Los paisajes agrícolas mejoran significativamente las tasas de supervivencia invernal de las abejas europeas (Apis mellifera). La clave es la diversidad floral, especialmente en otoño y primavera, que se presenta como un factor determinante para que las colonias de esta especie polinizadora resistan los meses fríos.
Es la principal conclusión de un estudio paneuropeo, que ha revelado que las zonas de alto uso agrícola, lejos de perjudicar a las abejas melíferas como se suponía, pueden mejorar significativamente sus tasas de supervivencia invernal. La investigación, publicada en la revista ‘Journal of Applied Ecology’, se centró en cómo el tipo de paisaje y las condiciones climáticas influyen en la disponibilidad de polen y, en consecuencia, en la salud y longevidad de las colonias durante el invierno.
Las abejas, al igual que los humanos, requieren una dieta equilibrada. Necesitan aminoácidos, ácidos grasos, vitaminas, proteínas y minerales para desarrollar sus funciones vitales. Según la bióloga Giulia Mainardi, investigadora principal del estudio, una dieta rica y equilibrada no solo garantiza «un desarrollo exitoso de la cría», sino que también promueve «la salud general de la colonia, y las abejas sanas son más resistentes a los factores de estrés».
Paisaje agrícola. / Unsplash
Los investigadores analizaron cómo la diversidad del polen recolectado, indicador de la variedad de plantas disponibles, y los días adecuados para el forrajeo afectaban la supervivencia de las colonias. Para ello, se instalaron apiarios en 27 ubicaciones de Alemania, Francia y Grecia, que representan distintos tipos de paisaje (agrícola, seminatural y urbano) y diferentes climas europeos (oceánico, continental y mediterráneo).
Durante dos temporadas de forrajeo (2021 y 2022), los investigadores recolectaron muestras de polen, que fueron analizadas mediante técnicas genéticas para identificar las especies vegetales forrajeadas. Paralelamente, registraron los datos climáticos y calcularon el número de días aptos para el vuelo de las abejas.
Mayor diversidad de polen
Uno de los hallazgos más llamativos fue que los paisajes agrícolas, especialmente en otoño, proporcionan una mayor diversidad de polen. «Esto se debe probablemente a medidas agroambientales como la agricultura ecológica, las franjas florales y los cultivos intercalados«, explica Mainardi.
Durante el verano, en cambio, los entornos seminaturales mostraron una mayor diversidad floral, posiblemente porque las plantas silvestres siguen floreciendo después de que los cultivos principales hayan finalizado su ciclo. En primavera, la diversidad fue elevada en todos los tipos de paisaje, sin diferencias significativas atribuibles a la composición del entorno.
El estudio identificó 408 especies vegetales distintas en las muestras de polen recogidas. Constató, además, que entre el 45% y el 63% del polen provenía de plantas silvestres, independientemente del tipo de paisaje. Los datos evidencian que la diversidad de polen recolectado en primavera y otoño tiene un efecto directo en la supervivencia invernal de las colmenas.

Colmenas en un entorno rural. / Giulia Mainardi
Estos resultados resaltan que no solo es importante la cantidad de alimento recolectado, sino su variedad nutricional, algo que había sido menos estudiado hasta ahora. «El desarrollo de las abejas de invierno, que sustentan la colonia durante los meses fríos, también depende del acceso a recursos alimenticios de alta calidad.», señalan los autores.
Aunque el estudio también contempló variables climáticas, como la cantidad de días de vuelo durante el año, no resultaron ser factores significativos para la supervivencia invernal. Aunque se observó una tendencia positiva con respecto a los días de forrajeo en primavera y verano, y una posible relación negativa durante el invierno, los resultados no fueron concluyentes desde el punto de vista estadístico.
Una perspectiva alentadora
«Los resultados subrayan que la supervivencia invernal no solo depende de factores como el ácaro Varroa o las condiciones meteorológicas, sino también de la calidad de los recursos alimenticios disponibles durante el año«, señala Ingolf Steffan-Dewenter, que dirigió el estudio.
El estudio plantea implicaciones prácticas para la agricultura y la apicultura. Dado que los entornos agrícolas pueden ser beneficiosos para las abejas si ofrecen suficiente diversidad floral, los investigadores recomiendan fomentar medidas agroambientales que promuevan la plantación de especies atractivas para los polinizadores.

Ejemplar de abeja europea. / Pixabay
«La aplicación de esquemas agrícolas que mejoren los recursos florales, como franjas florales, el manejo de bordes de campo y los cultivos intercalados, puede mejorar significativamente la supervivencia invernal», afirman los autores.
Asimismo, destacan la necesidad de una cooperación más estrecha entre apicultores, agricultores, urbanistas y responsables de la conservación del medio ambiente. Estas acciones conjuntas no solo beneficiarían a las abejas melíferas, sino también a otros polinizadores clave, como abejorros o mariposas.
El estudio ofrece una perspectiva alentadora sobre el papel que puede desempeñar la agricultura en la salud de las abejas, tradicionalmente vista como un factor de amenaza debido a la simplificación del paisaje y el uso de pesticidas. En este caso, ha quedado demostrado que, con una gestión adecuada, las zonas agrícolas pueden aportar los recursos necesarios para la supervivencia de las colonias.
«La diversidad floral en los paisajes agrícolas indica que las abejas melíferas gestionadas pueden adaptarse y prosperar incluso en entornos alterados por el ser humano», concluye el equipo de investigación.