Extracción intensiva de minerales, la cara menos verde de las energías renovables

El precio de la industrialización fue dañar la atmósfera, poner en peligro el clima. Lo han herido décadas de contaminación fósil imparable. El de la era de la transición energética para detener este impacto puede ser el subsuelo. La transformación verde en la que avanzamos va acompañada no solo de la implantación y desarrollo de nuevas energías limpias, sino de otros avances que disparan su demanda: la digitalización, la electrificación y la inteligencia artificial. Estuvimos cerca de dañar sin solución el ecosistema climático de la tierra, pero el remedio aplicado puede a su vez afectar al subsuelo más profundo, el ‘mar’ de minerales y materias primas que existe bajo nuestros pies.

Su explotación se disparará en los próximos años. La extracción intensiva ya es una realidad y lo será aún más. Estudios como el del Grupo Banco Mundial estiman que sólo el desarrollo de energías renovables requerirá de 3.000 millones de toneladas de minerales y metales para implementar las infraestructuras de generación de energía eólica, solar y geotérmica o los sistemas de almacenamiento. Reducir la huella de carbono tendrá un coste bajo tierra, no sobre ella. Se estima que la extracción de minerales y materias primas equivalga al 6% de lo que conlleva la producción de energías fósiles en emisiones de co2.

Tener energía eólica y solar también tiene un coste medioambiental. Según datos del Ministerio para la Transición Energética, fabricar un aerogenerador de 5MW conlleva emplear numerosas materias primas. El hormigón, con 1.200 toneladas, es el más abundante, seguido por el acero, 335 toneladas. Además, harán falta 5 toneladas de cobre, 3 toneladas de aluminio y 2 toneladas de tierras raras. También se requerirá una cantidad importante de zinc o molbdeno. Según estas estimaciones, la potencia instalada sólo en España, equivaldría a más de 6.300 aerogeneradores de este tipo.

Pero eso es lo ya instalado. En España la red de aerogeneradores no hace más que aumentar. Sólo el año pasado creció en 1.550 más. El sector cifra en 22.500 las torres eólicas que actualmente están instaladas en nuestro país. A futuro, los 1.416 parques eólicos actuales aumentarán en número y en potencia. En proporción quizá habrá menos aerogeneradores por parque, pero más potentes. El objetivo de España, recogido en el PNIEC, es alcanzar los 59 GW de potencia eólica instalada en 2030, casi el doble de los 31,6 GW actuales.

Plata, litio… por miles de toneladas

Los minerales también serán clave para progresar con la apuesta por la energía solar. Para fabricar un panel solar hacen falta cantidades importantes de silicio, además de aluminio, cobre, plata, estaño, etc. Según apunta el Ministerio de Transición Ecológica, sólo la infraestructura de generación fotovoltaica demandará el 7% de toda la plata empleada en el mundo.

En España existen actualmente 63.000 instalaciones solares con cientos de miles de placas. Abarcan una superficie de 49.000 hectáreas. Y lo harán mucho más en el futuro. En España la potencia instalada de esta energía limpia deberá pasar de los 32,5 GW actuales a los 76,6 GW, según el PNIEC. En caso de llevarse a cabo todos los proyectos que ya se han autorizado, el área ocupada por paneles solares se estima que ronde las 100.000 hectáreas.

Y eso sólo en lo que respecta a la descarbonización energética. La electrificación que a medio plazo debería copar la movilidad en el planeta, requerirá de cantidades ingentes de litio.  Se prevé que electrificar la movilidad conllevará 8 millones de toneladas de litio.

Los estudios de organismos internacionales subrayan que el crecimiento de la población y los mayores índices de consumismo están incrementando sobremanera la demanda de materias primas y minerales. La previsión que ya se apuntaba en 2016 es que hasta 2060 la extracción de materias primas puede crecer un 72%. Lo harán de modo especial la demanda de minerales y rocas, que aumentará un 170%.

La gran inquietud es cómo hacer sostenible ese disparatado aumento de extracción de minerales. Europa tiene graves deficiencias en algunas materias esenciales. También España. Y lo que no parece que vaya a detenerse es la digitalización ni la electrificación, necesitada de litio para fabricar baterías.

2.600 explotaciones mineras

La minería volverá a vivir un renacer sólo para cubrir necesidades como esta. Se estima que el 90% del litio sigue bajo tierra, a la espera de ser extraído. También será necesario más grafito, cobalto o nikel. La previsión es que hasta 2040 se mutiplique por 42 la demanda de litio y por 25 la de grafito.  

Otro dato sobre el repunte de las necesidades de minerales es que ni aunque se reciclara la totalidad de elementos minerales empleados sería suficiente para satisfacer la demanda. En nuestro país existe un Plan de Acción sobre Materias Primas minerales 2025-2029. En él se contemplan 38 actuaciones que abarcan desde aspectos regulatorios hasta de apoyo al sector o de impulso al i+D+i.

Una de las más necesarias es actualizar la Ley de Minas en vigor, que se remonta a 1973. También está previsto incrementar los controles y seguimientos sobre la trazabilidad de los minerales y materias primas que llegan a España. Mejorar los aprovechamientos y reciclaje, actualizar un inventario de minas y huecos mineros o rehabilitar espacios, son otros de los campos de intervención.

En marzo se hizo público que España jugará un papel relevante en el aseguramiento minero de la UE. Que bajo nuestros pies hay mucho más que carbón lo saben bien las más de 2.600 explotaciones mineras que están activas. De ellas se extrae una larga lista de minerales y materias primas. Europa ha puesto los ojos sobre siete minas cuyos promotores han optado a las ayudas comunitarias para poner en marcha proyectos mineros que serán considerados estratégicos para el desarrollo y autonomía comunitaria. En estas explotaciones se extraerán materias primas como wolframio, níquel, litio, zinc, cobre o el estroncio.

Un sector con 30.000 trabajadores

En el primer plan minero puesto en marcha en España el objetivo es actualizar el inventario del subsuelo. Para ello se revisará el más de un millar de balsas y escombreras que un día fueron proyectos mineros para detectar minerales que entonces fueron ignorados y hoy son imprescindibles. Durante décadas España sólo quería carbón y hierro. Hoy, en cambio, nuestra economía requiere de litio, cobre, níquel o cobalto para construir paneles solares, microchips o coches eléctricos. Materias primas de las que somos altamente dependientes de terceros países.

El sector de la minería emplea en España a más de 30.000 personas. Según los datos de la última estadística minera del Ministerio de Transición Ecológica –correspondiente a 2023-, casi la mitad de ellas lo hacen en canteras. Es el tipo de explotación que concentra tres de cada cuatro minas extractivas. Además de canteras, existe más de 600 minas que se dedican a la extracción de otro tipo de minerales. De ellas, más de 440 minas se dedican a la extracción de rocas ornamentales (pizarra, granito, caliza), alrededor de 160 a la minería industrial (potasa, estroncio) y otras tantas a la llamada minería metálica (cobre, cinc, wolframio, hierro).

España es, por ejemplo, el único productor de estroncio y sepiolita de Europa. Además, es el primer productor de yeso y el segundo de cobre, magnesita y sales potásicas, según datos del Ministerio de Transición Ecológica. A nivel mundial, nuestras explotaciones encabezan la producción de pizarra de techar y somos los segundos productores de rocas ornamentales (caliza, alabastro, mármol, granito).

Hablamos de un mercado que generó un volumen de negocio de 3.572 millones de euros en 2023 y que un año antes llegó a rozar los 4.000 millones.

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