A los artistas hoy en día se les exige que opinen, que se signifiquen políticamente. Su influencia les obliga a no hay derecho a que le hurten a su público qué pensar sobre las políticas del Gobierno.
Con Esteban González Pons (Valencia, 1964) es fácil. Porque es un político que escribe novelas, o viceversa. Y por tanto es un creador que hace política. O un político que publica novelas con buena crítica.
El vicepresidente tercero del Parlamento Europeo, y mano derecha de Alberto Núñez Feijóo en el PP, nació escritor, pero se hizo político. Quizá para no pasar el apuro de desnudar su vida interior.
Pero una vez que el poder lo mató varias veces —y con la edad en la que ya lo que otros digan resbala por la piel curtida de los años—, entendió que es más fácil crear mundos que cambiar el que tenemos. Y que podía haber más ilusión vital en la firma de ejemplares que en el selfie del mitin.
Anticipa por teléfono que sólo querrá hablar de su libro en la entrevista. Que no le preguntemos por Pedro Sánchez o Carlos Mazón. Así que llegamos con preguntas trampa, sobre las tramas (corruptas) y los giros de guion (del presidente).
Pero no hace falta. Aunque en teoría preguntamos a Esteban el novelista en la sede de su editorial (Espasa), quien responde es González Pons (el del PP).
O los dos a la vez, juzguen ustedes…
González Pons: «Sánchez es un personaje de peli de miedo, pero con Ábalos perdimos un gran cómic de Mortadelo y Filemón»
Señor vicesecretario, señor vicepresidente, señor novelista…
Todo vice, menos lo de novelista.
Amor, poder y muerte. Con esos elementos está hecha esta novela. A la prensa le llegan rumores de amoríos entre políticos. ¿Hay algo de verdad en ello o son bulos?
Esta novela es de política ficción, un género que en España trabajamos muy pocos. Y por lo tanto, todo lo que ocurre en ella es ficción… pero es política. La respuesta sería que entre los políticos, igual que entre los periodistas de una redacción o los policías de una comisaría, se producen encuentros y desencuentros amorosos, y la opinión pública no lo sabe.
¿Y usted ha sido personaje en alguno de esos bulos, protagonista o secundario como su narrador, Pecados?
No, no, no. No son bulos, es real. Los políticos pasan mucho tiempo fuera de su casa, viven situaciones muy estresantes y no es infrecuente que tengan una relación con otra persona que se dedica también a la política.
También sucede con periodistas, pero digamos que las relaciones entre políticos y periodistas son más conocidas. Es menos conocido que hay políticos que viven amores intensos con otros políticos, incluso de distinto partido.
Pero la ciudad protagonista de la novela, Almarjal, significa algo así como fango, ciénaga, lodo. ¿Es un juego?
Almarjal significa ‘ciénaga’. Y la ciudad es protagonista, porque es la ciénaga en la que los personajes viven su pasión y su muerte, su destrucción y su amor. La ciudad influye en lo que le sucede a los personajes.
Es como la Alejandría de Lawrence Durrell, una ciudad planta carnívora. Como creo que son todas las ciudades donde la política se produce.
Ese juego con el nombre de Almarjal… ¿la política es todo fango hoy en día, o es una interpretación mía, como lector?
No, no. No pretende significar que la política es una ciénaga. La que es una ciénaga es la ciudad, con todos sus juegos de poder. Porque en la realidad, y lo mismo en Almarjal, la política no se reduce al rol que juegan los políticos. También hacen política los medios de comunicación, los empresarios, las familias tradicionales, las costumbres del lugar, los precedentes… hace política la historia.
En Almarjal, como dice algún personaje de la novela, ‘todos los amores son autorreferenciales y terminan en muerte’. Los colchones de Almarjal están conectados con el limo que duerme debajo de la ciudad, y es en el limo donde se almacenan los pecados de los almajareños y las almajareñas. La ciénaga, en mi obra, es la ciudad, no sólo la política.
Se lee a un autor descreído del poder, en las novelas de Esteban González Pons. ¿Es el autor o es el narrador?
Es el narrador y es el autor. El autor es un político veterano, que ha aprendido a relativizar y a mirar al poder con cierta distancia y sentido del humor. Hoy ya no pienso, como cuando era joven, que el poder puede cambiarlo todo. Me conformo con que el poder cambie la vida de las personas que más lo necesitan. Ya no quiero que cambie la vida de todo el mundo. Me he hecho más moderado, pero también me he hecho más tolerante, más comprensivo.
