Este curso ha sido muy diferente para mí. No solo porque termina una etapa de mi vida, sino porque ha sido el primer curso en España, después de vivir diez años en Alemania. Al principio, todo me resultaba un poco extraño: el idioma, el ritmo de las clases, las costumbres… incluso el clima. Me sentía como entre dos mundos, sin saber muy bien dónde encajaba. Pero ahora, con el curso ya terminado, me doy cuenta de cuánto han cambiado las cosas y que al final, con confianza, todo sale bien.
De primeras, adaptarme no fue fácil y me costó un poco, pero poco a poco encontré mi lugar y lo conseguí. Me acuerdo que me costaba entender algunas expresiones, seguir el ritmo de las clases o relacionarme con personas que ya se conocían desde hace años. Pero con el tiempo, fui entendiendo que no hacía falta tener prisa. Que cada persona tiene su ritmo, y que está bien y es normal sentirse un poco perdida al principio.
Ahora, mirando hacia atrás, siento que este curso se ha pasado volando. Al principio parecía eterno, con todas esas asignaturas nuevas, los exámenes y la presión de encajar. Pero ahora, ya casi en verano, me doy cuenta de lo rápido que ha pasado todo.
El verano ya está aquí, y con él, una sensación de descanso y libertad que se agradece más que nunca. Después de tantos cambios, tanta adaptación y tanto aprendizaje, necesito desconectar. No solo del estudio, sino de todo. Quiero tener tiempo para mí, para hacer cosas que me gustan, para no tener horarios y para volver a sentirme tranquila. El verano es perfecto para eso.
Pero también sé que este verano no será solo un tiempo de descanso. En realidad, será un momento para asimilar todo lo vivido. Para pensar en lo que ha cambiado en mí desde que volví, en las personas nuevas que he podido conocer, en lo que he aprendido tanto dentro como fuera del aula. Y, aunque suene raro, creo que también será un tiempo para seguir conociéndome.
A veces me siento dividida entre dos lugares: Alemania, donde he vivido la mayor parte de mi vida, y España, que era mi lugar, pero que se me hizo extraño durante años. Y está bien. No tengo por qué elegir solo uno. Ser de dos sitios también es una forma de ser completa, aunque a veces duela un poco no sentirme “de aquí” ni “de allí” del todo.
Este curso me ha enseñado que el tiempo pasa, sí, pero que también transforma. Que crecer no siempre es bonito ni fácil, pero es necesario. Y que incluso cuando sentimos que no avanzamos, en realidad estamos cambiando.
Ahora, con el verano por delante, lo único que quiero es vivirlo de verdad. Aprovechar cada día sin pensar tanto en el pasado ni en el futuro. Porque si algo he aprendido este año es que el presente es lo único que de verdad tenemos. Y que incluso los momentos difíciles pueden convertirse, con el tiempo, en parte de una historia bonita.