Si sembramos dolor, cosecharemos violencia

Tengo dos perros Golden: Momo, de cuatro años, y Koko, de quince meses. Cuando Koko llegó a casa, Momo no lo recibió bien. Desde el primer día, su comportamiento fue hostil con el cachorro, aprovechaba el juego para dominarlo, mordisquearlo y hacerle comprender, a su manera, que no era bien recibido. Cuando corrían por el jardín, Momo saltaba encima de él y lo revolcaba en el suelo, haciéndole saber quién era más fuerte. Así transcurrió un año, en el que los marcajes fueron subiendo de intensidad. Pero ahora, Koko es un perro fuerte, más grande que Momo, y hace poco ocurrió un hecho que dejó muy claro que estaba harto. Toda la rabia contenida durante todo ese tiempo, en el que tuvo que soportar la dominación, estalló de forma abrupta, en un episodio que nunca antes había presenciado en mis treinta años conviviendo con perros.

Fuente