Pedro Sánchez ha comparecido este lunes, tras cinco horas de Ejecutiva socialista, con una actitud muy distinta a la que ofreció el jueves pasado, nada más conocerse el informe de la UCO que implica al dimitido Santos Cerdán, hasta entonces secretario de Organización del partido, en una trama para el cobro de mordidas en la que también participaba José Luis Ábalos, su antecesor en el partido y exministro de Transportes. Frente al tono bajo y la cara de circunstancias de hace cuatro días, esta vez ha destilado la virtud de la que más ha hecho gala desde que comenzó su agitada carrera política: la resistencia.
No habrá elecciones generales anticipadas, ha insistido el presidente del Gobierno y líder socialista, pese a que en los territorios se extiende la idea de que debe dar por terminada la legislatura antes de mayo de 2027 para no “contaminar” los comicios autonómicos y municipales. Tampoco piensa someterse a una cuestión de confianza, otra idea que ha sido lanzada estos días por sus colaboradores, ni acometer una crisis de Gobierno para relevar a algunos integrantes del Consejo de Ministros. Los cambios, ha explicado, se reducen al partido, con un equipo interino que se encargará de las labores de Organización, la expulsión de Ábalos del partido (precisamente este lunes, tras casi 16 meses de instrucción del expediente) y una ya conocida auditoría externa para despejar las sospechas de financiación irregular.
“Estoy muy tranquilo”, ha dicho Sánchez sobre la posibilidad de que aparezcan nuevos audios de la trama que lo puedan implicar directamente, algo que aumentaría la presión para que dimita hasta límites difícilmente soportables.
El argumento para no anticipar
Pero el jefe del Ejecutivo, que esta semana se reunirá con sus aliados parlamentarios (empezando esta tarde por Sumar, miembro de la coalición, con un encuentro en el palacio de La Moncloa con la vicepresidenta Yolanda Díaz) ha reconocido que ahora mismo ha perdido la mayoría social. Todos sus argumentos para no convocar elecciones a corto plazo han tenido que ver con la idea de que, si da ese paso, “la derecha y la ultraderecha” alcanzarán sin duda el Gobierno.
“Las elecciones son cada cuatro años. Así seguirá siendo. No vamos a romper la estabilidad de España, que vive en uno de sus mejores momentos, para poner el país en manos de la peor oposición que ha tenido nuestro país”, ha dicho el líder socialista, que comparecerá el mes que viene en el Congreso a petición propia para rendir cuentas del escándalo, después de que la mayoría del Congreso le haya pedido que diera el paso.
“Entregarle las riendas del país a una coalición del PP y Vox, que impulsan una agenda reaccionaria, que tienen abiertos 30 casos de corrupción y que han sido multados por financiación irregular, sería una tremenda irresponsabilidad”, ha insistido Sánchez, quien también ha retado a los críticos en el PSOE, que estos días se reproducen al calor del caso de corrupción que golpea el epicentro del partido, a expresar las críticas “en los organismos internos”.
En la Ejecutiva, donde predominan sus fieles, apenas las ha habido. Tras más de 20 peticiones de palabra, todos se han puesto de acuerdo en la conveniencia de resistir dos años más sin elecciones. Y si Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal quieren impedirlo, ha subrayado, que «presenten una moción de censura». Aun así, dentro de esta imagen de fortaleza, Sánchez también ha dejado claro que está pasando por un mal momento. Preguntado por si ha llegado a contemplar estos días la dimisión, como le reclaman el PP y Vox, ha contestado que ha pensado «en todas las opciones». Pero las ha descartado.