En Pecados, el personaje principal de la novela, que creo que soy yo mismo, hay cierto descreimiento, eso es verdad. Pero no hay cinismo, no es un personaje cínico. Entonces… yo tengo esa mirada cansada de los años y mi narrador la tiene, pero sigue siendo una mirada bienintencionada, una mirada de esperanza.
El novelista y político Esteban González Pons, con su última obra, ‘Libro de Pecados’ (Espasa), antes de la entrevista.
Pero Pecados no deja de ser consciente de su papel en toda esa ciénaga.
Sí, Pecados es consciente de su papel secundario. Él no es un protagonista, es un secundario con ambiciones perfectamente medibles, no exageradas y que no aspira al triunfo para sí, sino para aquéllos a los que ama… o en particular, para aquél al que ama.
¿Ha sentido usted alguna vez la muerte política?
Sí, yo políticamente he estado muerto varias veces, algunas muy muerto. Y he resucitado varias veces. La carrera política de uno consiste en morir y resucitar. Y la vida también consiste en morir y resucitar.
Ay de aquél que, a los 60 años, no haya muerto por lo menos un par de veces y resucitado otras tantas, porque bien puede decir que no ha vivido.
¿Y le ha deseado la muerte política a alguien de su partido?
No, la muerte política no se la deseo nunca a nadie. Pero sí he tenido rivales políticos a lo largo de mi carrera. Y me he empleado contra ellos con lealtad, pero con firmeza. Igual que ellos contra mí. Un político hoy es un gladiador en los medios de comunicación. Sin sangre, pero es un gladiador. Y es muy difícil ganarse la espada de madera. Yo no me la he ganado todavía.
«Sánchez logra siempre que la realidad supere a mi ficción, hasta cuando escribí sobre vampiros en el Congreso»
La muerte política, en el caso de alguien del propio partido, puede ser el producto de una venganza. Sin embargo, la muerte política de un rival es más una metáfora de atribuirle responsabilidades políticas. Hoy habría un gran abanico en el PSOE para elegir.
No, a ver. Dentro de tu partido compites por puestos escasos y, en esa competición, peleas hombre hombre, o persona a persona, con rivales se tratan de conquistar el poder. Y en esa conquista por el poder no cuentan las personas, cuenta el lugar, la brecha en el castillo.
Recuerdo que Pedro Arriola nos decía siempre, en la época de Mariano Rajoy, que el poder es un castillo y que hay un partido que está dentro y lo defiende, y otro partido que está fuera y lo ataca. Que siempre es más fácil defender el castillo que atacarlo, pero que el que ataca tiene que ser consciente de que ha de abrir brecha, colarse por la brecha y expulsar al que está dentro. La relación con los rivales tiene que ver con esa conquista del Castillo.
Su narrador, Pecados, es un escritor medio frustrado, al que le ofrecen escribir una novela sobre los mismos hechos que ocurren en la novela. Si aquí, en la sede de su editorial, le ofrecieran algo así a Esteban González Pons, ¿qué elegiría como argumento? La amnistía, el asalto a las instituciones, los familiares imputados del presidente, el fiscal politizado, los contratos amañados… o una trilogía llamada ‘Mafia’, por ejemplo?
En principio, la política ficción que yo practico se aleja de la realidad, e intenta inventar mundos que no se parezcan al presente. ¡Y siempre me quedo corto con Sánchez! Sánchez siempre consigue que la realidad supere a mi ficción. Y mira que he escrito una novela de vampiros en el Congreso de los Diputados.
Si tuviera que escribir una novela sobre la actualidad de España, se centraría en la demolición de las instituciones, en el control del Estado, sordo pero constante, que se está produciendo. En cómo la sociedad civil ha sido desarticulada, los contrapoderes del Estado han sido inmovilizados y, poco a poco, el poder de Pedro Sánchez va quedándose sin contrapesos. Y lo cerca que está Pedro Sánchez de ejercer un poder sin ningún tipo de cortapisa.
Desarrolle esa trama.
No hay Tribunal Constitucional, porque sus mayorías funcionan como las de los ayuntamientos. No hay Fiscalía y no hay Abogacía del Estado, porque se han pervertido ambas instituciones. El Congreso de los Diputados está amordazado. El Gobierno podría estar hasta 2030 sin presentar Presupuestos y ninguna de las fuerzas que apoyan al Gobierno en el Congreso protestarían. Les parece bien lo que se está produciendo.
