Es inerte a la condición humana menospreciar lo que damos por seguro. En cambio, cuando corremos el riesgo de perder algo le damos un valor extra que seguramente ya tenía, pero que la cotidianidad le quita mérito o relevancia. Y es por eso que la incertidumbre por el futuro de Motorland en el Mundial de Motociclismo provocó que en Alcañiz se viviera el desembarco de MotoGP, aunque también como siempre, de una manera distinta y con una sensación que invadía cada rincón de la ciudad turolense: «No podemos dejar que esto se pierda».
Si ya la noche del viernes Alcañiz fue cogiendo temperatura, este sábado se vive el día grande, al menos en lo social, de un fin de semana que siempre da para mucho. A los que llegan de propio para disfrutar del rugido de los motores y a los que los esperan con los brazos abiertos. Desde primera hora de la mañana era imposible dar un paso por la localidad sin toparse con un motero con su fiel compañera de dos ruedas. Y eso que hasta bien entrado el día, con la marabunta en Motorland disfrutando de los entrenamientos y de la carrera al sprint, se respiraba hasta cierta tranquilidad, aunque el goteo de gente era constante (son muchos los que acuden al Bajo Aragón sin tener entrada para el circuito) y los hosteleros se afanaban con los preparativos para que todo estuviera listo.
Dicho y hecho. Cuando la acción se trasladó del circuito al centro de la ciudad, la fiesta explotó en Alcañiz. «Esto hay que vivirlo, esto está a tope. Hay mucha más gente que el año pasado», dice Juanjo, que llega desde Zaragoza. Su sensación la avalan los números, porque el número de entradas que se ha vendido es un 15% superior al del septiembre pasado. Las obras en la plaza España, el centro neurálgico y de reunión por antonomasia, provocaron que ayer el ambiente estuviera más repartido, pero eso no hizo que la sensación de lleno a rebosar en la ciudad desapareciera. Ni mucho menos.
El olor a gasolina característico de la plaza de Santo Domingo se mezcló esta vez con el del jamón de Teruel, porque a ese lugar se trasladó la ya clásica degustación de productos de la tierra. «Teníamos algo de miedo por el cambio, pero tenemos colas enormes. Hemos vendido más platos que el año pasado», explicaba Fernando Lizana, técnico de festejos del Ayuntamiento de Alcañiz. Ante la duda de qué va a pasar con el futuro de Motorland en el Mundial, Lizana miraba a su alrededor y se lamentaba. «Fíjate cómo está la ciudad, da gusto. Sería un vacío enorme».
Cuando parecía que no cabía más gente en la calle, la caída del sol y el descenso del intenso calor les sirvieron a muchos como estímulo para que, entonces sí, ya no cupiera ni un alma en las calles. También entonces la música elevó su volumen en una noche que se preveía larga. Las conversaciones entre moteros dejaron paso a los bailes en una noche que se percibe que va a ser muy larga para muchos. A alguno le costará un buen esfuerzo el madrugón para disfrutar de las carreras, pero sarna con gusto no pica. Aunque nadie aquí lo desea, si el de 2025 es uno de los últimos grandes premios en Alcañiz el listón está quedando bien alto.