Golpismo de baja intensidad

“Mafia o democracia”. Esa es la escalofriante divisa con que Alberto Núñez Feijóo y los suyos vienen metiendo presión en la olla nacional, que este mediodía descargará en la concentración convocada por el PP en la Plaza de España de Madrid buena parte del vapor inquietantemente acumulado durante los últimos tiempos. “España no se vende ni se subasta”, ha dicho su líder. Escuchad, españoles todos, el clamor de la Patria reclamando una “limpieza total”; no apartéis la vista, mirad, mirad, sed valientes en esta hora crucial como lo fuisteis en las grandes ocasiones en que la Historia reclamó vuestro socorro, tened el coraje de mirar de frente el pálido rostro de esta España desangrada cuyos días, ay dolor, están contados si sus más preclaros hijos no dan un paso adelante como tan gloriosamente lo dieron cuantas veces Ella se lo reclamó a lo largo de su Historia: 1808, 1814, 1823, 1874, 1936, 2025…

Golpismo de baja intensidad: el comportamiento cada vez más desahogadamente insurreccional del Partido Popular aboca a rastrear formulaciones cada vez más aparatosas para identificarlo. Con instituciones menos sólidas, una población con mayores angustias materiales, una prensa menos plural y un Ejército menos inmunizado contra sí mismo, mensajes como los que viene trasladando el Partido Popular crearían el estado de ánimo propicio para un derrocamiento no de la democracia, huelga decirlo, sino del malhadado Régimen Sanchista, pues quien clama contra el trágico desgobierno de España no es el PP, dice el PP, sino que es España misma.  

La derecha sale hoy en tromba a las calles de Madrid para denunciar el insoportable grado de criminalidad política que padece el país, necesitado de que alguien haga “una limpieza total, con honestidad y con urgencia”. Lo dijo ayer el líder del PP y lo secundó desde Córdoba el inverosímil portavoz conservador en el Congreso Miguel Tellado: “Tenemos en el Gobierno a una mafia, a una organización criminal; no hay otra forma de decirlo. No tienen ni límites ni pudor”. Así se habla, portavoz, con determinación, con valentía, sin pelos en la lengua ni mariconadas, ¡joder!: Santiago Abascal, no digo que me lo mejores, solo iguálamelo.

Un tipo condenadamente listo

Lo malo de Pedro Sánchez no es, como sostiene Génova y secunda la prensa no siempre exacta pero siempre útil, que sea el jefe de la mafia que gobierna España, promoviendo con descarnado cinismo la demolición “premeditada” del Estado de derecho y normalizando, repite Feijóo, “la extorsión, la persecución y las amenazas a quienes estorban a un Gobierno” y a un partido “inmersos en una trama cada vez más sórdida” dedicada a “colonizar las instituciones, indultar a corruptos, amnistiar a golpistas, amenazar a jueces”.

Mas siendo todo ello malo, no es lo peor: lo peor es que el okupa de la Moncloa es tan condenadamente hábil y trapacero que, además de camuflar con éxito su diabólica identidad ante la Internacional Socialista, la Comisión Europea, el Parlamento de Estrasburgo o la mismísima ONU, ha conseguido engañar a todas las instituciones internacionales públicas y privadas que fiscalizan y puntúan la calidad democrática de los Estados, convenciéndolas de que en España, ¡¡¡ja, hay democracia!!!, cuando de todos es sabido que nuestro Estado de derecho comenzó a cuartearse un fatídico 1 de junio de 2018 y da hoy, ya moribundo, sus postreras boqueadas en busca del preciado oxígeno constitucional que le ha sido arrebatado por el chucho calabrés.

Tan rabiosamente astuto es el ‘Perro’ que nos gobierna que ha conseguido ocultar a Amnistía Internacional o al rotativo The Economist, responsable de elaborar anualmente un reputado Índice de la Democracia, todo lo que está ocurriendo en España no desde ayer, antes de ayer o incluso el año pasado, no, lo que está ocurriendo en este país ¡¡¡¡desde hace siete ominosos, insoportables e interminables años!!!! ¿Con qué los habrá comprado o qué les habrá prometido el maldito Sánchez a los redactores de los principales rankings internacionales de calidad democrática para que persistan, contumaces, en incluir a España entre las 24 mejores democracias del mundo?

El PP de Feijóo practica un golpismo difuso, posmoderno y de baja intensidad cuyo principal parecido con el golpismo clásico es la percepción compartida de que existe una amenaza existencial a la Patria, a la Democracia y al Estado (Dios ya no entra en la ecuación) urdida por agentes pretendidamente legítimos a quienes urge quitar de en medio. La esencia de ese golpismo borroso es prima hermana de la que, en palabras de Hanna Arendt, alienta en cualquier totalitarismo: “la negación radical de la pluralidad humana” en nombre de “una verdad superior” cuyos legítimos titulares y exclusivos intérprestes son, obviamente, aquellos mismos que la han inventado y puesto en circulación.

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