El narval es un animal realmente curioso. Lo que más llama la atención de este cetáceo ártico es su vistoso colmillo, alargado y recorrido por una estría en espiral de principio a fin. Pero ¿cuál es la utilidad de tan singular apéndice? ¿Para qué usa el narval (Monodon monoceros) este colmillo? Lo cierto es que la ciencia lleva años investigando este interrogante y se han dado múltiples respuestas, desde su supuesta función como arma, o bien como elemento para el cortejo nupcial o como herramienta para funciones vitales.
La teoría más aceptada hasta ahora consistía en que el colmillo era utilizado para fines de atracción sexual por parte de los machos hacia las hembras, pero dado que este apéndice es de naturaleza inervada y muy porosa, también se considera que permite detectar variaciones en la salinidad y temperatura del agua. Es decir, sería una especie de ‘sensor’ de las condiciones del mar.
Grupo de narvales en el mar / WWF
Ahora, sin embargo, un estudio científico basado en la observación directa de un grupo de narvales en su medio natural, publicado en Frontiers in Marine Science, ha desvelado algo que ha sorprendido a los autores. Y es que los narvales usarían este largo diente modificado para, simplemente, jugar, entretenerse, explorar y quizá enseñar a otros miembros de su grupo.
Observación mediante drones
Mediante su observación y grabación desde drones en el Ártico canadiense, los autores de la investigación observaron interacciones entre narvales y peces. Comprobaron que los cetáceos perseguían a los peces, les golpeaban incluso con fuerza con el colmillo, y otras veces solo los empujaban o tocaban ligeramente. En definitiva, esta variedad de contactos con el pez sugiere que usan el colmillo para una gran variedad de finalidades, incluyendo la caza, pero también la simple investigación de su entorno.
El colmillo del narval sigue siendo objeto de investigación / Getty
En un caso concreto, tres narvales persiguieron a un pez durante varios minutos. Uno de ellos le golpeó repetidamente con la punta y el lateral del colmillo, pero sin que se apreciase una voluntad de cazar el pez, como, si en realidad, solo estuviera jugando o entreteniéndose con él.
Y ese es, precisamente, uno de los hallazgos de la investigación. Estos cetáceos no solo juegan, sino que lo hacen de forma inesperadamente compleja.
En otro caso, un ejemplar joven nadaba siguiendo de cerca a un adulto en lo que parecía una sesión de aprendizaje o exploración. Es lo que los autores del estudio califican de “juego exploratorio”, ya que no se observaba ninguna situación de estrés ni amenazas externas.
De este modo, la función ornamental con fines nupciales, la exploración del entorno y el simple juego o entretenimiento explicarían esta formación tan vistosa de uno de los cetáceos más característicos de nuestros mares.
