Adrián Barbón hizo frente a la manida frase de «todos los políticos son iguales», que tanto dice estar leyendo estos días a consecuencia del caso de corrupción que envuelve al PSOE, presumiendo de «transparencia» en primera persona. El presidente del Principado de Asturias reconoció estar «muy harto, asqueado, decepcionado e indignado por lo que está sucediendo» en su partido. «Cada nueva noticia me asquea y decepciona más. Y al mismo tiempo, no lo voy a negar, me afecta más», afirmó.
Pero, al contrario del pensar general, «no todos somos iguales ni merecemos tampoco ser metidos todos en el mismo saco«. Habla por él. En sus casi seis años como presidente del Principado ha mantenido su residencia en Laviana, su pueblo natal y su «toma de tierra». No se mudó a «ninguna residencia fuera de mi pueblo, rodeado de lujos ni oropeles». Sus propiedades son todas públicas. Desde un piso en Pola de Laviana, con la consiguiente hipoteca, hasta una finca que compró con el sueño de construir algún día una vivienda. «También es público, cuando accedo al cargo y cuando finaliza la legislatura, el dinero que tengo en el banco. Todo lo que tengo se conoce o se puede conocer», incidió.
Porque para Barbón, «el primer paso para luchar contra la corrupción es la transparencia y poner luz donde anida la oscuridad». Una lección que aprendió de Pablo García, presidente de honor de la FSA.
«Me repugnan los corruptos»
Sin embargo, el socialista no es «ningún ingenuo». Conoce la política. Un mundo llego de «luchas de poder y ambiciones desmedidas. Y traiciones«. Hasta en ocasiones, reconoció, las ha sufrido en sus propias carnes. Pero cree de verdad que es imposible «ser buen político si no eres buena persona», tal como le inculcó su güela Lala.
Por eso, la corrupción le afecta emocionalmente. «Me asquea la corrupción, los corruptos y los corruptores. Me repugnan. No lo soporto. Al no sufrir la avaricia del dinero, me cuesta entender a aquellos que la sufren», afirmó. Para el asturiano, «no hay justificación para la corrupción. Ninguna. Cero. No me valen excusas».
Tampoco acepta el «y tú más», por lo que su partido le pide que sea «radical» en la lucha contra la corrupción. «Allá otros partidos y otras personas con su conciencia. Nosotros no podemos ni debemos ser así. La corrupción no se debe tapar, sino perseguir», insistió. Cuando dice, por tanto, tolerancia cero se refiere a eso: «actuar con contundencia y sin contemplaciones; y llegar hasta el final».
La mano en el fuego, «por nadie»
«La corrupción es una traición a las siglas, a nuestros valores y a nuestro historia y una deslealtad a quién confió en esa persona. Una terrible e indecente deslealtad», continuó Barbón, en un escrito en sus redes sociales en el que decidió abrirse de lleno con sus seguidores. En el mismo, declinó, a su vez, poner la mano en el fuego por nadie. Esa frase la desterró hace mucho de su vocabulario porque «han sido tantas las decepciones». «Así que nadie me pida que lo diga o lo haga, porque no lo voy a hacer», advirtió.
Y en este escenario de corrupción y traiciones, Barbón dedicó sus últimas palabras a su güelu Tito, minero, militante socialista y hombre de convicciones, que murió en su casa y en su cama con una única foto en su mesita de noche: la de un dirigente del PSOE al que él tanto había admirado (Pablo Iglesias, fundador del partido). Y al dolor que sentiría viendo la crisis que vive el partido. «Su dolor, mi dolor, es el dolor de miles y miles, de millones de personas honestas, íntegras y ejemplares que demuestran la falsedad del ‘todos los políticos son iguales’. Porque no, no es así», sentenció.
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