Muchos pilotos sueñan con la corona de laurel de las 24 Horas de Le Mans. Solo unos pocos privilegiados consiguen colgársela al cuello. Y entre todos los que han peleado por ella este año, no había nadie que la mereciera más que Robert Kubica.
El polaco, de 40 años, con graves limitaciones físicas en su brazo derecho a raíz de un accidente que le apartó de la Fórmula 1 y privó al ‘gran circo’ de su inmenso talento, condujo este domingo, durante las últimas cuatro horas de carrera, al volante del Ferrari AF Corse #83 que compartía con Yifei Ye y Phil Hanson. De los tres, fue el que más turnos completó. En su último stint, resistió bajo presión y gestionó el tráfico, para acabar llevándose la victoria de mayor prestigio en Resistencia.
Kubica cerraba así el círculo con un éxito que recompensa años de lucha y resiliencia. Además, se trata del primer triunfo de un coche privado por primera vez en veinte años. Y junto a su amigo Fernando Alonso, con el que estuvo a punto de compartir dupla en Ferrari, son los únicos pilotos que han ganado en F1 y Le Mans en este siglo.
El drama
En 2011, Kubica competía con Renault en Fórmula 1 y era uno de los pilotos más cotizados de su generación. Ese año, a espaldas de la prensa, firmó un preacuerdo con Ferrari para vestir de rojo la temporada siguiente, junto a Alonso. Pero un maldito fin de semana lo cambió todo.
El polaco, que de adolescente do dormía encima del taller de su equipo italiano de karts para evitar gastos a la familia, es un apasionado la de la velocidad y de todas las disciplinas del motor. Aprovechó un respiro en el calendario de F1 para participar en el Rally di Andora, del regional italiano. Y allí sufrió un trágico accidente.
Su vida corrió peligro, estuvo cerca de desangrarse y perder el brazo, pero resistió. Y tras salir del hospital empezó el verdadero calvario: múltiples operaciones, fisioterapia, gimnasio y trabajo con psicólogos para recuperarse física y anímicamente. Pasaron los meses y Robert seguía teniendo serios problemas para ejecutar acciones sencillas como coger objetos o accionar botones. Pero es un tipo duro. Y no se rindió. Quería volver a la Fórmula 1. Retomar su carrera donde lo dejó.
De vuelta al ‘gran circo’
Tras un intento fallido con Renault, Kubica aceptó ser probador de Williams. Y en 2019 le llegó la oportunidad de ser titular. La escudería de Grove necesitaban dinero y los fieles y poderosos patrocinadores del polaco hicieron posible que cumpliera el objetivo por que había luchado durante ocho años.
Pronto quedó claro que Kubica, que compartía box con el entonces rookie George Russell, no era el mismo de antes de su accidente. Sumó el único punto para el equipo con el peor coche de la parrilla y a final de temporada se despidió del paddock.
En una entrevista en Inglaterra detalló sus limitaciones a la hora de pilotar: “El brazo derecho, la mano y los tendones están dañados y sin posibilidad de recuperación. No tengo ninguna rotación en el antebrazo. Este movimiento del brazo debo hacerlo en una trayectoria más ancha, porque ahí es donde tengo la fuerza. Se requiere espacio, que no se encuentra en la cabina de un Fórmula 1. Odio decir esto, pero hoy en día no es posible seguir«, se sinceró, derrotado.
A partir de ese momento, Kubica reflexionó y decidió que la vida sigue adelante y que en su caso, podía marcarse otros propósitos: “Esta experiencia me obligó a enfrentar un camino inesperado. He pasado mucho tiempo en hospitales y vi tantas personas sufren, que me di cuenta de que los problemas reales son otros».
Encontró el camino en el Mundial de Resistencia. Hace dos años, también en Le Mans, perdió la victoria en la categoría LMP2 en la última vuelta tras 24 Horas de batalla. Otros se habrían hundido. Pero Robert siguió luchando. Como siempre. Y este domingo, al fin, su perseverancia tuvo premio.