Es un desmontaje institucional de España que no digo que esté ya ahí, pero que al final de ese camino está la autocracia. Y yo creo que este bonapartista sanchista sería un tema para una novela… este bonapartista sin corona de laurel.
¿Y en qué escenario lo encuadraría? Porque hay algunos para elegir. La trama principal puede desarrollarse en Waterloo, durante un apagón, en un tren parado en el páramo manchego, en las inundaciones de la dana…
La trama principal se desarrolla en Moncloa, que es un agujero negro, en el sentido de que se ha convertido en un espacio de antimateria, de antimateria política.
¿Quién protagonizaría esa novela?
Pues, probablemente…
… no hace falta que sea un personaje real…
…probablemente, un periodista o una periodista a quien en su periódico no hacen demasiado caso. Recibe un soplo, publica una exclusiva y, desde la Moncloa, se intenta contratarla para el gabinete de opinión sincronizada. Y como él o ella se niega, su periódico recibe presión desde Moncloa, así que acaba despedida y monta un blog.
Bueno, ya tenemos argumento. Ese o esa reportera, ¿lo pintaría usted más como héroe o como villano?
Yo soy partidario siempre de los héroes, pero de héroes con debilidades, como soy yo.
¿Coincide usted conmigo en que Pedro Sánchez es un personaje fascinante? Su audacia, sus dobleces, sus ‘plot twist’… podría funcionar bien en una novela o en una serie.
Pedro Sánchez es un personaje de película de miedo. Podría funcionar bien en la próxima temporada de Stranger Things.
Quizá de Feijóo no se puede decir lo mismo y por eso se dice que será mejor presidente que candidato. Como personaje, tiene menos dobleces, menos golpes de efecto.
Feijóo es un personaje de una novela con mucho fondo, de ésas que te cambian tu filosofía de la vida para bien. Es un personaje para un autor alemán.
Escríbame un título para la novela de Feijóo tras el congreso del PP de julio.
Pues… ‘Supo hacerlo bien’.
Si le tocara escribir un final feliz para España, ¿cómo sería?
No, nunca escribiría un final para España. España tiene que continuar. Lo que me gustaría ser capaz de contar es un próximo capítulo, en el que las cosas le fueran bien a España. Y yo creo que eso va a suceder con Alberto Núñez Feijóo en la presidencia del Gobierno.
Después de unos años en los que nos ha gobernado el mal químicamente puro, ya es hora de que llegue la sensatez, químicamente pura también, a la Moncloa.
«Sánchez ha llevado el lodo de la corrupción a Moncloa, pero lo más grave no es eso, sino su política amoral»
Vaya… cuando el PP está en la oposición, la sensación es que delegitima a quien lo ocupa. Pasó con Zapatero y pasa ahora con Pedro Sánchez. ¿De verdad había y hay un fondo peligroso en sus gobiernos? ¿O es que, como dice el PSOE, ustedes no soportan no mandar?
En los años de democracia, los socialistas han gobernado el 70% del tiempo. ¿Dónde está ahí la resistencia del centro derecha a los gobiernos socialdemócratas?
Yo creo que no. Nadie deslegitimó nunca a Felipe González. Y Sánchez se deslegitima él solo. Su falta de legitimidad está en el origen de su mandato, construido con los votos de aquéllos que quieren que a España le vaya mal. ¿Dónde se ha visto que los que quieren que al país le vaya mal elijan al presidente?
Volviendo a ese ‘nuevo capítulo de España’ que usted quiere escribir, ¿en esa trama usted polariza entre héroes y villanos, o sus personajes serían esencialmente centristas, moderados?
El Libro de Pecados no hay buenos ni malos, todos son humanos. Porque lo que yo intento en mi novela es ver la parte de atrás de los políticos, no verlos sólo como criaturas planas que aparecen en el telediario, sino que descubrirles el volumen. Su condición de seres humanos, sujetos a vicios, pasiones y generosidad, como cualquier otro ser humano.
No hay nadie que sea del todo bueno ni del todo malo. Ahí hay un retrato de cómo son los políticos en España. No hay ningún político real reflejado en mi libro, pero los que están en mi libro podrían ser reales.
¿Y hay pedacitos de alguno?
Sí, sí. Cada personaje de Libro de Pecados es como un pequeño Frankenstein. Está construido con pedazos de políticos reales a los que he conocido y a los que conozco.
