Casi 7.000 afortunados podrán alardear algún día de que estuvieron allí. Que participaron en ese karaoke colectivo en un Príncipe Felipe en éxtasis. Sí, Joaquín Sabina ha desembarcado en el pabellón municipal con su anunciada gira de despedida de los escenarios y ha ocurrido lo que se sabía que iba a ocurrir. Su carisma ha cogido por la pechera a todos y cada uno de los asistentes y les ha llevado en un viaje emocional a bordo de canciones que hace mucho tiempo que dejaron de ser suyas. Temas que han acompañado a niños que ya son padres y que ahora también se las ponen a otros niños en el coche cuando van al pueblo. Canciones que forman la banda sonora de millones de personas.
La elegida para abrir esta gira titulada Hola y adiós está siendo Lágrimas de mármol, de su último disco. Y con ella ha comenzado también en Zaragoza. Sabina ha aparecido con su bombín blanco y, entre otros versos, ha cantado eso de ‘Superviviente, sí, ¡maldita sea!’. Cuando ha finalizado el tema, el público ha aplaudido a rabiar y el de Úbeda ha lanzado el primer guiño a Aragón tras dar las buenas noches a los presentes. «Cuando empecé en esto, aquí siempre se me recibió con mucha complicidad y eso es algo que no he olvidado nunca. Además, aquí he tenido grandes amigos que lamentablemente han ido desapareciendo, como José Antonio Labordeta», ha indicado Sabina recordando esos versos que él mismo añadió con gran cariño a la canción ‘Zarajota blues’: «En Aragón hay tres cosas que no cambian de chaqueta: Buñuel, Francisco de Goya y la voz de Labordeta».
Sabina, con el público ya en el bolsillo, quizá más flaco y algo más tocado físicamente a sus 76 años, ha continuado con Lo niego todo, Mentiras piadosas y Ahora que…. A estas alturas de la película, poco importa que cante bien, mal o regular. Lo esencial era acompañarle y participar de esa celebración colectiva. «Le he visto muchas veces, pero no quería faltar hoy porque de alguna forma sentía que debía darle las gracias. No me creo que no lo vaya a ver más en directo; ojalá se lo piense mejor», ha asegurado la zaragozana María Pilar, de 62 años.
Las emociones se han disparado aún más poco después, porque el concierto ha proseguido con Calle Melancolía, 19 días y 500 noches¿Quién me ha robado el mes de abril? y Más de cien mentiras, cuatro temas que han consagrado al de Úbeda como uno de los más grandes letristas y compositores en castellano. El público se ha desgañitado especialmente con la primera, cantando ese ya mítico ‘vivo en el número siete’; un estribillo escrito en 1980, cuando algunos de los presentes en el Felipe ni habían nacido.
Y es que el cantautor jienense ha vuelto a demostrar en Zaragoza su ancha transversalidad. Había abuelos, padres, hijos y también nietos. Y todos con la felicidad en la cara. «Yo nunca lo había visto en directo, pero lo llevo escuchando casi toda mi vida», ha indicado Isabel, una joven zaragozana que había acudido con su tía.
Flanqueado por su gran banda y una enorme pantalla envolvente en la que se iban proyectando videoclips y audiovisuales, Sabina ha cantado siempre sentado y hasta en dos ocasiones se ha ausentado del escenario cediéndole el protagonismo a alguno de sus escuderos. Primero a Mara Barros (que ha interpretado Camas vacías) y al guitarrista Jaime Asúa (Pacto entre caballeros) y después, ya en el inicio de los bises, a su gran director de orquesta Antonio García de Diego, que ha emocionado con La canción más hermosa del mundo.
Un concierto histórico
Siguiendo el orden cronológico, tras Pacto entre caballeros Sabina ha regresado al escenario para interpretar Donde habita el olvido, Peces de ciudad (aún más bonita con los audiovisuales que la acompañaron), Una canción para la Magdalena, Por el bulevar de los sueños rotos (con el recuerdo de la gran Chavela Vargas sobrevolando el pabellón), Y sin embargo, Y nos dieron las diez (también muy celebrada). «Gracias, qué maravilla de coros. No me acordaba de lo bien que cantáis aquí», ha agradecido el jienense.
El Príncipe Felipe, que el sábado rendirá pleitesía a Sabina por última vez, ha acabado de venirse abajo con los bises: la citada Pacto entre caballeros, seguida de Tan joven y tan viejo, Contigo y una Princesa bastante rockera, han cerrado el concierto (después de dos horas exactas y una veintena de canciones) con el público levantado de sus asientos y dedicándole una ovación de varios minutos.
Tras casi medio siglo sobre los escenarios y al menos tres decenas de canciones que le sobrevivirán, el de Úbeda ha vuelto a demostrar que pasará mucho tiempo hasta que deje de ser eterno. Como él mismo ha cantado en Tan joven y tan viejo, ‘nada de adiós muchachos’. Si acaso un hasta luego. Casi seguro un hasta siempre.