así se vivió desde dentro la histórica marea azul

Antes del mediodía, las calles próximas al Tartiere ya estaban a rebosar. La plaza Pedro Miñor y los alrededores de la calle Alejandro Casona eran un hervidero imposible de atravesar. Familias enteras, peñas, grupos de amigos y aficionados de todas las edades convirtieron la espera en una fiesta interminable. Se comió, se bebió y se cantó sin parar. Las horas fueron cayendo mientras los cánticos se elevaban cada vez más alto.

A las 19 horas, el momento más esperado. El autocar del Oviedo arrancaba desde el Silken Monumental Naranco rumbo al estadio. En su recorrido por Alejandro Casona, la locura azul se desató. Miles de bengalas iluminaron el cielo de Oviedo mientras el autobús avanzaba entre una marea humana que coreaba los nombres de los jugadores. El recibimiento fue tan masivo que se desató la locura y la policía tuvo que actuar. Una parte de la afición comenzó a lanzar objetos al aire y los cuerpos de seguridad actuaron para tratar de frenar la situación.

“El año que viene, queremos a Lamine. Ya nos toca”, decían con optimismo Gonzalo García, David Vázquez, Santi Caldevilla y Eduardo Capín, convencidos de que este sí es el año.

La emoción era palpable en cada rincón. “Llevamos siguiendo al Oviedo desde que tenemos uso de razón y hoy, por fin, lo veremos de nuevo en Primera División”, explicaban ilusionados José de la Rosa, Gonzalo Otero, Jimena Carrero, Itziar Suco, Álvaro Núñez e Iván Dos Santos mientras brindaban en uno de los bares cercanos a Pedro Miñor.

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