España jugará la final de la Nations League en Múnich el domingo. Y lo hará después de avasallar futbolísticamente a una de las selecciones con más estrellas del panorama internacional: la Francia del majestuoso Mbappé, la del voraz Dembelé, la del incipiente Doué. Pero España es una orquesta Sinfónica en la que lleva la batuta Pedri y hay dos violinistas excelsos como Nico y Lamine, el Mozart del fútbol. Y además tiene a futbolistas de clase media que serían estrellas rutilantes en cualquier otra selección. Porque no hay en Francia un jugador con el instinto futbolístico de Oyarzabal ni la clarividencia de Merino. España suma 24 partidos sin perder y aspira a ganar su segunda Nations League, algo que puede lograr de forma consecutiva. Enfrente estará la Portugal de Cristiano Ronaldo, otra selección con mucha ‘calle’, probablemente la rival más parecida a la selección de un Luis de la Fuente que volvió a acertar con su planteamiento.
Debilitado enormemente en defensa, el seleccionador francés Didier Deschamps, de natural conservador, decidió liarse la manta a la cabeza el día menos indicado. Apostó por un órdago amontonando purpurina en el once: Mbappé, Dembelé, Doué, Olise… De la Fuente, fiel a sí mismo, propuso fútbol. Pragmático como es el riojano, no tocó la defensa que funcionó ante Países Bajos, con Hujsein en el eje con Le Normand y Porro y Cucurella sellando los carriles. Escoltó a Zubimendi con Merino, en lugar de un Fabián aún resacoso tras la Champions, y en punta eligió a su talismán Oyarzabal coronando el factor X del equipo: Lamine-Pedri-Nico. Mucho IQ futbolero para frenar a los atletas franceses.
Oyarzabal, estelar
Los del gallo avisaron a los seis minutos, cuando un error de Merino permitió a Dembelé plantar a Mbappé ante Unai Simón, pero decidió mejor el portero. España se recogió tras el susto y Francia tuvo más la pelota sin saber qué hacer con ella. Una distracción en un córner permitió a Theo mandar la pelota al larguero y eso despertó a los de De la Fuente. Nico hizo trabajar a Maignan en dos ocasiones. En la tercera, en el minuto 21, un centro al corazón del área de Lamine fue recibido de espaldas por Oyarzabal, quien asistió al menor de los Williams para abrir el marcador tras la deliciosa maniobra del realista, que siempre justifica sus titularidades. Las sospechas sobre la defensa francesa se confirmaron cuatro minutos después, cuando Oyarzabal recogió otro balón y habilitó a Merino para marcar el segundo. España tenía demasiado fútbol para Francia.
La pelota circulaba con alegría en los pies españoles al primer toque. Francia perseguía fantasmas porque el choque se había convertido en un rondo dirigido por Pedri. Los galos, por contra, abusaban de la conducción, facilitando las ayudas españolas en defensa. Todo tenía sentido en los despliegues de los de De la Fuente, todo denotaba urgencia en los de los chicos de Deschamps. Lamine ganaba el pulso a Dembelé mientras Mbappé seguía desconectado. Y cuando Francia superaba las cortinas defensivas, aparecía Unai Simón. Coronó la primera parte España con un gol en jugada de pizarra de Huijsen que se anuló por pulgadas. Francia rozó el KO técnico.
Doblete de Lamine
A Francia no le quedó otra que salir a inmolarse en la reanudación. Dispuso de dos ocasiones, pero la tercera cayó del lado español. Un robo en el mediocampo en el minuto 53 terminó con Lamine derribado en el área. Penalti que iba a lanzar Nico, pero el del Athletic le cedió la pelota a su ‘bro’ Lamine. El de Rocafonda enganó a Maignan y colocó el (3-0) sellando el triunfo y reivindicando su figura para el Balón de Oro. Dos minutos después se repetía la jugada, con otra circulación española que acabó con Pedri batiendo al portero galo. El triunfo se convertía en goleada, la derrota en sonrojo y el dominio en doloroso sometimiento. Maquilló el resultado un gol de penalti de Mbappé en el que Kylian demostró más aptitudes teatrales que futbolísticas, pero al inglés Oliver le convenció la interpretación del madridista.
En el minuto 66 Lamine persiguió con fe una pelota que terminó alojando en el fondo de la red tras rematar utilizando un recurso muy callejero: la puntera. El orgullo galo provocó tres goles postreros (Cherki, Vivian en propia meta y Kolo Muani) que generaron apreturas en el tramo final. España lleva años ganando partidos y títulos proponiendo la receta más sencilla y antigua: tratar bien la pelota. Las plazas y las calles de los pueblos de España están repletas de niños y niñas que entienden el fútbol con la pelota pegada al pie. Que prefieren tirar una pared a una carrera o tirar un caño a dar un pelotazo. Desde ahí se explica la superioridad de esta selección española, la masculina y la femenina. Francia no tiene esa complicidad con la pelota, por más que su selección exhiba la exuberancia física de unos delanteros que acumulan goles y premios. Dembelé ganará el Balón de Oro, pero Lamine será el dueño de la pelota durante la próxima década. Porque España, futbolísticamente hablando, más que un país es un rondo. Y Francia puede dar fe de ello.