Los fuegos no se extinguen por sí mismos; lo hacen porque se termina la materia combustible o porque alguien los sofoca. Ningún fuego se termina si algo no actúa, y menos aún en política. La comparecencia de Pedro Sánchez este miércoles ha sido un aparente gesto voluntario de transparencia y confesión, pero también la ejecución milimétrica de una maniobra defensiva cuidadosamente diseñada: admitir el golpe, delimitar su radio de destrucción y proteger el corazón sanchista. En el centro del incendio queda la figura ya caída de Santos Cerdán; en el entorno, una compleja red de adjudicaciones, favores, comisiones y estructuras que, si el relato de la UCO se sostiene, retrataría algo más que un error individual.
La dimisión fulminante del secretario de Organización del PSOE es, el propio Sánchez lo ha dicho, la admisión de un fracaso interno. Pero el mensaje que Sánchez quiso transmitir ha sido el de que la depuración ya está hecha, que el partido ha actuado con rapidez, y que el Gobierno –a diferencia del partido– permanece intacto, ajeno a los desvíos de algunos. Ese «lo lamento, me equivoqué» trata de ser una confesión real. Recuerda a aquella comparecencia del entonces Rey Juan Carlos I, que en la izquierda se consideró poco creíble.
El PSOE se enfrenta a un abismo. El informe de la UCO, que refiere también presuntos amaños en obras en Asturias gestionadas y adjudicadas por el Gobierno de España, no sólo sugiere actuaciones corruptas, sino que dibuja una arquitectura política perversa, en la que relacione personales y mensajes de Whatsapp sobrevolaban la legalidad del procedimiento de una administración: había presuntos pagos encubiertos, reparto de cuotas territoriales y maniobras de distracción para disimular el camino del dinero. Suena a trama organizada y es difícil desmontar ese relato.
Sánchez ha concentrado toda la presión en Santos Cerdán. Y ha elegido, de manera inusual, el terreno del PSOE, no el del Ejecutivo, para escenificar su respuesta. Es una decisión comprensible en clave de supervivencia política. Pero también conlleva un riesgo. Sánchez establece un cinturón de seguridad que difícilmente soportaría otro asalto.
Padro Sánchez se ha escudado en que el PSOE no solo está gestionando una crisis interna, sino defendiendo un relato y algo que trasciende a las siglas: una transformación política del país que supera incluso a la marca personal. Es una buena salida, pero el golpe es severo. Sánchez ha defendido que lo relatado por la UCO supone una deshonrosa excepción, que la presunta red estaba vinculada a personas y no a instituciones, y que el partido tiene capacidad para regenerarse sin afectar al Gobierno. El relato es un artefacto de alto riesgo, porque lo que está en juego no es sólo la honorabilidad de algunos dirigentes, sino la confianza en los mecanismos de adjudicación pública. El cortafuegos siempre es una buena opción, antes de sufrir el riesgo de terminar chamuscado.
Resulta inevitable dirigir la mirada a Adriana Lastra, la actual delegada del Gobierno de Asturias. Fue la número dos de Sánchez, una de las principales artífices de su resurrección política tras la crisis del PSOE que a punto estuvo de tumbarle. La salida de Lastra de la primera línea política siempre dejó un rastro de duda. La asturiana atribuyó a una decisión personal su renuncia a los puestos orgánicos. El motivo era real: un embarazo de alto riesgo y una necesidad de recuperar un espacio personal y familiar alejado del ruido mediático madrileño. Pero también estuvieron, como música de fondo, los enfrentamientos del propio Santos Cerdán con Adriana Lastra, lo que ya se consideraba entonces que había desembocado en la salida de la asturiana.
En el PSOE asturiano se guarda silencio, pero se hace repaso de memoria. La «decepción» de Sánchez con quien fuera hasta hace nada su secretario de Organización también alimenta en los socialistas asturianos un repaso de acontecimientos. ¿Por qué sentó tan mal en Ferraz, y supuso una crítica del propio Santos Cerdán, que Adrián Barbón se adelantase a procedimientos para apuntalar que Adriana Lastra sería la número uno por Asturias en la lista del Congreso de las últimas generales?
De aquella «banda del Peugeot» solo Adriana Lastra permanece ajena al fuego. La asturiana está asentada en su tierra, feliz con su maternidad y centrada en la responsabilidad como delegada del Gobierno. Pocos ámbitos le quedan a Sánchez para reconfigurar su perímetro si aún quiere permanecer fiel a su esencia.
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