Cada uno es hijo de sus inicios. Con los años uno recrece en otras capas, pero si ya no se es hijo, se es nieto. Pedro Sánchez tiene la mente ahormada a la del jugador de baloncesto que fue. Ahí aprendió a competir con dureza, a vivir contra reloj, a saber lo rápido que puede darse la vuelta a un partido y el secreto de la tensión: quien la maneja sin perder los nervios toma ventaja. Pero en la tensión del partido tan importantes como los minutos de juego son los tiempos muertos. Sánchez no sabe jugar sin ellos. Eso fue aquel parón de 5 días, bastante impresentable por cierto. Ahora lo es la ronda de contactos, en los que el argumento en el corrillo es la teoría del triángulo (Koldo-Ábalos-Cerdán) para aislar el mal. ¿Es posible que no tenga ramificaciones de más o menos entidad?. Sería raro. De su importancia dependerá que sea un triángulo de sutura o el triángulo de las Bermudas.
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