Su cuarto largometraje, ‘Sirat’ -los otros tres son ‘Todos vós sodes capitáns’ (2010), ‘Mimosas’ (2016) y ‘O que arde’ (2019)-, ya ha ganado no solo un galardón tan preciado como el Premio del Jurado en el Festival de Cannes sino también un acuerdo de distribución en Estados Unidos con Neon, compañía en buena medida responsable de los respectivos Oscars acumulados en su día por películas como ‘Parásitos’ (2019), ‘Anatomía de una caída’ (2023) y ‘Anora’(2024).
Su título hace alusión al puente que, de acuerdo con el Islam, atraviesa el Infierno de camino al Paraíso y, apropiadamente, cuenta la historia de un padre (Sergi López) que protagoniza una odisea existencial junto a su hijo y un grupo de ‘raveros’ a través de una extensión del desierto del Sáhara convertida en purgatorio, y en un mundo que parece dirigirse a su destrucción. Se trata de su obra más vocacionalmente comercial hasta la fecha -entre sus referentes figuran ‘El salario del miedo’ (1953), ‘Apocalypse Now’ (1979) y la saga ‘Mad Max’- pero, probablemente, también la más radical, e ilustra a la perfección la capacidad del cine para hipnotizar los sentidos.
El cineasta Oliver Laxe (d) y el actor Sergi López, director y protagonista, respectivamente, de la película ‘Sirat’, que se alzó con el premio del Jurado en el último Festival de Cannes muestran el galardón este lunes en Santiago de Compostela. / EFE
Lo primero es lo primero: felicidades por su premio.
Muchas gracias. La verdad es que, aunque yo sabía desde el principio que ‘Sirat’ es una película muy potente, no era consciente de la pegada que iba a ejercer en el espectador. En Cannes me quedó claro que genera reacciones muy viscerales. Supongo que Pasolini tenía razón cuando decía que lo que el espectador disfruta secretamente es la libertad del autor. En un momento en el que los artistas tienen tantos miedos, y que por eso lo calculan todo tanto, la gente valora una película como esta, que tiene vocación kamikaze y pirómana. Sea como sea, el premio legitima el trabajo que estoy haciendo con mi equipo y por tanto nos invita a seguir, reclamando aún más libertad.
La película habla de la cultura ‘rave’, y también hace diversas alusiones al Islam. ¿Por qué decidió combinar ambos elementos?
A mí me gusta la música tecno, y necesito bailar; me gusta invocar invocar a través del baile, rezar a través del baile; cuando era un adolescente inadaptado y lleno de rabia, usaba el baile a modo de exorcismo. Y al mismo tiempo leo el Corán, hacerlo me embriaga y me resulta muy saludable. La música electrónica y el Islam están conectados, ambos pueden proporcionar un estado de trance. Y Rumi, uno de los grandes poetas místicos persas, nos exhorta a que bailemos como si nadie nos mirara, que es justo lo que hacen los ‘raveros’. Y la película comparte esa actitud.

El director y guionista Oliver Laxe. / EFE
¿En qué sentido?
Los ‘raveros’ son gente que no esconde sus heridas, y esa me parece una actitud muy madura, que permite afrontar el futuro con más desapego; de hecho, los personajes de la película forman una comunidad de cicatrices. Todos los seres humanos tenemos heridas pero, a diferencia de ellos, nos hemos habituado a no mirar hacia adentro porque no queremos enfrentarnos a ellas. Es también por eso que somos una sociedad tan tanatofóbica, que ha dado la espalda a la muerte y sus ceremoniales. Pero llegado el momento la vida te golpea, te pone al borde del abismo y te dice obliga a contectarte contigo mismo, lidiar con tus heridas; esa es nuestra herramienta para la emancipación. Y debemos reflexionar sobre la muerte, y verla no como el final sino como el pasaporte hacia algo más. Solo así podremos contemplar nuestra vida con claridad.
¿El cine es la forma que usted tiene de lidiar con sus heridas?
Eso es. Yo siempre he necesitado crear una imagen idealizada de mí mismo. En el fondo no me quiero, considero que no soy suficiente, y por ello siempre he intentado que la gente me viera como alguien especial, que hace un cine especial, que vive en un lugar especial… Era mi mecanismo de autodefensa. Pero hacer esta película me ha ayudado a dejar de escapar de mí mismo, a convivir más con mi herida, bailar con ella, llorar con ella y, en el proceso, asumir con valentía quié soy y tirarme al abismo para ser un poco más libre.

El director y guionista Oliver Laxe, durante una entrevista para Europa Press. / EP
‘Sirat’ puede definirse como una película apocalíptica. En ese sentido, ¿refleja su visión de nuestro futuro?
Ha quedado claro que la idea del progreso, la creencia en que la sociedad progresa adecuadamente, ya no se sostiene. Yo creo que todos somos conscientes de que nuestro presente tiene algo de crepuscular, de que el mundo tal y como lo conocemos se acaba, y al mismo tiempo deseamos que se acabe pronto y surja uno nuevo. Las sociedades tienen miedo y por eso se han cerrado en sí mismas, y las ideas han dejado de circular. Y frente a este sistema enloquecido, que pretende buscar la paz a través de la guerra, la cultura ‘rave’ propone una deserción. Una de las consignas de los ‘raveros’ dice: “Hundimos nuestras cabezas en los altavoces para no escuchar cómo se derrumba el mundo”. Es el Apocalipsis, así que sigamos bailando. Grita y llora si quieres, pero sigue bailando. Me gusta esa idea.
Viendo la película, da la sensación de que también su rodaje tuvo algo de apocalíptico. ¿Fue así?
Filmamos en Marruecos durante la época más complicada del año, entre mayo y julio, cuando el calor es brutal y las tormentas de arena son frecuentes. Fue un rodaje muy complicado, en el desierto y con un reparto en el que, a excepción de Sergi [López], todos los actores eran inexpertos. Pero también ha sido mi película de rodaje más fácil. Después de todo, para filmar las anteriores hice cosas loquísimas, como meterme con la cámara en las fauces de incendios reales o trasladarme en mula a 3.000 metros a través del Atlas.

Una imagen de ‘Sirat’ / Movistar +
¿Y por qué siente la necesidad de complicarse tanto?
Nunca he cogido el camino fácil porque soy una persona naturalmente temeraria. Y, además, siempre creo que puedo lograrlo todo. Es una actitud muy vinculada a la fe. Tener fe es saber que todo lo que te pasa en la vida, aunque se exprese a través de la tragedia, el accidente o el fracaso, es positivo y constructivo. Yo no tengo miedo a que me vaya mal porque sé que, pase lo que pase, me ayudará a crecer. La posibilidad de fracaso no existe para mí. Cuando hago una película dejo que sea ella la que me habite, que me posea, y me pongo a su merced.
Al mismo tiempo, ‘Sirat’ es su película más accesible…
Sin duda, siempre quise que tuviera vocación popular, que conectara con el público; especialmente con ese público joven que hace tiempo que ya no va al cine y hasta es probable que no la entienda del todo, pero que puede que sintonice con sus imágenes y, así, se anime a volver al cine después. Es una película que mezcla géneros como el ‘western’, el drama de supervivencia y la ‘road movie’, y que aúna alta cultura y cultura popular. Yo no quiero estar en los márgenes del cine, no quiero que se me meta en un gueto o en un zoológico; yo quiero estar en el centro, ocupar las salas hegemónicas. Siempre he tratado de atraer al público, pero me ha costado conseguirlo porque al principio no tenía ni los medios ni el oficio y porque, a mi pesar, soy un tipo algo salvaje y asilvestrado.
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