José Ramón García, el hombre que supuestamente apareció calcinado en su coche en un monte de Campo Lameiro, junto al cadáver de Marisol, su compañera sentimental, acumulaba un largo historial de violencia machista, tanto con la ahora fallecida, sino también con su anterior esposa, una relación que finalizó en 2016 después de más de una década en la que la mujer vivió años de «temor» y constantes agresiones. Así se pone de manifiesto en una de las sentencias condenatorias que pesaban sobre este maltratador, pero que nunca llegó a ingresar en prisión.
La investigación sobre los dos cadáveres aparecidos el sábado en Campo Lameiro ya apunta de forma directa a la violencia de género, de modo que José Ramón, nacido en Moraña y de 50 años, habría matado a Marisol, natural de San Clemente (Caldas) de 49, de la que apenas quedaron los huesos tras el incendio del coche que ambos ocupaban. No obstante, no se cierran otras hipótesis hasta confirmar las identidades, tras las pruebas de ADN. Pero lo cierto es que hace días que no se sabe nada de la mujer y el hombre tampoco apareció por su trabajo en una empresa de contenedores de Caldas.
Con estos datos sobre la mesa, la violencia machista es el hilo investigador. Y más teniendo en cuenta el historial del sospechoso, con varias sentencias al respecto. En marzo pasado, la Audiencia de Pontevedra confirmó una condena por golpear a Maribel en una estación de lavado de Cuntis, una sentencia que le obligaba a ingresar en la cárcel, una de las posibles razones del macabro final en Campo Lameiro.
Pero no fue Maribel la única víctima de este maltratador. La exesposa de José Ramón también fue agredida durante una década, según se establece en una sentencia anterior, también de la Audiencia, y fechada en noviembre de 2019. La Audiencia reducía a 21 meses de prisión por maltrato habitual frente a los más de seis años que había impuesto meses antes el Juzgado de lo Penal número 4 de Pontevedra. Pero pese a esa reducción, confirmaba los hechos de agresión constante a la exmujer, incluso cuando estaba embarazada.
En esa resolución judicial se certifica que «desde hace más de diez años el acusado ha venido agrediendo, insultando y amenazando de manera continuada a su mujer la mayor parte de las veces en el domicilio en el que convivían y en alguna ocasión fuera de él. A consecuencia de ello, la mujer se ha visto sometida a una situación de temor constante en el ámbito familiar».
Añade que «los episodios de violencia, que empezaron a producirse con mayor intensidad hace ocho años (en torno a 2011), se prolongaron hasta el mes de noviembre de 2016, y consistían, la mayor parte de las veces, en darle patadas y puñetazos, apretarle el cuello con las manos y zarandearle, retorcerle el brazo y darle golpes con palos e instrumentos de labranza. Además, el acusado la insultaba a diario y la amenazaba con expresiones tales como ‘te voy a cortar el cuello y sangras como una gallina, me da igual ir a la cárcel por uno, por dos o por cuatro, vas a morrer’».
Señalaban los magistrados que «estas conductas tenían lugar en muchas ocasiones estando delante el hijo común menor de edad, quien presenció estos episodios desde que nació hasta los seis años de edad, fecha en que se presentó denuncia por estos hechos».
También se considera probado que en julio de 2016, «estando la mujer embarazada de pocas semanas, cuando fue a segar hierba con el acusado a una finca de su propiedad próxima al domicilio familiar, éste tras recriminarle su forma de trabajar, con la intención de menoscabar la integridad física, comenzó a perseguirla esgrimiendo la máquina desbrozadora que portaba dándole gas, diciéndole que le iba a cortar las piernas. Acto seguido, procedió a darle fuertes patadas y golpes con la horquilla de labranza a consecuencia de las cuales la tiró al suelo en repetidas ocasiones. Este hecho se produjo estando presente el hijo menor de ambos, que contaba en ese momento con seis años de edad, y parte de lo acontecido fue observado por vecinos que estaban en las proximidades y que avisaron a la Guardia Civil».
Dos meses después, cuando ambos «se dirigían en coche a Pontevedra desde su domicilio, se originó una discusión en presencia del menor, que viajaba con ellos. En el curso de la misma, el acusado con la intención de menoscabar la integridad corporal de su mujer, la cogió fuertemente de un brazo y la sacó del vehículo, procediendo a golpearla y retorciéndole con fuerza el brazo izquierdo hacia atrás. Acto seguido, la tiró al suelo. En este momento la mujer estaba embarazada de catorce semanas».
Ya en noviembre de 2016 «en el domicilio en el que convivían, en el curso de una discusión relacionada con la tala de unos árboles y con la misma intención que en las ocasiones anteriores, el acusado la emprende a golpes contra s esposa, encontrándose en ese momento durmiendo el hijo del matrimonio. En esta ocasión el acusado le da un fuerte manotazo en la cara, así como un puñetazo en el ojo. A continuación la agarró fuertemente por el cuello, comenzando a golpearle la cabeza contra la pared y el marco de la puerta. Asimismo, le mordió en el brazo y le golpeó con un hierro de la cocina en la cabeza y en el hombro».
La sentencia de la Audiencia subraya que «como consecuencia de todo lo anterior, tanto la mujer como su hijo sufrieron un importante daño psicológico, precisando tratamiento para superar o paliar dicho daño» y certifica que se justifica la pena por el delito de malos tratos en «la situación de indignidad a la que fue sometida la mujer, que se prolongó durante una década». Tras la separación en 2016, comenzó otra década de suplicio para su segunda pareja, Maribel, diez años de relación que acabaron de la forma más trágica.