España registra un uso creciente de benzodiacepinas, especialmente entre mujeres, jóvenes y personas mayores. Sustancias hipnosedantes, comúnmente recetadas para tratar la ansiedad o el insomnio, que se consiguen sin supervisión, en los propios hogares, a través de familiares o conocidos. Se trata de un nuevo fenómeno que han detectado los médicos. «Estos fármacos no son una solución por sí sola para conciliar el sueño y es un grave riesgo para la salud pública», alerta a este diario el doctor Lorenzo Armenteros, miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y de la Alianza por el Sueño.
Los datos están ahí: España es el país con mayor consumo de benzodiacepinas –110 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, cifra 2.750 veces superior a la de Alemania–; una de cada 10 personas de entre 15 y 64 años ha tomado ansiolíticos en los últimos 30 días (el 7,2% los ingiere a diario), mientras que siete de cada 10 usuarios las consume desde hace más de seis meses.
Intolerancia a las alteraciones
El consumo, cabe subrayar, no es inocuo. Este tipo de pastillas, además, pueden causar dependencia, deterioro cognitivo, accidentes de tráfico, caídas y un empeoramiento del insomnio a largo plazo, añade el médico, quien, en consulta, y aún más después de la pandemia, está viendo a pacientes con «una incapacidad absoluta hacia cualquier alteración, tanto física como emocional».
«Existe una intolerancia hacia lo difícil que, a veces, es vivir –afirma el doctor–. Y eso sucede sobre todo entre los jóvenes, que necesitan una solución rápida». Por ejemplo, indica, para dormir, algo que muchas veces no consiguen «por unas actitudes nefastas y unas conductas negativas, como exceso de sedentarismo, no hacer deporte, el uso y abuso de las pantallas… sobre todo en las chicas», relata.
Pastillas del abuelo
«Ante ese malestar (emocional) que no les deja dormir, los pacientes quieren pastillas», abunda el especialista. El doctor Armenteros habla de fármacos que, ya es sabido, no se pueden adquirir sin receta. Pero, admite, existe una suerte de ‘mercadeo’ que se da entre las propias familias, los vecinos o los conocidos. «Me refiero al consumo dentro de ámbitos familiares, o de vecindad, o de recomendación por alguien. Alguien nos dice que ha probado el ‘lorazepam’ que tenía su abuelo y que un día le fue bien y que ahora quiere tenerlo. Eso es un riesgo. Tiene unas graves consecuencias cuando esos fármacos se toman sin indicación», apunta.
Y aclara: «Las benzodiazepinas son un gran fármaco, con sus indicaciones específicas. Pero siempre prescritas por un médico y por un corto espacio de tiempo. No son medicamentos inocuos», apunta. «Con el tiempo, empiezan a afectar a la memoria, al aprendizaje. Provocan un adormecimiento diurno con unas consecuencias graves para los que trabajamos, porque puede afectar a la conducción, al manejo de máquinas, y en los mayores, existe el grandísimo riesgo de caídas«, enumera. Y si se utilizan para dormir, asegura, provocan un empeoramiento del insomnio a largo plazo.
Ausencia de psicoterapia
El portavoz del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la SEMG habla de un tema que «preocupa mucho» a los médicos y a todas las administraciones: como España figura entre los países con mayor consumo de hipnosedantes en Europa, no basta con que las admistraciones digan que hay que reducir el consumo. Hay que poner soluciones, afirma. Y, se lamenta, «la psicoterapia brilla por su ausencia. En los centros donde había este tipo de perfiles profesionales, se ha reducido al máximo la presencia de psicólogos. De hecho, se sabe que, si se habla de sueño, en lugar de automedicarse, lo más efectivo y curativo es la terapia conductual«.
El doctor Lorenzo Armenteros / Alianza por el Sueño
Además, el doctor Armenteros hace otro apunte. Existen nuevos fármacos que son los antagonistas de las orexinas –neurotransmisores producidos en el cerebro que estimulan la vigilia– que están indicados para el manejo del insomnio crónico. «Necesitamos poder contar con ellos lo antes posible para asegurar que los pacientes pueden disponer de alternativas seguras para tratar el insomnio crónico«, afirma el especialista.
Tienen un mecanismo de acción totalmente contrario a las benzodiazepinas, explica. Además, concluye, «tienen la ventaja de que no son adictivos como las benzodiazepinas y producen un sueño fisiológico muy parecido al sueño natural«. Pero, aclara, aún no están financiados en España, aunque sí en otros países europeos. «Esto se convierte en algo muy poco equitativo porque solo tienen acceso aquellos que se lo pueden pagar», concluye.