La generación Z, personas nacidas durante la década de los 90 y principios de los 2000 ha redefinido los hábitos de consumo tradicionales combinando la responsabilidad social, una mayor conciencia financiera y una intensa conexión con la tecnología. Cuando deciden qué comprar no solo reflejan sus intereses, sino también sus valores personales y colectivos, lo que ha transformado el panorama comercial dando un giro de 180 grados. Frente a generaciones anteriores, sus prioridades se centran en la calidad, la sostenibilidad y lo digital.
Generación Z en el trabajo / Archivo
Un análisis de «Prodege» pone en cabeza a la tecnología en la lista de preferencia en el gasto por parte de este grupo. Las consolas, los móviles y dispositivos como relojes inteligentes o pulseras de actividad son productos que despiertan gran interés, especialmente entre quienes consideran los videojuegos parte de su identidad. De hecho, casi dos tercios de los varones de esta generación juegan a videojuegos. Además, muchos muestran una notable predisposición a gastar en productos que mejoran su experiencia digital o de entretenimiento.
Donde gasta más la generación Z
Otra categoría es el consumo de artículos con descuento o de segunda mano. Lejos de derrochar el dinero, esta generación tiene conciencia de la relación entre precio y durabilidad. Utilizan alertas de precios, apps y plataformas como Vinted o Wallapop para adquirir moda o tecnología reutilizada, y no dudan en emplear servicios de “compra ahora y paga después”. Esta preferencia va de la mano con un consumo ético: hay un 46% de los jóvenes que está dispuesto a pagar más si los productos son sostenibles.
El creciente interés por el bienestar físico y emocional también se ve reflejado en la cesta de la compra. Eligen productos naturales por delante de otro tipo de productos, tienen cierta preocupación por la procedencia de los alimentos y, en consecuencia, algunas personas han bajado el consumo de carne. A esto se suma el apoyo al comercio local y a pequeñas empresas, especialmente después del impacto que tuvo la pandemia. Casi la mitad de la generación Z compra más en tiendas independientes que antes de la crisis sanitaria.
Por último, la educación y el desarrollo personal también tienen su relevancia. Puede parecer que no importa o que no se gasta o invierte lo suficiente en esto, pero la generación Z sí que se preocupa por esto. Plataformas como LinkedIn o Domestika se han convertido en herramientas esenciales para mejorar habilidades y avanzar profesionalmente. Esta generación no ve el aprendizaje como una etapa, sino como un proceso continuo que merece inversión. El auge de la formación online y de contenidos autodidactas refuerza esta tendencia que parece que seguirá marcando el futuro del consumo joven.