El inusual desfile militar organizado por Donald Trump para este sábado en Washington ya despertaba incomodidad al coincidir los fastos para marcar el 250 aniversario de la fundación de la Armada con el 79 cumpleaños del presidente de Estados Unidos, una concurrencia con tintes de un personalismo más habitual en regímenes autoritarios que en democracias. Con 5000 militares desplegados por orden del republicano en Los Ángeles sin que se lo solicitara el gobernador de California, y 7.000 militares movilizados en Texas (en ese caso convocadas por el gobernador, republicano) lo incómodo se ha hecho algo más que eso y la tensión crece en unos momentos de alto voltaje en EEUU. Y salvo si una tormenta que aparece en las previsiones llega cargada con truenos y obliga a suspender la parada militar, la problemática pantalla partida está asegurada.
Las protestas contra la agresiva y endurecida campaña de Trump de arrestos de inmigrantes, que empezaron el fin de semana en Los Ángeles, se extienden por todo el país. También se han propagado las protestas por el despliegue militar no solicitado y ampliamente denunciado como «innecesario», «excesivo» y «provocador» con el que Trump respondió a las primeras manifestaciones. Y este sábado en la capital y de costa a costa hay marchas englobadas bajo el lema de “No Kings” (sin reyes), que se habían convocado antes del despliegue militar para denunciar la deriva autoritaria de Trump y han cobrado reforzado sentido.
La promesa de Trump de responder con “contundencia” y “fuerza” a protestas que atribuye a “gente que odia EEUU”, sea en la capital el sábado o en otras partes del país, dispara los miedos a una represión violenta del disenso. Pero incluso sin que ocurra nada o salte alguna chispa capaz de incendiar el país, los mensajes que lanzan el despliegue militar y el desfile, por separado y en una coincidencia que muchos consideran “desafortunada», ya son problemáticos. “Erosionan la confianza en el Ejército en un momento en que debe ser un símbolo de la unidad nacional”, le ha dicho a ‘The New York Times’ Max Rose, excongresista demócrata.
Militares incómodos
Según la proclamación de Trump el sábado que invocó el Título 10 del Código de EEUU para desplegar los militares en cualquier ciudad de EEUU (no citó Los Ángeles), estos tienen de momento solo autoridad para proteger a propiedades y empleados federales como los agentes de ICE que ejecutan los arrestos de inmigrantes. Pueden detener pero no arrestar a manifestantes, en ayuda de la policía. Y mientras Trump no invoque la Ley de Insurrección de 1807, algo que sugiere repetidamente que podría hacer para responder a lo que dice una «invasión extranjera» o una «rebelión«, no pueden realizar acciones policiales.
Incluso ese papel limitado, no obstante, a algunos de ellos les perturba. Varios de los desplegados en Los Ángeles, de hecho, han dicho a amigos y familiares que se sienten profundamente descontentos con la misión y preocupados, según tres organizaciones que trabajan con familias de militares citadas por ‘The Guardian’.
“La percepción general es que la situación (aunque hubo actos de vandalismo y violencia aislados en las primeras manifestaciones) no estaba ni de lejos en un nivel en que los marines fueran necesarios”, ha dicho al rotativo Janessa Goldbeck, veterana de los marines y responsable de la Fundación Voz de los Veteranos. “Todos con los que he hablado temen que les están usando como peones políticos y que se daña la percepción de que son apolíticos”.
Esa idea de estar siendo utilizados se extiende también a algunos por el desfile del sábado. Al menos un grupo de veteranos al que se invitó a participar rechazó hacerlo, porque no querían participar en el evento por la coincidencia con el cumpleaños de Trump.
Algunas voces han denunciado también el gasto de ese desfile, que se calcula entre 45 y 50 millones de dólares, a la vez que se están cortando presupuestos, por ejemplo, para veteranos. Y otras denuncian los mensajes, subyacentes y transparentes, que envía Trump. “La razón del desfile no es exhibir músculo militar, es mostrar que está dispuesto a romper las normas con las Fuerzas Armadas”, ha dicho Mike Madrid, un consultor republicano que es crítico con el presidente.
En la era de intensa polarización partidista como la que atraviesa el país, “el reto del desfile siempre fue cómo evitar su politización», según le explicaba el politólogo de la Universidad de Duke Pete Feaver a ‘The New York Times’. ”Ese reto es considerablemente más difícil cuando algunas unidades desfilan a la vez que otras están controlando protestas ciudadanas”.