El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha cumplido con su advertencia y firmó ayer la orden ejecutiva que duplica los aranceles a las importaciones de acero y aluminio, elevándolos del 25% al 50%. La medida, que ya había sido anunciada la semana pasada, se justifica —según la Casa Blanca— en que los aranceles actuales «no han logrado asegurar niveles sostenibles de producción nacional para cumplir con las necesidades de defensa del país».
A diferencia de otras medidas comerciales bloqueadas recientemente, esta decisión no fue afectada por la suspensión impuesta la semana pasada por el Tribunal de Comercio de Estados Unidos a los aranceles recíprocos, ya que los aranceles al acero y al aluminio no se basaron en la Ley de Poderes Económicos en Emergencias Internacionales (IEEPA), sino en argumentos de seguridad nacional. La administración Trump apeló la suspensión del Tribunal de Comercio, y un tribunal de apelaciones concedió una validación temporal a las tarifas impuestas por el presidente.
Reino Unido ha quedado exento de esta subida arancelaria gracias a su acuerdo bilateral con Estados Unidos. No obstante, la reacción internacional ha sido inmediata. La Comisión Europea condenó la decisión de Washington, advirtiendo que «socava los esfuerzos en curso para alcanzar una solución negociada» respecto a las tensiones comerciales previas. Como saben, el 9 de julio finaliza el plazo para alcanzar un acuerdo sobre los aranceles recíprocos.
En un comunicado, Bruselas anunció que está finalizando las consultas con los Estados miembros para ampliar las contramedidas. «Si no se alcanza una solución mutuamente aceptable, tanto las medidas existentes como las adicionales de la UE entrarán en vigor automáticamente el 14 de julio, o antes, si las circunstancias lo requieren», señala el texto.
Los países más afectados por esta decisión son Canadá —el mayor proveedor de acero y aluminio a EEUU—, así como México, Brasil, Corea del Sur y Vietnam, en el caso del acero, y China, el segundo mayor exportador de aluminio a la economía estadounidense.
Este nuevo episodio marca una escalada en las tensiones comerciales globales y podría dar lugar a una nueva oleada de represalias.