El psiquiatra Ignacio Civeira fue uno de los ponentes principales del Simposio de Psiquiatría de Elche, celebrado recientemente en el Centro de Congresos. Allí reveló las últimas novedades sobre la dependencia del móvil y de las pantallas en general. Aunque normalmente se habla más de este problema en la infancia y la adolescencia, ¿los adultos también están afectados?
Nosotros tenemos dos tipos de intervención. Es verdad que el objetivo fundamental es la prevención. Aunque muchos ya vienen afectados, el tratamiento en Secundaria es clave para evitar que la afectación sea irreversible. Tratar desde la infancia es un factor protector, pero estamos viendo ya una población, sobre todo adulto joven -a partir de los 18 hasta los 30 años- con un nivel de afectación muy alto. También hay casos más mayores, a partir de los 65, pero son perfiles distintos. Los adultos jóvenes que tenemos como pacientes han crecido con esta sobreestimulación tecnológica y no han llegado a desarrollar habilidades sociales básicas.
¿Hay diferencia entre la dependencia al móvil y la adicción real a las nuevas tecnologías?
Sí. El móvil en sí mismo no es el problema, igual que en el alcoholismo no se es adicto a la botella, sino al contenido. En nuestro ámbito, las categorías de adicción tecnológica incluyen videojuegos, redes sociales, compras compulsivas, apuestas deportivas… Todo accesible y sencillo de usar. Las nuevas tecnologías están sustituyendo carencias: soledad en mayores, aburrimiento en general, falta de conexión social… Se están normalizando como forma de relación, incluso sentimental. El denominador común es la inmediatez, el anonimato, la falta de esfuerzo, la evasión de la realidad tangible. Y eso genera síntomas como apatía, anestesia emocional, fobia social… Nuestra intervención se centra en esos síntomas para luego poder trabajar la adicción.
Gravedad de la adicción a la tecnología
¿Cuáles son las patologías más graves que está provocando este tipo de adicciones?
La adicción en sí misma, que es una enfermedad mental crónica, ya es una patología grave. Luego está la patología dual, que es cuando la adicción aparece junto a otros trastornos. Vemos mucha depresión, descontrol de impulsos, sobre todo en infancia; juego patológico, como apuestas online o casinos; aislamiento social; problemas de comunicación familiar… Vemos incluso lo que yo llamo «secuestro de etapas vitales», niños que dejan de ser niños, que no tienen curiosidad ni iniciativa. En chicas vemos más interiorización de ideales físicos inalcanzables, lo que genera distorsión de la imagen corporal y problemas de conducta alimentaria.
Como padre, ¿cuándo debería preocuparme por el uso del móvil en mis hijos? Y como adulto, ¿cuándo debo preocuparme por mí mismo?
En los niños, señales de alarma son cambios bruscos de humor, irritabilidad desproporcionada al limitar el uso del móvil, descenso en el rendimiento académico, problemas de sueño, exclusividad del uso de pantallas para entretenerse, aislamiento social, rechazo a salir a la calle, falta de comunicación con los padres…
En adultos, el retraimiento, la fobia social, uso excesivo y en momentos inadecuados como en el trabajo, absentismo, descuido del aseo personal, o pérdida de autonomía o de madurez. Vemos adultos de 30 años que mentalmente parecen de mucho menos.
El psiquiatra Ignacio Civeira en su reciente visita a Elche / MATÍAS SEGARRA
¿La inteligencia artificial puede empeorar todo esto?
Yo soy positivo con la tecnología, creo que puede aportar mucho si se usa como complemento. Pero cuando se convierte en necesidad, como comer o beber, es un problema. Si Google te dice qué pensar, Instagram con quién estar o Amazon qué tener, entonces se pierde el sentido crítico, la curiosidad, la iniciativa. Vemos jóvenes que no saben decir por qué quieren aprender algo, no saben explicarlo. Están anestesiados porque los estímulos ya no salen de ellos. Yo creo que el ser humano viene al mundo a crear y, si la IA sustituye eso, entonces sí que va a generar problemas psicológicos y psiquiátricos graves.
Un impacto minimizado
¿Cree que la sociedad está minimizando el impacto de esta adicción sin sustancia?
Totalmente. Se ha normalizado un uso intenso de las tecnologías. Ahora tiene más cuota de pantalla que el fútbol, y eso ya es decir mucho. Además, hay mensajes muy ambiguos por parte de supuestos expertos. Y la industria que vive de esto tiene mucho poder de influencia. Generar contenido e información es muy fácil, y contra eso es difícil luchar. La interacción tecnológica es como correr sin haber aprendido a andar: se están saltando procesos evolutivos clave como la comunicación, el esfuerzo, etc.
«Se ha normalizado un uso intenso de las tecnologías. Ahora tiene más cuota de pantalla que el fútbol, y eso ya es decir mucho. Además, hay mensajes muy ambiguos por parte de supuestos expertos»
Para adicciones como fumar o comer compulsivamente existen pastillas. ¿Hay alguna pastilla para tratar la adicción tecnológica?
No. A nivel metodológico tenemos un problema: el tratamiento más eficaz es un estilo de vida saludable. Trabajamos desde ahí, de forma individualizada. Si hay depresión o descontrol de impulsos que impidan seguir una terapia, sí se trata, pero la base sigue siendo cambiar los hábitos. Dormir bien, hacer ejercicio, tener rutinas saludables, contar con un entorno que apoye… Todo eso es terapéutico. Y, claro, una pastilla no puede darte eso. Nosotros no buscamos una abstinencia total, sino capacitar a la persona, sea niño o adulto, para un uso saludable de la tecnología.
Similitudes con otras adicciones
¿Esta adicción también genera «mono» como otras adicciones?
Sí, totalmente. A nivel clínico vemos muchas similitudes con la adicción a sustancias. Se empieza por curiosidad o presión social, luego necesitas más tiempo para lograr el mismo efecto, y acabas usándola para no sentirte mal. Ese es el mono. A pesar de los esfuerzos, muchas veces hay recaídas, por eso es una enfermedad crónica. Pero también es compatible con una buena calidad de vida si se maneja bien.
¿Qué deberíamos hacer a nivel sociedad?
Esto no es sólo responsabilidad de los individuos. La normalización social del uso excesivo es peligrosa. Hay que diferenciar entre lo que es una referencia y lo que es una influencia. No se trata sólo de cuánto tiempo se usa una pantalla, sino de cómo y para qué. Falta legislación, aunque es muy difícil porque excede las competencias nacionales. Y es urgente revisar el sistema educativo. Si no sabemos digitalizar bien nuestras vidas, ¿cómo vamos a educar en ello? Volver a lo básico: escribir, hablar, razonar… Eso daría para otra charla.
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