Mazón interviene durante la Conferencia de Presidentes en Barcelona ante Pedro Sánchez, este viernes. / Lorena Sopena/Europa Press
No deja de resultar paradójico que en medio de la gravísima crisis política e institucional que padecemos desde que se produjo la Gran Riada el partido que más estable permanezca sea precisamente el PP. Que está tenso, es obvio. Pero no se ha roto. Hasta el expresidente Camps ha bajado el diapasón mientras emergen con fuerza nuevos liderazgos como el del presidente de la Diputación de Valencia, Vicente Mompó, que con la excusa de arropar a Mazón acaba de montarse un acto de reafirmación que ni el propio Mazón ni María José Catalá, la alcaldesa de València, serían capaces de organizar en estos momentos.
Y es que, como repite con razón el periodista Salvador Enguix, la derecha ultramontana ha aprovechado la debilidad de Mazón para imponer sus tesis en los presupuestos de la Generalitat y la acción diaria de gobierno. Pero también es verdad que no hay día que no nos levantemos con la fuga de algún concejal de Vox en algún punto de la Comunitat. El último caso sonado ha ocurrido en Elche, tercera ciudad de la autonomía. Vox no es un partido. Es una partida. Una banda de guerrilleros que aprovecha los miedos de la gente, incluidos los de Feijóo y el PP, para crecer pero que, como la mala hierba, jamás fertilizará el suelo que coloniza, sino que lo esteriliza. El mayor error del PP (y sobre todo de Feijóo) es no darse cuenta de que ahí, en su implantación y su estructura, es donde ellos tienen la fuerza y Vox la debilidad.
Y a la izquierda, ¿qué le pasa? Nada que no hayamos visto una y otra vez. Compromís no tiene dirección ni proyecto. Así que su único refugio es el activismo en la calle o en las redes sociales. No pinta nada en Madrid. Nada es nada. Pero tampoco sabemos qué propone en la Comunitat Valenciana entre perfomances y manifestaciones. La supuesta coalición tiene una ejecutiva que sólo se reúne para intentar no disolverse. Y así llevan años. Compromís no tiene más leiv motiv que atacar a la derecha de pensamiento único y antediluviana. ¿Pero me pueden decir en qué se han convertido ellos si no en eso? Se supone que Compromís se alinea con quienes defienden en Madrid la España plural. Pero en València no contempla otra cosa que no sea la Comunitat uniforme. Esa permanente contradicción no tiene un pase.
La penúltima crisis de quienes fueron pieza fundamental de los gobiernos del Botànic ha venido esta semana por la confrontación entre sus dos fuerzas principales, la Iniciativa que fundaron gentes como Mónica Oltra, Pascual y Mireia Mollà, Manuel Alcaraz, Miquel Real, Iván Castañón y otros, y el antiguo Bloc, denominado Més ahora que son menos, que han heredado Baldoví o Agueda Micó y del que no ceja en intentar adueñarse Vicent Marzà aunque siempre desde el confort que proporciona el estar lejos de cualquier trinchera.
Sumar, el experimento de Yolanda Díaz que tan fallido ha resultado, no quiere llamar a Pedro Sánchez a comparecer en la comisión del Congreso que debe investigar lo que ocurrió en la DANA. Y el conflicto, como ustedes saben, estalla porque Iniciativa apoya esa posición de Sumar mientras Més sí quiere que el presidente del Gobierno acuda a la comisión e incluso amenaza con romper el grupo parlamentario en Madrid si la vicepresidenta Díaz y los suyos no rectifican.
Mi compañero Alfons García ha escrito aquí sobre la necesidad de que Sánchez sea citado por esa comisión. Otra cosa no tendría justificación alguna. Pero el problema para Compromís, como siempre, es que ni es tenida en cuenta el día de antes ni tiene respuesta para el día después. Su escaso peso en Madrid, a pesar de que sus dos escaños deberían cotizarse a precio de oro, le obliga a actuar, en todo caso, por reacción: en contestación a lo que ya se ha decidido en Sumar sin tener en consideración su opinión.