Hubo un pasaje en el que se describía a Madelman que me recordó muchísimo a Pedro Sánchez, porcómo se le describía. No sé si ando descaminado.
No pretendo que Madelman sea Pedro Sánchez.
Si la política hace extraños compañeros de cama, ¿a quién sería interesante seducir en este momento para el Partido Popular? ¿Y con quién no entrarían en la cama ni por toda la ambición política del mundo?
Yo creo que el Partido Popular tiene bien puesto un cordón sanitario a Bildu. Creo que Bildu, que no se ha arrepentido y no ha pedido perdón por los asesinatos de ETA, no debería ser un interlocutor aceptable para ningún partido democrático en España.
Por otro lado, nosotros deberíamos ser capaces de convencer a todos aquellos partidos que no están en el izquierdismo que predica y no practica Pedro Sánchez, de la conveniencia de ir a unas elecciones generales cuanto antes, por España.
Dijo una vez John Lennon, el de ‘All you need is love’, que en realidad «todo se reduce a sexo». A usted, que escribe libros donde el amor funciona, hay quien le llama ‘Esteban González Porn’. ¿La polarización de la política lleva a pensar que los de derechas han de ser mojigatos?
Eso es porque algunos rivales políticos me ponen motes sin leer los libros. Y no hay mayor estupidez que la de juzgar lo que no se ha leído. En mis libros hay sexo porque en el amor hay sexo. Y porque yo no soy Corín Tellado. Si lo fuera, escribiría libros de amor sin sexo y vendería infinitos más ejemplares de los que vendo.
Su novela versa, entre otras cosas, sobre el poder oculto de un grupo de notables, que está siempre detrás. ¿Es usted un político metido a novelista para poder confesar que eso es real?
No. Mis novelas, y en concreto Libro de Pecados, no es un desahogo del político que no puede contar la verdad y la disfraza de ficción. Yo soy un narrador, lo he sido toda mi vida. Sólo a partir de los 50 me atreví a salir del armario y confesarlo. Y la política ficción es el hueco que he encontrado. No puedo permitirme una carrera literaria larga y, en el mercado literario español, el género que prácticamente nadie practica es el thriller político. Entonces me he ubicado aquí porque, estando vacío ese nicho, tengo más posibilidades de perdurar como autor.
Para mí, es una oportunidad porque conozco la materia y porque no tengo prácticamente competencia, no necesito vomitar nada. Si el hueco lo hubiera visto en el western o en la novela rosa, estaría instalado en esos géneros. Pero los españoles prácticamente no hemos escrito política ficción. Y yo ahí tengo un caminito en el cual, a lo mejor, puedo consolidarme como autor, pese a mi edad.
Esteban González Pons, escritor y político, entrevistado por Alberto D. Prieto, subdirector de EL ESPAÑOL.
Cuando escribe Esteban González Pons, ¿a quién le roba tiempo: a la familia o al contribuyente?
A la familia… por desgracia, a la familia. Tampoco me gustaría robárselo al contribuyente. Pero lo que hago yo es levantarme a las 05:00 de la mañana, y cuando empieza la jornada, a las ocho, yo ya entro con dos horas de escritura a cuestas. Además, a esa hora no suena el teléfono.
Y también escribo en el avión.
Dijo usted el domingo pasado, en la presentación de su novela en la Feria del Libro de Madrid, algo así como que ‘todos los políticos machos son el Madelman que nunca llegaron a ser’. ¿Eso es en serio o también es ficción?
Quizá para esto haga falta una explicación demasiado larga para una entrevista. Pero vamos a ver, la novela surge del retrato que quise hacer del hombre de mi generación, que ha dejado sola a la mujer de mi generación. En mi generación, a mi edad, abundan las mujeres que viven solas y para las que la pareja masculina ha sido una sombra hinchada o llena de inmadurez. De narcisismo e inseguridad. Una frustración, con complejo de Peter Pan. Son muchos los hombres de mi generación que han fallado a las mujeres de mi generación y. Y que en las. Las escritoras actuales ven como una sombra masculina.
Mi primer proyecto fue escribir sobre Madelman, el hombre de mi generación que tuvo de pequeño como modelo un muñeco Madelman entre las manos, igual que sus hermanas tenían una Barbie. Se ha escrito mucho sobre el complejo de Barbie que pueden tener las niñas que jugaron con ella y se ha escrito muy poco sobre el complejo de Madelman frustrado que tenemos los chicos que empezamos con éste… o con el Geyperman o con el Fuerte Comansi. El resto de la novela se construyó construye a su alrededor.
