,5 años, por encima del promedio europeo de 29,8 años.
Canarias, el epicentro del declive
En este contexto, como muestran los datos oficiales, Canarias presenta una situación demográfica especialmente crítica. En 2024 la población del archipiélago alcanzó su récord histórico con 2.258.726 habitantes, lo que supone un incremento de más de 19.000 personas en relación con el año anterior. Desde que se superó la barrera de los 1’8 millones de habitantes en 2003, el número de residentes no ha parado de crecer, hasta el punto de que, en lo que llevamos del siglo XXI, las islas han ganado más de medio millón de nuevos residentes. Este crecimiento se debe casi exclusivamente a la inmigración, teniendo en cuenta que el año pasado solamente se trasladaron a Canarias unos 2.700 españoles.
Igualmente, en 2024 el archipiélago registró 11.718 nacimientos frente a 17.785 defunciones, arrojando un saldo vegetativo negativo de más de 6.000 personas. Su tasa de fecundidad, de apenas 0,84 hijos por mujer, es la más baja de España y una de las más reducidas del mundo, comparable solo con territorios como Corea del Sur o Hong Kong. Además, Canarias sufre una caída sostenida de nacimientos durante la última década que representa un descenso cercano al 28 % respecto a los 16.398 nacimientos de 2014.
El papel creciente de la inmigración en la economía
Frente a la crisis demográfica, la inmigración se está consolidando como motor de renovación poblacional y crecimiento económico. En 2023, llegaron a España 1.250.991 inmigrantes, de los cuales aproximadamente el 73 % eran ciudadanos no comunitarios, lo que equivale a unos 912.000 extranjeros procedentes de fuera de la UE. España se situó como el segundo país de la UE con más inmigración en cifras absolutas, solo por detrás de Alemania.
Según datos del INE, el 50 % de los inmigrantes tienen entre 15 y 29 años, lo que refuerza la población activa y permite cubrir vacantes en sectores tensionados como la construcción, la sanidad, la agricultura, la hostelería y los cuidados. En este sentido, los inmigrantes representan hoy el 43 % de la mano de obra en la construcción, frente al 25,8 % de hace una década, y el 41,1 % del total de trabajadoras del sector de la limpieza, el doble que en 2013.
Más allá de los datos, diversos informes han subrayado el impacto positivo de la inmigración en el PIB, destacando la capacidad de España para integrar rápidamente a parte de su población inmigrante, algo que no han logrado países como Alemania o Francia. Los lazos culturales con América Latina -idioma, valores y costumbres- facilitan la integración de ciudadanos procedentes de Hispanoamérica.
Sin Embargo, mientras España recibe cada año cientos de miles de inmigrantes, también pierde población autóctona altamente cualificada. Según el INE, entre 2008 y 2023, emigraron al extranjero cerca de 900.000 españoles nacidos en España. Una parte significativa de estos emigrantes, que cuentan con formación universitaria y experiencia profesional, buscan mejores salarios, estabilidad y oportunidades laborales en países altamente desarrollados. Esta fuga de talento agrava el desequilibrio demográfico y evidencia las limitaciones del mercado de trabajo español para retener capital humano cualificado.
Una oportunidad que exige políticas integrales
No obstante, el «boom migratorio» también plantea desafíos: inserción laboral, presión sobre el mercado de la vivienda y adaptación de los servicios públicos. Para abordar este escenario, es necesario un enfoque integral que combine políticas de apoyo a las familias, atención a las personas mayores y una estrategia eficaz de integración. Esta estrategia debe incluir la convalidación de títulos, la formación profesional, la atracción de talento cualificado y el refuerzo de la cohesión social.
La situación demográfica de España, y especialmente de regiones como Canarias, exige un debate sereno, ambicioso y a largo plazo. No basta con analizar las cifras, es necesario conectar la evolución poblacional con el modelo económico, social y territorial del país. Si se gestiona con inteligencia, la inmigración puede ser una herramienta poderosa para contrarrestar el declive demográfico. Pero para ello es imprescindible desarrollar políticas públicas coherentes, inclusivas y sostenibles, capaces de garantizar el equilibrio demográfico y reforzar la cohesión social en las próximas décadas.
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