Una vez más, las promesas de Elon Musk han quedado en humo. Menos de una semana después de dejar su cargo en el Gobierno de Donald Trump y asegurar que seguiría siendo su «asesor y amigo», el magnate tecnológico ha cargado abiertamente este jueves contra el presidente de Estados Unidos, tachando su megaproyecto de ley fiscal de «abominación repugnante», pidiendo su imputación criminal (impeachment, en inglés) y vinculándolo con el depredador sexual pedófilo Jeffrey Epstein.
En cuestión de escasos minutos, la poderosa alianza entre el líder conservador y el hombre más rico del mundo, que permitió a ambos ganar las elecciones presidenciales y marcar el rumbo de la Casa Blanca, ha implosionado en una ráfaga de insultos y acusaciones que suponen un cisma en lo más profundo de la extrema derecha estadounidense. Aunque sus consecuencias son completamente impredecibles, esta guerra civil ya se está cobrando algunas víctimas.
En pleno fuego cruzado, Trump ha amenazado con retirar todos los subsidios y contratos que el Gobierno tiene con las empresas dirigidas por Musk. El imperio empresarial del magnate, encabezado por Tesla y SpaceX, depende en gran medida de ese dinero público. En total, sus compañías habrían recibido al menos 38.000 millones de dólares en fondos gubernamentales, según un estudio de The Washington Post.
Golpe a Tesla y SpaceX
La más visiblemente afectada por esa posibilidad es Tesla, que a esta hora está sufriendo una dura sangría en bolsa. Las acciones del fabricante de vehículos eléctricos se han devaluado más de un 14%, números rojos que equivalen a pérdidas superiores a los 140.000 millones de dólares. En lo que va de año, el valor de Tesla ha caído casi un 25%, un retroceso que se debe a la feroz competencia del sector automotriz chino, pero también al impacto de la guerra de aranceles lanzada por Trump. «Los aranceles de Trump provocarán una recesión en la segunda mitad de este año», ha asegurado Musk.
La amenaza también apunta directamente a la compañía aeroespacial SpaceX, responsable de la fabricación de muchos de los cohetes y sondas de los que depende el programa espacial de la NASA. Sus planes, y los de Musk, ya se habían visto mermados en las últimas semanas por la acción presidencial de Trump, que ordenó recortar un 25% del presupuesto de la agencia espacial y reducir su financiación científica en un 47%, la menor asignación de dinero desde 1961, informa Bloomberg.
La reacción de Musk ha sido doblar la apuesta. «Ante la declaración del presidente sobre la cancelación de mis contratos gubernamentales, SpaceX comenzará a desmantelar su nave espacial Dragon de inmediato», ha asegurado. Este tipo de cápsula reutilizable, capaz de llevar a hasta siete pasajeros al espacio, fue la que se utilizó en marzo para rescatar a dos astronautas que habían quedado atrapados en la Estación Espacial Internacional. Sin Dragon, advierte The New York Times, «la NASA se encontraría en una situación de emergencia inmediata porque no tiene otras alternativas disponibles para transportar astronautas, alimentos o suministros a la estación espacial».
Guerra en la derecha
Sin embargo, el movimiento tectónico desatado por conflicto entre el presidente de EEUU y el hombre más rico del planeta puede ir más allá de lo empresarial y arrastrar a la alt-right, la derecha radical de nuevo cuño, a una división cuyo desenlace es imprevisible y que, de prolongarse, podría obligar a muchos —entre ellos, los empresarios tecnológicos que han tendido la mano a Trump— a elegir un bando.
Por ahora, la batalla entre los fieles al trumpismo y los devotos de Musk se está librando en redes sociales como Truth Social o X, controladas por Trump y Musk respectivamente. La escisión podría ser irreconciliable. Musk ha lanzado ya una encuesta entre sus más de 220 millones de seguidores en la que propone crear un nuevo partido político «que realmente represente al 80% del centro». En el momento de publicar estas líneas, casi un 88% de los votantes, más de 1,8 millones de personas, optaba por el si.
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