Somos el país de Ábalos. ¿Da para ficción ese malo?
Lo que yo lamento, cada día que veo el caso de Ábalos en televisión, es que se nos haya ido Francisco Ibáñez sin el Premio Princesa de Asturias de las Artes —y quiero dejarlo claro, no por culpa mía… quien quiera que sea el culpable, que lo recuerde siempre—. Porque Ábalos tiene un Mortadelo y Filemón que se ha quedado por hacer y que soñaremos siempre todos con cómo habría sido.
A veces, uno piensa en un ‘crossover’ entre Mortadelo y Filemón y Pepe Gotera y Otilio… por los otros personajes que rodean a Ábalos.
Lo dices por los fontaneros, sí.
Todo el mundo está comparando Ábalos con Torrente y yo ahí discrepo. Hay una parte de Torrente, de acuerdo, pero sobre todo en Ábalos hay un Mortadelo y Filemón.
‘Vota Juan’, ‘Libro de Pecados’… ¿En España está la cosa tan mal con ustedes los políticos, que hace falta hacer caricatura para poder hacer una ficción interesante?
No, es algo histórico. España carece de épica política. Nosotros no tenemos héroes políticos. Tenemos espadones, malos reyes y aprovechados.
Algún rey bueno tuvimos… Felipe II, Carlos III…
El primero fue un rey poderoso. Y el segundo quiso ser bueno. Pero el país siguió pasando hambre.
¿Usted cree?
Los norteamericanos tienen a Lincoln. Los británicos, a Churchill. Los franceses, a De Gaulle. Nosotros no tenemos a nadie. Y desde los tiempos de Quevedo, los españoles, maltratados por los poderosos, han mirado hacia arriba con una boca sin dientes y un estómago sin comida. Y se han reído del poder porque no podían hacer otra cosa.
Nosotros no hemos hecho grandes revoluciones, sino grandes chistes. O sea, no le hemos cortado la cabeza a los poderosos, pero nos hemos descojonado de ellos. Y desde Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja, de Quevedo, a Los Borbones en pelota de los hermanos Bécquer, desde Valle-Inclán a, más recientemente, mi admirado Eduardo Mendoza, tú no puedes en España hacer una novela sobre políticos si no te los tomas a coña, porque no es creíble.
«Lo que nunca puede hacer un político es lo que es inmoral; y Sánchez es el mal químicamente puro»
Es cierto que si uno imagina una serie seria de políticos españoles, parece aún más cómico…
Imagínate un House of Cards con Ábalos de protagonista. ¡Es que no funciona!
Pero con Sánchez, sí, ¿no?
Pero es que el malo de House of Cards es Ábalos. ¡Y es que con Sánchez, tampoco! Porque si los colaboradores de Sánchez son José Luis Ábalos, Santos Cerdán y la fontanera Leire,¿qué tipo de House of Cards vas a montar? ¿O un Ala Oeste de la Casa Blanca en el actual Palacio de la Moncloa, con los jefes de Gabinete y de prensa que tiene Pedro Sánchez? ¿Dónde está esa escena épica en la que el jefe de Gabinete muere tiroteado en una tienda 24 horas, mientras cae la nieve despacio sobre Washington y se escucha el Hallelujah de Leonard Cohen?
Otro ejemplo, Baron Noire, la serie francesa… ¿Tú puedes hacer un Baron Noire con Cerdán? ¡No puedes! Por eso nosotros nos tenemos que reír, pero no porque nuestros políticos sean malos, sino porque el español, no pudiendo hacer revolución, siempre se ha descojonado del poder.
Entonces, ¿recordamos con alguna épica a Felipe y a Aznar sólo porque ya han pasado décadas?
Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar representan la épica de la política española. Lo mejor que hemos sido capaces de dar en siglos es el tiempo que va de Adolfo Suárez al final de José María Aznar. Son los 20 años mejores de política española en siglos. ¡En siglos!
La cumulación de casos de corrupción en el Gobierno actual, ¿de esa degradación moral se puede salir? El Almarjal de su novela puede ser aquella Valencia de la corrupción, y de aquella degradación moral sí que salió su ciudad y su región natal.