Traído todo esto al punto en el que estamos, coincidirán conmigo en que el papelón que Compromís afronta no tiene buena salida. Porque no citar a Sánchez sería tanto como arruinar la escasa credibilidad que esa comisión (y Compromís mismo) puedan tener. Pero si se le llama porque Compromís logra in extremis imponerse en Sumar, ¿para qué va a ser? ¿Para reprocharle al presidente del Gobierno que no interviniera la autonomía el 29O y asumiera sus competencias? Pues, como diría Trillo, manda huevos la línea argumentativa del único partido nacionalista valenciano que tiene diputados en Madrid.
Por no entrar en otro jardín más profundo, que me limito a señalar ahora: Compromís fue un invento precisamente para romper el acotado techo que el nacionalismo valenciano tenía en las urnas. Un invento que salió bien. Fue la componente de izquierdas que le insufló Iniciativa la que le hizo ser decisiva para que hubiera un Botànic I y un Botànic II. De aquella Iniciativa no queda apenas nada. Pero sin ella, Més no tiene más aspiración que la de la mosca cojonera.
¿Y el PSPV? Ahí te quiero ver. 8 de cada 10 encuestados en el sondeo que Lápiz Consulting elaboró para Prensa Ibérica, más de 6 de cada 10 en las encuestas que maneja el propio PP, es decir, en todo caso la mayoría de los electores, quieren que Mazón se vaya. Pero el partido que ha tenido que nombrar una gestora en la segunda ciudad más poblada de la Comunitat Valenciana no es el PP, sino el PSPV. Y siendo Alicante la segunda agrupación socialista en afiliados de todo el territorio, no ha encontrado ni uno solo que pudiera hacerse cargo del marrón y han tenido que poner al frente a militantes de otras asambleas.
Y ellos mismos, digo de los socialistas, se pasan el día fomentando la duda de si quieren más a papá o a mamá. De si Diana Morant podrá sostenerse o darán el cambiazo por Pilar Bernabé. Es de chiste. Sucede que, gracias al propio PSOE, se habla menos de la posible competencia entre Mazón y María José Catalá, que de la coordinación de la ministra y la delegada del Gobierno. Cuando lo que les debería preocupar a los socialistas ahora no es cuál es el ticket para las próximas elecciones, sino el cómo organizarse para llegar hasta ellas cuando Morant no está en ningún sitio y Bernabé está en demasiados.
Así que resulta que con la que ha caido y sigue cayendo las encuestas aún hablan de empate técnico. Resulta que el PP es capaz de hacer actos de fuerza, como el de Mompó, que a la izquierda y a la ultraderecha le son todavía imposibles. Resulta que Vox puede alardear con razón de gobernar la Comunitat pero cada vez esta más cerca de que uno de sus díscolos le lleve papeles a la Fiscalía y les haga estallar el chiringuito que intentan montar aquí. Resulta que las encuestas le indican al PSOE que donde tiene una oportunidad es precisamente, para pasmo de muchos, en Alicante y, sin embargo, en Alicante andan como pollo sin cabeza. Resulta que en València el PP intenta colar que las multitudinarias manifestaciones contra Mazón son cosa de Compromís pero a la hora de la verdad Compromís no logra reunir a más de cien personas en un homenaje al exalcalde Ribó.
Resulta, en definitiva, que se acaba de reunir la Conferencia de Presidentes sin que ni el PSOE ni el PP, ni Sánchez ni Feijóo, ni siquiera Mazón, hayan considerado que la DANA de Valencia, la mayor catástrofe en décadas en Europa, que puede repetirse en otro lugar de nuestra geografía dejando un rastro aún mayor de muerte y devastación, merezca entrar en el orden del día, como con tanto dolor como acierto ha denunciado mi compañera Isabel Olmos.
Pero así está la cosa. Probablemente, uno de los versos más repetidos en los últimos años sea el que Serrat canta en “Sinceramente tuyo”, concretamente el que dice que “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. A mí, que jamás he coincidido en los términos (la verdad puede ser terriblemente triste, doy fe), me importa sin embargo otra estrofa de esa misma composición, que nadie cita. La que dice: “Y no es prudente ir camuflado. Eternamente por ahí. Ni por estar junto a ti. Ni para ir a ningún lado”.