La corrida “In Memoriam”, homenaje al mítico Victorino Martín Andrés, alcanzó su cenit en el sexto toro: “Milhijas”, un cinqueño serio, bravo y con 594 kilos de emoción, que fue premiado con la vuelta al ruedo y catapultó a la gloria a Borja Jiménez y a su ganadero. Desde que saltó al ruedo mostró poder, entrega y una forma de embestir que hacía presagiar lo grande. Su empuje en varas y su ritmo en banderillas auguraban un final apoteósico.
Y así fue. Sin titubeos, Jiménez se puso a torear con la zurda nada más sacarlo de tablas. Una primera tanda profunda y ligada marcó el tono de una faena vibrante, sostenida con dos series más al natural cargadas de mando y ajuste. Aunque le faltó algo de poso para redondear la faena, el sevillano supo acoplarse con determinación a un toro que no regaló nada.
El estoconazo, aunque trasero, no empañó lo vivido. El clamor popular pedía a voces el doble trofeo y la presidencia lo concedió. La vuelta al ruedo del toro fue el broche a una comunión de bravura y torería que arrastró al ruedo a los jóvenes aficionados y elevó también a hombros a Victorino Martín hijo, que revivió en la arena el legado de su padre.
Hasta entonces, la corrida ya había ofrecido episodios de interés. El propio Borja Jiménez se enfrentó en tercer lugar a otro toro encastado que lo puso en aprietos en los primeros compases, sin llegar a acoplarse del todo cuando el animal se templó.
Emilio de Justo tuvo un lote de nivel. Su primero, un toro largo y serio, se rehízo pese a la dura pelea en varas, pero al extremeño le faltó someterlo con claridad. En el quinto, un toro aparatoso de cuerna y embestida pausada, hubo altibajos y desajustes en el planteamiento, aunque dos buenas tandas en redondo ya en la parte final del trasteo y, sobre todo, una buena estocada le permitió cortar una oreja.
La cara más gris del festejo la ofreció Paco Ureña, que lidió los dos toros de menor condición. Al primero, herido de los cuartos traseros, le sacó una meritoria tanda de naturales, pero poco más. El cuarto, basto de hechuras y falto de raza, solo le permitió una faena larga en muletazos pero corta en emoción, sin eco entre los aficionados.