Cuando el Oviedo fichó a Nacho Vidal el pasado mercado invernal, Braulio, director deportivo de Osasuna y uno de sus grandes valedores en el mundo del fútbol, bendecía entre risas su afortunado debut con gol en el Tartiere. “Lo que no vi venir es que marcara de cabeza entrando en el segundo palo…”, decía. Y algunos meses después, la frase ha quedado obsoleta. Porque Nacho Vidal es delantero. Quizás no por posición, pero sí por alma. En Almería, dos tantos de killer del teórico lateral -eso dice la pizarra- empujaron al Oviedo, mejor en la primera mitad y superviviente en la segunda, a un triunfo (1-2) que supone un paso de gigante en el objetivo de colarse en al final por el ascenso. Estaba equivocado Braulio. Y, en realidad, todo el mundo del fútbol.
El 1-2 deja al Oviedo muy cerca de la final. Debe corroborarlo en el Tartiere, con su gente, y se espera un Almería sin ataduras, que busque más alegremente el área de Aarón. Lo de Almería salió bien porque los azules supieron controlar el juego en su mayor parte y, cuando tocó sufrir, supieron agarrarse al partido. Y lo que termina de explicar el triunfo es ese elemento que nadie vio venir.
Vayamos al partido. La primera noticia en el partido es que el Almería no salió a por el partido. No es que el equipo de Rubi sea precisamente el conjunto más agresivo de Segunda, pero uno se esperaba alguna marcha más en un escenario así. Buenas noticias para el Oviedo.
Salió de primeras el partido algo mustio, como un duelo tibio en pleno diciembre antes que un efervescente play-off. El Almería cedió metros y los de Paunovic se presentaron cuidando la pelota. Más que un dominio arrollador, se trataba de poner las reglas: aquí mandamos nosotros.
Alemão peinó un centro de Cazorla a los 3 minutos para acompañar ese dominio inicial de alguna intención dañina. Santi se ubicó en la banda izquierda, con las novedades esperadas, Sibo de vuelta a su rol obrero y Alemão en el 9, pero el asturiano siempre se orientó hacia la línea de pivotes, tratando de organizar de forma coordinada cada ataque.
El Oviedo salió mandando, como ya se ha dicho, y el Almería esperó y solo se refugió en la exuberancia de Lopy y el guante de Arribas. Con poco más que eso (está el tema de Luis Suárez, claro…) le ha valido para estar en el play-off, así que Rubi no optó por mucha variedad en menú.
Se asentaban los dos en el partido, cada uno con su estilo, camino de entendimiento cuando Hassan pidió la vez. Hizo lo de todo el año. Recibir y retar. No siempre le sale bien, pero él siempre insiste, como si conociera otro camino para hacerse notar. En un fútbol moderno por momentos tan plano se agradecen ataques de inspiración así. La cosa es que Hassan retó y salió vencedor hacia dentro, olfateando la frontal. Desde allí chutó, firme, abajo, cerca del poste, y Fernando, meta local, solo pudo poner los guantes de una forma poco ortodoxa y, contradiciendo a la norma, rechazando al centro. Alguien de azul encontró el regalo para empujar. Era Nacho Vidal, al que el ataque de inspiración de Hassan le había empujado al rol de improvisando delantero.
El gol reforzó la idea que Rubi había dejado caer en la previa: los de Paunovic son más equipo, entendiendo este como un conjunto organizado de futbolistas. Ni el estadio parecía apretar al nivel que exige un play-off. Parecía todo controlado.
Parecía. Porque si algo ha demostrado el Almería este año es su capacidad de vivir en base a impulsos. No estaba Luis Suárez, pero la segunda línea tiene nivel superior. Lo peor que pudo hacer el Oviedo en ese momento fue invitar a su rival a entrar en la eliminatoria. Era tan sencillo como tenerla y tenerla para, así, desactivar cualquier intento de reacción local. Había que evitar cualquier error, fuente de alimentación del conjunto indálico.
