Mary Beard es una eminencia. Filóloga clásica, catedrática en Cambridge y Premio Princesa de Asturias, estuvo este miércoles 18 de junio por primera vez en Canarias para hablar de mujeres y poder a lo largo de la historia en el Real Casino. Su visita fue posible gracias al proyecto La Literatura es Femenina.
¿Cómo surgió su pasión por la historia?
Puedo responder eso muy fácilmente. Cuando tenía cinco años, vivíamos lejos de Londres, en una pequeña ciudad. Nunca había visitado la capital y mi madre pensó que ya era hora de que la viera. Fuimos al Museo Británico y yo, como todos los niños, quería ver las momias egipcias. Ella estuvo de acuerdo pero me insistió en que deberíamos pasar también por el ala donde se explicaba cómo vivían los ciudadanos de a pie. Era la década de los 60 y casi todas las piezas estaban expuestas en atriles muy altos. Mi madre llamó mi atención sobre un trozo de tarta que tenía 3.000 años de antigüedad pero yo no alcanzaba a verlo. Uno de los empleados del museo pasó por allí y preguntó qué es lo que quería ver, sacó las llaves del bolsillo y puso aquel trozo de tarta justo delante de mí. Fue un momento mágico que rápidamente despertó mi pasión por la historia.
Lo más natural es que usted considere, al contrario de lo que opina mucha gente, que la historia es una materia realmente divertida…
Sí que es divertida y también muy reveladora e interesante. A menudo me dicen que seguro que me encantan los romanos. Lo cierto es que no, no me gustan. Me parecen horribles. Pero la realidad es que siempre que te pones a investigar te das cuenta de que encuentras algo nuevo, interesante, algo realmente sorprendente. Además, la historia te ayuda a ver el presente con otros ojos. Pero por supuesto que es algo que me divierte. Si no, no me dedicaría a ello, eso es obvio.
Mary Beard. / Arturo Jiménez
Con su trabajo rescata los nombres olvidados en los manuales, la perspectiva nunca contada de la mujer. ¿Le fue más difícil a usted hacerse un hueco en el ámbito académico por serlo?
Considero que sí. Ahora bien, soy afortunada, no me quejo, eso sería ridículo. Pero soy consciente de que de que es un mundo que no termina de estar diseñado para nosotras las mujeres. Una vez lo describí como vivir en un hotel y muchas mujeres han estado de acuerdo conmigo en ese símil. Una no termina de sentirse totalmente en casa.Y resulta curioso contar esta anécdota aquí, ahora que estamos en un hotel precisamente. Puedes vivir en un hotel maravilloso, que te vayan subiendo de categoría y acabes en una suite magnífica. Te sientes bien, es bonito y estás agradecida, pero no estás realmente en casa. Puede que eso pase en algunas ocasiones simplemente porque lo ves con otros ojos y tienes una perspectiva diferente, pero siempre te queda la sensación de que es un mundo hecho para los hombres.
El mundo clásico es una materia casi inabarcable. ¿Ofrecería un consejo a alguien que quiere acercarse, por primera vez y desde la curiosidad, a esta parte de la historia?
Hay muchos consejos que podría brindar. Lo que sí animaría a todo el mundo es a que se aproximen a aquello que les despierte interés. A mí, por ejemplo, siempre me ha interesado la arqueología porque el contacto directo siempre ha sido importante. Un ejemplo claro es lo que me pasó con ese pedazo de tarta cuando era niña. Pero luego hay otras que quizás prefieren el teatro y pueden acercarse a teatro griego clásico y disfrutar con todas esas obras traducidas. Les animo a que busquen aquello que les enganche. El mundo clásico tiene muchas y diferentes áreas. Busquen aquello que realmente les apasione y búsquenlo sin temor a que parezca un mundo muy denso o académico.
Hablamos de contar esa parte olvidada, pero también corremos el riesgo de juzgar el pasado con los ojos del presente, ¿no cree?
Absolutamente correcto y eso es probablemente lo más difícil de ser historiadora. No podemos juzgarles como culpables según nuestros tiempos.Por otra parte está la necesidad de mantener una moral propia. En el caso de los romanos, por supuesto que hubo acontecimientos deplorables pero no puedo dejar de intentar entender la mentalidad que tenían en aquel momento. Es muy difícil mantener el equilibrio entre esos dos aspectos.
Las humanidades están desapareciendo lentamente de las universidades y siendo sustituidas por estudios más técnicos. Ya nadie estudia latín, por ejemplo.
Las humanidades son completamente esenciales para la democracia. No es una opción, son temas centrales para todos como ciudadanos. Al dejar las humanidades de lado nos fallamos a nosotros mismos. Las personas que nos dedicamos a esto también tenemos la responsabilidad de explicar que son absolutamente cruciales porque nos enseñan a cómo pensar ante cuestiones difíciles, cosas que incluso puede que no tengan solución. En redes sociales también necesitamos urgentemente a personas que sean capaces de pensar en términos complejos. Si quieres un estado democrático, necesitas enseñar humanidades. No hay otra opción si queremos una ciudadanía responsable y respetuosa.
Una pregunta divertida: como experta, ¿qué siente al ver películas como Gladiator que están llenas de imprecisiones y fallos?
(Risas) No me importan los errores, al fin y al cabo son películas. Hay muchas personas que se enfurecieron, por ejemplo, con el hecho de que hubiera tiburones en la arena. Te puedo decir que Gladiator, la primera, me gustó mucho. La segunda, sin embargo, me pareció una basura. Era prácticamente la misma trama que en la primera pero peor contada. Además, era de una violencia injustificada. Cada batalla que aparecía en pantalla acababa en una decapitación.
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