Que no sea obligatorio es probablemente una de las principales debilidades del NutriScore, ese distintivo o semáforo de colores, del verde al rojo, que lucen los envases de algunos alimentos y que se aplica en España desde mediados de 2021. Solo las empresas alimentarias que mejor paradas salen con el indicativo lo han incorporado a sus embalajes (el porcentaje de cuántas son es un dato del que nadie dispone en este momento), por eso ha sido un jarro de agua fría que Nestlé, una de las primeras multinacionales que se destacaron como defensoras de este modelo de etiquetado, haya decidido dejar de utilizarlo en los productos que comercializa en Suiza, el país en el que tiene su sede central. La medida no ha hecho más que agudizar las dudas que ya se tenían sobre este sistema, del que también han desertado compañías como Danone y países como Italia.
«La cuestión es que hasta hace poco resultaba relativamente fácil engañar al algoritmo: si un fabricante quería que un producto con sello D pasase a ser B, le bastaba con, por ejemplo, retirar un poco de azúcar o añadir algo de fibra», explica Ujué Fresán investigadora del ISGlobal, máster en Salud Pública y doctora en Biomedicina. «La última actualización que se hizo en 2022 fue ya más dura, mucho más estricta con algunos nutrientes, y por eso ahora algunos productos están abandonando la etiqueta, dado que además es de cará», agrega Fresán.
También la expresidenta del comité científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), Montaña Cámara, expresó, con motivo de la entrada en vigor de este sistema en España, sus dudas sobre la conveniencia de implementar un etiquetado que calificó de «confuso». «Busca una simplificación, pero no es tan fácil de entender«, lamentó la también catedrática de Nutrición y Bromatología por la Universidad Complutense de Madrid. Y es que, como indica Fresán, «la trampa es que compara alimentos de una misma categoría, con lo que puede generar equívocos».
«Por ejemplo -prosigue la investigadora de ISGlobal- en el caso de los cereales de desayuno, puede haber distintos niveles del semáforo según los ingredientes de las diferentes marcas y de las diferentes variedades de cereales, pero no se comparan, en ningún caso, con una tostada de pan con aceite, que sí es mucho más saludable». De hecho, según esta salubrista pública, «NutriScore penaliza las calorías, ya que castiga al aceite de oliva o a los frutos secos, aunque estos sean más saludables que algunos alimentos más ricos, pongamos el caso, en fibra».
Los abandonos
A NutriScore le ha faltado también, en opinión de la expresidenta del comité científico de la Aesan, «una buena campaña de comunicación para informar al consumidor» y ser una etiqueta «armonizada en toda la Unión Europea (UE)» y no solo en algunos países. De hecho, si ahora Nestlé retira el sello de los envases de los productos que vende en Suiza, es porque, según ha alegado la compañía, la implantación de NutriScore en ese país ha sido mínima y eso le ha pasado factura en relación a sus competidores. Según detalló hace un par de semanas un portavoz de la firma, sus marcas son a menudo las «únicas» que llevan la etiqueta en las categorías de productos locales, lo que, en su opinión, las sitúa en desventaja.
Las motivaciones de Danone fueron distintas. La compañía francesa dejó claro que el cambio de criterios desarrollado en 2022 para evaluar los productos perjudicaba claramente a sus bebidas lácteas, especialmente a aquellas enriquecidas o con complementos nutricionales. También en Francia, ha abandonado la etiqueta la empresa de alimentos de origen vegetal (desde bebidas a snacks) Bjorg o la comercializadora de agua embotellada Cristalline. En Suiza, antes de Nestlé, se fueron de NutriScore la fabricante de productos lácteos Emmi y la cadena de supermercados Migros, especializada en alimentación turca. Ante este panorama, son ya numerosos los expertos que avisan del riesgo de que, si las marcas no adoptan un compromiso firme, el futuro de Nutriscore sea difuso e inestable.
Otros semáforos o sellos nutricionales
Ahora mismo tampoco ayuda la profusión de etiquetados con que se encuentran los consumidores. Un equipo de auditores de la UE ha alertado ya de que los compradores «pueden perderse fácilmente en el laberinto del etiquetado para alimentos que hay en los distintos Estados miembros», que incluyen sistemas no armonizados y sobre los que no hay consenso. Lo recoge un informe del pasado noviembre del Tribunal de Cuentas de la Unión Europea, que añade que la confusión «se ve agravada por el creciente número de etiquetas, logotipos y declaraciones voluntarias que se utilizan para atraer a los consumidores». Esas menciones pueden no solo ser confusas, «sino también engañosas», alertan.
«Hay, sin duda, sellos o distintivos que resultan superútiles, que facilitan la vida, como el de los alimentos libres de gluten, y otros que quizás serían mejorables, como los de los productos veganos y los vegetarianos, que pese a que son dos etiquetas son muy parecidas, también son de gran ayuda para el consumidor», señala la doctora en Biomedicina Ujué Fresán. «Y otros que son equívocos y que no ayudan a la salud pública, como los ‘alto en hierro’ de los patés, los ‘ricos en proteínas’ de los yogures o el ‘sin aceite de palma’ que llevan las cremas de chocolate para untar», constata la investigadora, que aprovecha para añadir que «al 90% de los españoles ahora mismo o les faltan proteínas».
Efecto disuasorio
En opinión de esta investigadora, una de las herramientas que más efectividad han demostrado son «los sellos negros que se utilizan en América Latina«. «Son similares a los que ponemos aquí en las cajetillas de tabaco y resultan muy disuasorios. Quizás dan menos información, pero surten efecto, porque indican claramente qué puede causar el consumo de un producto determinado y ayudan a tomar decisiones más saludables», agrega Fresán.
Las normas de la UE «no se han adaptado a un mercado en constante evolución, lo que hace que unos 450 millones de consumidores europeos sean vulnerables a mensajes engañosos intencionados o involuntarios«, señaló el miembro del Tribunal de Cuentas Europeo responsable de la auditoría, Keit Pentus-Rosimannus, en la presentación de sus conclusiones. Hay «considerables lagunas» en la legislación europea, así como «insuficiencias en los sistemas de seguimiento, información y control, y en materia de sanciones», añadió el portavoz de los auditores. Además, indicó, las multas previstas no siempre son suficientes para evitar los abusos.
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