El abrazo entre lágrimas de Abdou Ngom a Luna Reyes, trabajadora de Cruz Roja, en la playa del Tarajal dio la vuelta al mundo y humanizó aquella crisis migratoria que se vivió en mayo de 2021 en la frontera de Ceuta. Una foto que ha vuelto a cobrar actualidad tras conocerse su fallecimiento en Málaga.
Las fotos del senegalés abrazado por Luna reavivaron el debate sobre el trato a los migrantes en las fronteras españolas, tanto que incluso la joven tuvo que eliminar sus cuentas en las redes sociales ante la multitud de críticas e insultos que recibió por este gesto humanitario.
La historia de Abdou en España comenzó de forma pública aquel 17 de mayo, pero su periplo hasta pisar tierra firme en Ceuta empezó ocho años atrás. Natural de Malika, Abdou era artesano azulejero, huérfano de padre y madre, fue criado junto a su hermano por su abuela: «Llegaba, lo echaban y volvía a intentarlo. En su travesía aquel mayo del 2021, Abdou perdió a su hermano por el camino», afirma Mbaye, compañero de piso, trabajo y amigo de Abdou.
Luna, voluntaria de la Cruz Roja, consolando a un migrante en Ceuta. / Efe
Tras el famoso abrazo, Abdou, al igual que muchos otros migrantes, fue devuelto a Casablanca unas horas después, sin ni siquiera tener acceso a un intérprete en Ceuta. En el país magrebí vivió hasta 2024, y fue allí donde conoció a Salma, su mujer, con la que tuvo a su única hija. Fue entonces cuando emprendió de nuevo su lucha.
«Necesitamos ayuda para repatriar el cuerpo y sobre todo costear el viaje a su mujer»
En octubre llegó a Lanzarote en una patera que fue rescatada tres días después en el mar. Tras pasar por un centro de acogida, viajó a Barcelona para reencontrarse con su viejo amigo Mbaye. Gracias a él se trasladó a Málaga, donde ha vivido los últimos ocho meses de su vida trabajando como albañil: «Éramos su única familia aquí», dice emocionado Mbaye. Abdou compartía vivienda con él y con otros siete senegaleses más en un piso de tres habitaciones.
Su vida en Málaga era sencilla, sin muchos lujos ni ocio: «Su único objetivo era trabajar para mandarle dinero a su mujer. Soñaba con volver a ver a su hija algún día cuando consiguiera los papeles», lamenta. Según Mbaye, Abdou trabajaba pero sin contrato, lo que le impedía cotizar, tener permiso de residencia ni de trabajo. Es decir, carecía de derechos como ciudadano residente en España.
El final de Abdou
Fue el pasado 1 de junio cuando Abdou comenzó a sentirse mal: «Estaba enfermo, llevaba días encontrándose mal. Tenía fiebre, vomitaba y le dolía todo el cuerpo». A pesar de su situación ilegal, acudió a urgencias del hospital de Málaga donde fue atendido: «Le pusieron una vía y lo mandaron a casa», asegura Mbaye.
Estando convaleciente quiso ir a trabajar, por el miedo a que le echasen: «Pero no podía moverse, su cuerpo dejó de funcionar, dejó de ver y no hablaba. Estaba en su cuarto y cuando entró nuestro compañero lo encontraron en la cama tirado. Fue ahí cuando me llamaron y me dijeron que creían que estaba muerto. Todavía no sabemos de qué murió», añade.
Sin trabajo ni casa
Al dolor de la pérdida se suma la delicada situación del resto de sus compañeros, que han perdido su trabajo y pronto su casa: «Nuestro jefe nos exigió ir al día siguiente a trabajar, nos negamos porque necesitábamos gestionar el fallecimiento de Abdou y su respuesta fue que nos echaría del trabajo y efectivamente nos ha echado».
Jefe que a su vez es arrendador de la casa en la que viven: «Nos ha dicho que nuestro contrato se acaba este 15 de junio y que nos echa a la calle». Vivienda por la que pagan, según comentan a este periódico, 275 euros por persona, sin incluir la luz y agua: «Nos ha llegado a cobrar casi 100 euros a cada uno por ello. Trabajamos todos los días, menos los domingos, más de ocho horas, llueva, truene o haga calor y ninguno de mis compañeros tiene seguridad social, papeles o algún documento que les ampare. Y ahora nos amenaza de dejarnos sin techo», denuncia Mbaye.

Compañeros y amigos de Abdou. / Gregorio Marrero
Este periódico se ha puesto en contacto con la empresa especializada en reformas del hogar en la que trabajaba Abdou, pero no han querido comentar nada al respecto.
Un símbolo de lucha
Abdou quedará siempre en la memoria colectiva, pero sus compañeros piden que su impacto social sea eterno: «Somos personas que venimos a trabajar. Cada uno de nosotros mantiene a 10 o hasta 20 personas en nuestro país. Solo queremos una oportunidad, trabajar y no meternos con nadie», reclama Mbaye.
A la espera de la autopsia, sus compañeros y amigos quieren que Abdou vuelva a Senegal y descanse en su ciudad natal, pero para ello están intentando recaudar fondos: «Necesitamos ayuda para repatriar el cuerpo y sobre todo costear el viaje a su mujer, que se pueda así despedir de él. Él solo quería trabajar para darle un futuro y una vida mejor a su mujer e hija. Quería que su mujer abriese una tienda en Marruecos y sobrevivir allí».
Abdou Ngom puso rostro a la crisis migratoria, sobrevivió a pesar de tener todo en contra y luchó por tener una mejor vida. Un sueño que lamentablemente no logró cumplir. Tenía 37 años.