Los nematodos, minúsculos gusanos invisibles al ojo humano, son capaces de ensamblarse en torres vivientes para superar obstáculos, dispersarse y colonizar nuevos territorios. Esta estrategia colectiva demuestra que, incluso en el mundo microscópico, la unión puede lograr lo que ningún individuo podría alcanzar por sí solo.
Un estudio publicado en Current Biology documenta por primera vez en la naturaleza el comportamiento de “torres” colectivas en nematodos del género Caenorhabditis, revelando un fascinante ejemplo de cooperación animal que permite a estos organismos alcanzar objetivos imposibles para un individuo aislado.
Este hallazgo no solo amplía nuestro conocimiento sobre la dispersión colectiva en animales, sino que también ofrece un modelo experimental robusto para estudiar los mecanismos y la evolución de la cooperación.
En condiciones adversas, los nematodos deben dispersarse para encontrar nuevos recursos. Tradicionalmente, se conocía que algunos individuos adoptaban la postura de “nictación”, levantando sus cuerpos para engancharse a insectos y viajar a otros hábitats. Sin embargo, el nuevo estudio revela que, bajo ciertas condiciones, los nematodos pueden agruparse y ensamblarse físicamente formando una estructura tridimensional: una torre viviente compuesta por decenas o cientos de individuos. Este comportamiento fue observado tanto en ambientes naturales (frutas en descomposición, granjas de hongos) como en condiciones de laboratorio controladas.
Ventajas de la cooperación
La formación de torres colectivas permite a los nematodos superar obstáculos físicos y ambientales que serían insalvables para un solo organismo, explican los investigadores en su artículo.
Constatan la formación de puentes vivientes: las torres pueden crecer lo suficiente como para «puentear» huecos de aire y alcanzar nuevas superficies, algo imposible para un nematodo aislado, que carece de la longitud y fuerza necesarias para salvar tales distancias.
También constatan lo que llaman dispersión grupal por foresia: al formar una torre, el grupo puede engancharse colectivamente a insectos que pasan, facilitando el transporte simultáneo de muchos individuos hacia hábitats más favorables. Se observó que, al tocar la torre con una herramienta o al pasar una mosca cerca, la estructura se adhiere y se transfiere en bloque, dispersando a decenas de nematodos de una sola vez.
Por último, destacan una exploración colectiva: las torres pueden extender “brazos” hacia el espacio, explorando activamente el entorno en busca de superficies a las que adherirse. Si el brazo colapsa, los individuos reajustan su posición y la torre puede reorganizarse y seguir creciendo en otra dirección.
Características clave
El estudio destaca varios aspectos notables de esta cooperación. En primer lugar, la participación de todas las etapas vitales: aunque previamente se pensaba que solo las larvas resistentes (dauers) formaban torres, se comprobó que nematodos de todas las etapas pueden participar, sugiriendo que la cooperación es una estrategia generalizada para la dispersión, no exclusiva de un solo estadio.
En segundo lugar, la ausencia de especialización de roles: a diferencia de otras sociedades animales (como hormigas o abejas), en las torres de nematodos no existe especialización funcional: los individuos de la base y la cima presentan similar fuerza, fecundidad y comportamiento locomotor. Esto indica que la cooperación emerge espontáneamente sin jerarquías ni reparto de tareas, al menos en poblaciones clonales.
Por último, enfatizan la coordinación y alineamiento: los nematodos dentro de la torre se alinean y coordinan sus movimientos para mantener la estructura y responder a estímulos externos, lo que permite la estabilidad y la capacidad de adaptación de la torre ante cambios en el entorno.
Referencia
Towering behavior and collective dispersal in Caenorhabditis nematodes. Daniela M. Perez et al. Current Biology, June 5, 2025. DOI: 10.1016/j.cub.2025.05.026
Implicaciones evolutivas y ecológicas
La cooperación en forma de torres vivientes representa una solución evolutiva eficiente para la dispersión en ambientes efímeros y fragmentados, como frutas en descomposición o suelos temporales, enfatizan los investigadores en su artículo. Al actuar colectivamente, los nematodos maximizan sus oportunidades de colonizar nuevos recursos y sobrevivir en condiciones adversas. Este modelo de cooperación sin jerarquías ni especialización funcional desafía las ideas tradicionales sobre la evolución de la socialidad y abre nuevas vías para investigar cómo surgen y se mantienen los comportamientos cooperativos en animales simples.
En definitiva, las torres vivientes de nematodos son una lección natural sobre el poder de la acción colectiva. Demuestran que la cooperación no es solo una ventaja, sino una necesidad que puede transformar a un grupo de seres simples en una entidad capaz de resolver problemas complejos, explorar su entorno de manera activa y, en última instancia, asegurar la supervivencia de la comunidad frente a un mundo hostil.
En un mundo como el nuestro, donde los recursos son efímeros y la competencia es feroz, la capacidad de actuar colectivamente se revela como una poderosa herramienta evolutiva. Los nematodos, a través de su arquitectura viviente, nos recuerdan que la unión (en este caso espontánea) no solo hace la fuerza, sino que también permite lograr lo inalcanzable.