No, aquella Valencia no es comparable. Valencia no sufrió ninguna degradación moral. Hubo algunos asuntos de corrupción, unos reales y otros se ha demostrado que no, y se produjo un cambio de gobierno. Si algo ocurrió en Valencia fue una saturación de poder después de demasiado tiempo sin cambiar de partido al mando. Pero moralmente, la Valencia que yo recuerdo era intachable.
No es lo mismo corrupción que degradación moral, entonces.
El problema de hoy, en realidad, no es la corrupción. Aunque es la primera que la corrupción llena de lodo el suelo de la Moncloa. La primera vez en la historia democrática de España que hay pisadas de barro en el suelo de la Moncloa.
El problema es que Sánchez ha degradado moralmente a España y ha convertido la política en amoral. Es una política que no conoce la moral, ni se la plantea. Todo lo que se le ocurre para conservar el poder es capaz de hacerlo, sin plantearse si existen o no límites morales.
Eso sí es muy de ‘House of Cards’.
Uno de los políticos a los que yo más admiro, y con el que he trabajado muy cerca, es Mariano Rajoy. Él me enseñó que lo único que un político no puede hacer nunca es aquello que es inmoral. Eso lo aprendí de Rajoy y lo tengo muy claro.
Hay dos contraindicaciones: la contraindicación táctica y la contraindicación moral, y esta última nunca debes ni planteártela. Y Sánchez pasa de cualquier tipo de límite moral.
Dice la separata que todo en el libro es inventado, y uno entiende que eso se refiere a la trama, esencialmente. Pero vayamos al autor. Antes, usted me lo explicaba, pero no del todo. ¿El desapego a la política que se lee en las novelas de Esteban González Pons es también inventado, o es real?
El descreimiento en la política forma parte de la condición de ser inteligente y pensante del autor. Un liberal tiene que ser descreído respecto del poder. Si no, no es un liberal. Un liberal no puede confiar de una manera ingenua en el poder ni en la política. El liberal trata al poder como un león hambriento, con distancia y poniéndole un palo por delante.
Este descreimiento es simplemente… que soy descreído, a fuer de ser liberal.
«Hay desapego al poder en mis libros. Un liberal tiene que ser descreído respecto del poder; si no, no es un liberal»
Hay un pasaje en su libro que habla de las sedes de los partidos políticos ‘como un espacio ambiguo entre el atractivo y la repulsión con la que se ven desde fuera los puticlubs, las funerarias y los bingos’. Si yo fuera compañero de González Pons en el partido, quizá me sentiría molesto. Es decir, bastante poco creen ya en nosotros los españoles como para que venga un dirigente a decirles no que crean aún menos.
Yo no digo eso.
Lo dice el narrador.
Sí, pero yo lo que hago es describir una realidad. Yo no juzgo. Yo no soy un filósofo. No es una novela de tesis. Yo sé, y cualquier compañero mío o de cualquier otro partido político te lo dirá, que aquél que no está afiliado, entra en una sede con incomodidad, como si le fueran a contagiar algo.
Cuando viene alguien a la sede de mi partido, y pasa lo mismo en Ferraz, la gente entra como diciendo ‘bueno, estoy aquí, pero yo no me comprometo a nada’. O sea, como si le fuéramos a hacer algo. Y eso es inevitable. Nadie que entra en una sede lo hace cómodo, ¡y no te digo ya un político de otro partido entrando en la sede contraria! O sea, si yo me viera entrando en Ferraz, estaría muy incómodo. Las sedes de los partidos, para quienes no militan, son lugares misteriosos, en los que te preguntas qué ocurrirá ahí dentro. Yo lo describo, no lo juzgo.
¿Cuál es la trama de su vida, señor González Pons, el escritor que quiso ser político o el político que quiso ser escritor?
El chico que estudió Derecho porque sus padres no le dejaron estudiar Filología, que se dedicó a la política porque era una forma de traducir el derecho en literatura y que, sólo ya de mayor, se atrevió a dar el paso y dirigirse con un manuscrito a distintas editoriales intentando que se lo publicaran.
Algunas le dijeron que no, y una le dijo que sí. Y desde entonces, ese chico está intentando ser, al mismo tiempo, el político en el que cree y el escritor al que aspiró de joven.
¿Y cómo querría usted que titulamos esa vida, los que escribimos de usted?
Esteban González Pons triunfó con Libro de Pecados.
¿Y en los próximos años?
Vendió muchísimos ejemplares.
Jajjajajajajja. Muchas gracias, Esteban. Ha sido un placer.
Lo mismo digo.