Vinicius Junior, junto al portero del Pachuca
Se cumplieron los pronósticos en el Mundial de Clubes, a pesar de que el Real Madrid arrancó ante el Pachuca más cerca del camarote de los hermanos Marx que de un equipo de elite. Se corrigieron a tiempo los de Xabi Alonso, pese a jugar con uno menos por la expulsión de Asencio, demasiado precipitado en su acción defensiva ante Rondón.
Solventó el trámite el Madrid, en un partido que ofrece varias lecturas y para todos los públicos: quienes quieran ver brotes verdes podrán agarrarse al buen hacer de Gonzalo como delantero centro o a la capacidad goleadora de Güler, jugador tan talentoso como desconcertante.
En cambio, los más críticos también tienen motivos para la preocupación: ¿qué ocurre en la defensa del equipo? ¿quién lleva la batuta en el centro del campo? ¿cuál es el verdadero rol de Tchouaméni? ¿Y qué se puede esperar de Vinicius, tan proclive al juego ornamental, al adorno innecesario, a sacar de quicio a rivales y compañeros?
Solo ha jugado dos partidos oficiales el Madrid de Xabi Alonso, pero de momento el equipo genera más preguntas que certezas. Es comprensible. Lo raro sería lo contrario, ver a un equipo con un entrenador recién llegado y apenas diez entrenamientos en las piernas funcionar como un reloj.
Pero más allá de eso, Xabi Alonso ya sabe a qué retos se enfrenta. El primero de ellos, el más relevante, el que le ocupará más tiempo, es sin duda el más trascendental: ¿a qué quiere jugar este Madrid?