Pero Seoane perdió un balón sencillo en la fase de inicio, con el equipo mal parado. Y los locales ejecutaron en plan que tienen más trabajado: correr. Arribas, puro talento, recibió en el área, controló y definió con clase, y de golpe y porrazo todo volvió al inicio, echando por tierra la destacada puesta en escena de los azules. Paunovic, junto al banquillo, se señalaba con los índices la cabeza, visiblemente contrariado. A su Oviedo le había faltado poso para asentar la golosa ventaja previamente conquista. Así que vuelta a empezar. Estas cosas suelen pasar en los play-offs, donde el guion va variando a golpe de goles.
Reaccionó bien el equipo azul al guantazo, otra vez con el balón. Sin exponer demasiado, pero concediendo poco o nada. En realidad, como si nada hubiera pasado. Sibo ganó cada balón sin dueño, Colombatto dio claridad y Cazorla siempre fue una amenaza asomándose desde la izquierda. La aceleración, como siempre corrió a cargo de Hassan, acertado o no, pero siempre valiente.
Tocó Colombatto de cabeza un centro de Rahim para volver a visitar el área enemiga y al argentino se quedó corto un servicio desde la izquierda con Alemão relamiéndose. Entre medias, un codazo de Centelles que en lenguaje de play-offs -arbitraje conservador- se queda en amarilla…
Mejoró algo el Almería en el tramo final, el que siguió a la pausa de hidratación, pero para ver a Aarón hubo que esperar hasta el último tramo. Primero, Arribas buscó la rosca desde el ángulo del área y después el meta rechazó con los puños un disparo lejano de Baptistao, más potente que colocado. Pobre bagaje para el ofensivo Almería en todo caso. No parecía para nada incómodo el Oviedo.
Parecía claro que los locales solo sobrevivirían a base de errores azules. Calvo se confió en una salida, y corrigió entregando un córner. El balón llovió desde la esquina, Melero remató franco y Nacho Vidal, en una intervención ágil de valor gol, evitó un mazazo que parecía seguro a la vuelta de vestuarios. Baptistao, de inmediato, buscó un derechazo raso. Todos entendieron el mensaje: el Almería quería dar un paso más.
Amortiguó el Oviedo ese intento con más balón, antídoto efectivo ante el ímpetu local. Y con Hassan afilando el cuchillo: un centro suyo fue rematado por Nacho Vidal otra vez en el área.
Respondió el conjunto de Rubi ante otra imprecisión azul. Vidal estaba iniciando una carrera cuando Melamed, recién ingresado, exploró su vacío. El centro fue tocado por Lázaro, otro nuevo, y la pelota se fue contra el poste. El Oviedo necesitaba recuperar la buena senda porque el partido había cambiado. En realidad, esto es lo que se podía esperar del Almería en un play-off.
Reaccionó Paunovic refrescando piernas. De la Hoz, Paulino y Paraschiv, al verde. Le sentó bien el triple cambio al equipo, que logró serenar las cosas. A un cuarto de hora, la sensación en ambos era de conformismo. Como si se hubieran puesto de acuerdo en que decidiera el Tartiere. Para incidir en la idea, Paunovic dio entrada a Luengo por Cazorla, y el equipo pasó a formar con tres centrales, que en Tenerife había salido tan bien. Esta vez, al contrario que entonces, parecía una elección con intenciones defensivas. Así había que alcanzar la orilla, que estaba muy cerca.
Antes de las últimas brazadas, otra intervención milagrosa en defensa. Esta de Costas. Remató Lázaro en posición franca y el gallego interpuso en un acto de fe su cuerpo entre el derechazo y el gol. La pelota, para más emoción, se fue rozando el poste. Definitivamente, al Oviedo le tocaba sufrir los algo más de 10 minutos que quedaban de choque.
Pero como no hay quien entienda esto del fútbol sucedió lo imprevisto. Otra vez. Encontró el Oviedo un claro y ganó la esquina Paraschiv, el tío que tiene que empujarlas. Centró más por fe como una gran idea. Remató Nacho Vidal, sí, el lateral, el que las defiende. Un tipo que lleva 8 goles como profesional y 6 son en medio año en el conjunto azul. Lo dicho: no hay quien entienda este deporte.
Fue el golpe definitivo. Era el 93 y a los locales solo les quedó un último arrebato calmado por la firme defensa azul. El paso es gigantesco, porque decide el Tartiere, que eso siempre es una garantía. Y porque si todos se comportan con la fe de Nacho Vidal en el área contraria hay pocos obstáculos que se resistan.